No hubo estopa, pero...
"Mañana la crítica, nos dará estopa", dijo en los primeros compases de los Goya el presentador de la gala, el actor, director y guionista José Corbacho. Pues bien, nada de eso se ha producido. Al contrario. Los críticos cinematográficos, en general, han elogiado la agilidad de la misma en comparación con otras -en eso llevan razón: dos horas en directo y tres en televisión, con los anuncios, con el diferido de media hora-, al tiempo que han ensalzado lo que, según ellos, era frescura, insolencia e ingenio del histriónico showman. Queda la duda, sin embargo, de que los espectadores disfrutaran tanto como ellos de algunos de los comentarios zafios y chabacanos de Corbacho, que empezó muy bien, con la secuencia previa pidiendo consejo a otros presentadores de ediciones anteriores y rematando con un disparo fingido al primer premiado por su larga oratoria de agradecimientos, y terminó de manera absurda vertiéndose sobre la cabeza una botella de champán en plan payaso, pero escogiendo la figura del clown listo al brindar "por el buen cine y por la paz".
El colaborador del programa nocturno de Andreu Buenafuente y ex miembro del grupo teatral La Cubana abusó de la grosería escatológica en la parodia de Volver, exhibió torpeza en la de Salvador, lo cual debió desconcertar no poco a las hermanas del anarquista ejecutado por la justicia franquista -aunque fue original en la entrevista a su protagonista-, estuvo más que ácido en su comentario sobre el "humo de la risa" en el despiste de Najwa Nimri y vulgar sobre el trasero de Eduardo Noriega. Al menos, arregló la ceremonia de la confusión que creó su compañero Santi Millán en la entrega de los tres premios de cortometrajes.