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Columna
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Nacionalistas

Mientras escribo estas líneas, miles de personas se manifiestan en Bilbao en defensa de nuestras instituciones. En realidad, el motivo origen de la protesta no es otro que la comparecencia ante los tribunales del lehendakari Ibarretxe por una reunión que mantuvo con Arnaldo Otegi, el líder de Batasuna. Naturalmente, el lehendakari es también una institución, aunque no creo que sea a ésta a la que se juzga sino a la persona que la ostenta, quien, como cualquier otro ciudadano, no goza de impunidad legal, como se lo recordaban hace unos días los presidentes de las tres audiencias provinciales y algún otro magistrado. Ahora bien, ¿puede considerarse un delito la reunión mantenida con Otegi, o era simplemente una irresponsabilidad, una más de las que nos tiene acostumbrados nuestro lehendakari? Habrá indicios de que pueda serlo, y la respuesta nos la dará el tribunal, pero permítanme que siga preguntando: ¿puede haber sospecha de delito en el hecho de que el lehendakari se reúna con Otegi, puede ser aquél imputado como "colaborador necesario" en un delito de desobediencia cometido por aquellos con los que se reunió? Bien, el lehendakari se reunió con Otegi, pero, ¿quién es Arnaldo Otegi?

Al líder de Batasuna lo definí no hace mucho como "intocable", una persona con un estatus jurídico muy peculiar. Es y no es, o al menos ya no sabemos muy bien lo que es. Como ciudadano particular goza de todos los derechos, pero no cuando se presenta como líder de Batasuna, condición que no conocemos con exactitud en qué circunstancias la ostenta, ya que, en un tercer avatar, puede llegar a ser sólo un miembro destacado de la izquierda abertzale, como se declara en un auto reciente del juez Garzón. Batasuna es una organización ilegal, y como tal, o bien no existe o bien existe como organización clandestina y, por lo tanto, punible. Un miembro de la mafia, o un miembro de ETA, lo son a todas horas del día, y en ningún momento se hallan a salvo de la intervención de la justicia. Josu Ternera no se puede pasear tranquilamente como ciudadano particular por el Boulevard donostiarra; Arnaldo Otegi sí, salvo si se presenta como líder de Batasuna. ¿Y qué ocurre cuando se presenta como tal, qué es lo delictivo, el acto mismo de su presentación o su condición de líder de una organización ilegal? ¿Qué significa ser miembro declarado de una organización ilegal, cuál es el grado de delito y qué pena le corresponde? La verdad es que la situación de este señor se me antoja fantasmagórica y lo convierte en un peligro, en un peligro para los demás, una bomba metonímica que te puede llevar a la cárcel según de que forma se te presente, ¡y sin que a él le ocurra absolutamente nada! Es un detector de debilidades ajenas, un intocable, a su manera, un homo sacer. ¿Puede ser un delito entrevistarse con alguien que anda tranquilamente por la calle y que sólo es delictivo, al parecer, cuando él decide serlo, sin que su delito trascienda ese momento? Que alguien me explique, por favor, esto que se me antoja una chapuza, porque yo no puedo entenderlo.

Pero vayamos ahora con nuestro lehendakari. La mejor forma de defender las instituciones es actuando adecuadamente al servicio de las mismas. Nunca he sabido si nuestro lehendakari tenía idea cumplida de las limitaciones de la institución que representa. Puede tener una idea muy prospectiva e instrumental de las instituciones vascas como germen de desarrollo de una causa irredenta, incluso una concepción metahistórica de las mismas como realidad originaria e inviolable sometida a tutela o usurpación en este momento histórico concreto, pero lo cierto es que esas instituciones emanan de realidades nada irredentas, como lo son el Estatuto de Gernika y la Constitución española, y que son instituciones del Estado -del español, no de uno vasco del que no tenemos noticia- y que como tales están sometidas a la legalidad constitucional en la que se fundamentan. Era a esa legalidad -a la que también él está sometido- a la que retó el lehendakari cuando se reunió con Batasuna a sabiendas de que podía estar cometiendo una infracción. Por muy estrambótica que nos pueda parecer a él y a mí la situación actual de los representantes de Batasuna, que nuestro máximo representante institucional se reuniera con los de una organización ilegal me parece ya un acto de irresponsabilidad política. Que con posterioridad haya movilizado a las masas -a "su pueblo nacionalista"- para garantizar su impunidad me resulta incalificable.

Cierto que toda esta secuencia de hechos -fantasmal ilegalidad de Otegi, querella y decisión judicial- resultan bastante esperpénticas, pero podía haberse limitado a aprovechar su comparecencia para ponerlos en evidencia y cuestionarlos. La dignidad sólo reside, a veces, en saber dar la cara. A pelo.

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