Teherán abre el apetito nuclear árabe
El programa iraní impulsa a los países de Oriente Próximo y el Magreb a desempolvar sus viejos planes atómicos
No se puede aún hablar de una carrera, pero el programa nuclear de Irán ha despertado el apetito de los países árabes. Uno tras otro desempolvan viejos planes o firman nuevos acuerdos con vistas a construir centrales nucleares para un uso civil de la energía nuclear. Políticamente se trata de no perder peso frente a la gran potencia regional chií.
"Algunos países de Oriente Próximo, incluidos Egipto, Marruecos, Argelia y Arabia Saudí, han manifestado su interés por la utilización de la energía nuclear sobre todo para la desalinización de aguas", reconoció, a finales del año pasado, Tomohiro Yamaguchi, director general adjunto del Organismo Internacional para la Energía Atómica (OIEA), en una entrevista con el semanario Middle East Economic Digest. Aunque no los nombró, también Jordania, Bahrein, Kuwait, Omán y Qatar han mostrado la misma disposición.
En público todos niegan que las ambiciones de Teherán estén detrás de su movilización. "Es poco probable que el proyecto iraní (...) sea una de las causas que haya llevado a la reapertura de este expediente", sostenía Mahmud Barakat, presidente del Organismo Árabe para la Energía Atómica, en el diario cairota Al Ahram.
El súbito interés nuclear de los dirigentes árabes, coincidente con el desarrollo de la iniciativa iraní, desmiente esta afirmación. Egipto reactivó, por ejemplo, en septiembre un programa nuclear civil suspendido en 1986, tras el accidente en la central ucraniana de Chernóbil. "Podremos producir energía nuclear dentro de siete o diez años", prevé ahora Alí Islam, presidente de la Autoridad de Energía Atómica Egipcia.
En la vecina Jordania fue el propio rey, Abdalá II, quien desveló recientemente al diario israelí Haaretz que su país deseaba adquirir tecnología nuclear "con fines pacíficos". En la zona del Magreb, Argelia firmó el mes pasado con el ministro ruso de Energía, Víktor Jristenko, un memorando que incluye un capítulo sobre cooperación nuclear.
Para los regímenes árabes, el envite nuclear tiene la ventaja de ser popular no tanto a causa de Irán sino de Israel. Desde que existe la sospecha, confirmada en 2006 por una indiscreción del primer ministro Ehud Olmert, de que Tel Aviv domina la tecnología nuclear y posee incluso centenares de cabezas atómicas, la opinión pública árabe reivindica que sus Estados sigan la misma pauta.
Expertos occidentales sospechan que, por lo menos en Oriente Próximo, las repentinas ansias nucleares árabes no se deben tanto al deseo de reducir su dependencia del petróleo o a prepararse para el día en que se agoten los hidrocarburos, de los que muchos de ellos son productores. El objetivo es más bien hacer frente al mastodonte chií.
"Su preocupación es que Irán disponga del arma nuclear. Lo cual, hasta cierto punto, les llevará a reconsiderar sus necesidades en materia de seguridad y, en última instancia, puede incitarles a querer disponer también de la capacidad de fabricar bombas atómicas", señaló Mark Fitzpatrick, especialista en proliferación nuclear del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, en un debate organizado por la radio pública estadounidense.
"La región es aún más inestable que de costumbre y se enfrenta a enormes problemas", añadió Robert Lowe, del centro de análisis británico Chatham House. "Por tanto, una mayor introducción de tecnologías nucleares sería muy alarmante".
En teoría no hay motivos de preocupación. Los países árabes proclives a apostar por la energía nuclear han firmado el Tratado de No Proliferación, están dispuestos a someterse a inspecciones y sus autoridades repiten hasta la saciedad que harán de ella un uso pacífico. De ahí que, públicamente al menos, Washington haya mostrado, por ahora, su conformidad con las intenciones anunciadas.
Al margen de la carrera que la rivalidad con Irán puede desencadenar, los europeos tienen otro motivo de inquietud. Aunque no hay ni un solo contrato firmado para la edificación de centrales en el mundo árabe, la mayoría de los Gobiernos que aspiran a construirlas -con la excepción de Túnez- se inclinan por la tecnología rusa o china. Más barata que la francesa o la norteamericana, también es considerada menos segura.
Casi todos los reactores nucleares experimentales en el mundo árabe son ya de origen soviético/ruso, chino o argentino, como es el caso del argelino de Draria y de uno de los egipcios de Inchass, importados de Buenos Aires. Marruecos, cuyo reactor de Maarmora fue fabricado por la norteamericana General Atomics, es la excepción.
Pero incluso el reino alauí se sintió atraído por Rusia con motivo de la visita oficial del presidente Vladímir Putin a Rabat en septiembre pasado. Yunes Maamar, director de la Agencia Nacional de Electricidad marroquí, viajó entonces a Moscú para examinar la viabilidad de una central nuclear que se estrenaría en 2016.
Se ubicaría, probablemente, en Tan Tan. Así lo dio a entender a su paso por Madrid, hace tres años, Abderazak el Mosadeq, que era entonces ministro adjunto de Economía de Marruecos. La mera mención de ese lugar, a 300 kilómetros al sur de la primera gran ciudad marroquí (Agadir), pero frente a Canarias, desató las protestas de los ecologistas del archipiélago.
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