_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La sostenibilidad del crecimiento

Días pasados el conselleiro de Medio Ambiente llamaba la atención sobre ciertas pautas de insostenibilidad en los patrones de actuación de determinadas políticas y prácticas empresariales. Las señales de alerta han funcionado y la asunción de dicha problemática han puesto el dedo en la llaga sobre las actuaciones de un pasado reciente. Varios ejemplos lo demuestran.

Los gallegos no estamos racionalizando nuestros modos de comportamiento y prueba de ello es que utilizamos y quemamos mucha energía para producir los bienes que elaboramos. De la misma forma, ciertas industrias emiten una elevada tasa de CO2 a la atmósfera. Asimismo, si evaluamos los modos de transporte utilizados por los ciudadanos gallegos los resultados son preocupantes: más de la mitad utiliza el transporte privado y las distancias que recorremos no hacen más que presentar ratios de elevada ineficiencia. Finalmente, las rías gallegas exigen medidas urgentes en lo referente al saneamiento y una nueva definición de compatibilidad de usos, tal y como ha afirmado recientemente el presidente de la Xunta de Galicia.

Todo esto significa que el funcionamiento de Galicia muestra que es una de las CC AA que más huella ecológica consume. La huella ecológica es el territorio que sostiene una población con determinados niveles de consumo, desarrollo tecnológico y niveles de eficiencia en el uso de sus recursos. Midiendo dicho índice, cada habitante necesita más de 6 campos de fútbol para poder vivir y desarrollar su vida. Este ratio es altísimo si lo comparamos con la media española, la europea o la misma americana, que están entre un tercio y dos tercios menos que la gallega.

Al suscribir y apoyar los conceptos de desarrollo sostenible aprobados en la Conferencia de Río-92, por el que "el desarrollo aplicable debe asegurar que satisfaga las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer las propias", es preciso corregir las situaciones más preocupantes. La primera, los indicadores económicos, sociales, ecológicos e institucionales gallegos se sitúan por debajo de los promedios españoles; y, en segundo lugar, nuestra huella ecológica está por encima de la capacidad de carga.

La capacidad de carga se entiende como "la capacidad que tiene un ecosistema para sustentar y mantener al mismo tiempo la productividad, adaptabilidad y renovabilidad de los recursos". Por tanto, si comparamos la huella ecológica con la capacidad de carga de un país significa, que si la primera es mayor que la segunda se incurre en un déficit ecológico; y si por el contrario, si la huella ecológica es menor o igual que la capacidad de carga, la situación es de autosuficiencia.

Galicia presenta un sistema de abastecimiento, de producción y de consumo desproporcionado en relación a la sostenibilidad. La degradación y el mal uso de los recursos es ostensible, convirtiéndose, en algunos casos, en un lastre para la captación y atracción de empresas, como para el desarrollo y crecimiento de otras actividades.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

El déficit ecológico es notable en Galicia, supera en cinco veces la capacidad de carga y es mucho más alto que el ratio de España (4,9 hectáreas per capita) y del promedio mundial (2,18 hectáreas). Nos situamos a la altura de Australia y Finlandia, por encima de Francia, Reino Unido y Alemania, pero desde el punto de vista económico Galicia representa el 67% del PIB de Francia y el 70% de Finlandia. Esta situación exige enfocar los distintos usos del territorio, imponer criterios de seguimiento lo suficientemente rígidos y estrictos, y buscar la coherencia con las restantes políticas.

La estrategia gallega de desarrollo sostenible apuntada por la Xunta de Galicia no sólo es un compromiso urgente, sino que es imprescindible. Constituye un paso esencial para lograr cuatro objetivos: a) incrementar la productividad natural por unidad de espacio; b) aumentar la eficiencia en el uso de los recursos; c) modificar los hábitos de consumo; y d) sustituir los procesos productivos intensivos en capital natural no renovables.

Es, pues, una apuesta motivadora y de futuro, por eso, su participación y apoyo a tan loable iniciativa viene a constituir un compromiso de país.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_