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AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA
Columna
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La coincidencia de los 'nuevos ecologistas'

Joaquín Estefanía

El cambio climático.

El 'ecologismo' de Bush ha sido seguido de forma inmediata por las principales empresas energéticas multinacionales, que ahora exigen al Congreso de EE UU medidas urgentes para luchar contra el cambio climático

ALREDEDOR DEL SÉPTIMO DISCURSO de Bush sobre el estado de la Unión, desde que está en la Casa Blanca, han coincidido los discursos y las manifestaciones acerca de la necesidad de combatir el cambio climático. Ha nacido una generación de nuevos ecologistas, de extracción política, social y económica muy distinta de los ecologistas tradicionales, compuesta por quien se negó a firmar el Protocolo de Kioto y los principales conglomerados energéticos, que han unificado sus demandas a favor de un mundo menos contaminado y de las nuevas energías, que en buena parte ellos mismos controlan. El espejo de ello reverberó también en Davos, en la reunión anual del Foro Económico Mundial, súbitamente preocupado por el calentamiento del planeta.

En su discurso ante el Congreso de EE UU, Bush anunció el programa Veinte por diez, consistente en reducir en un 20% el consumo de gasolina en 10 años, con dos objetivos: ser menos dependiente del petróleo producido en Estados con regímenes hostiles o cercanos al terrorismo (criterio geoestratégico) y generar menos gases de efecto invernadero (criterio climático). Ello se hará con la mayor eficiencia medioambiental en la flota automovilística y con la utilización de energías alternativas, como la nuclear y el uso del etanol, un biocombustible extraído del maíz. Las expectativas a favor del etanol han tenido como primera consecuencia la subida del precio del maíz, lo que ha disparado el precio de las tortitas de ese grano, elemento básico de la dieta de los centroamericanos (en México se ha acuñado el término de etanoinflación).

Apenas unas horas antes del anuncio de Bush, 10 de los mayores conglomerados empresariales de EE UU -entre ellos, General Electric, Alcoa, Dupont, Duke Energy, Caterpillar, BP America, etcétera- demandaban al Congreso una legislación que "reduzca significativamente los gases causantes del efecto invernadero"; los porcentajes necesarios de reducción eran cuantificados entre el 10% y el 30% de las emisiones de dióxido de carbono.

Este giro hacia las energías verdes contrasta con la política aplicada hasta hace escasos meses por la primera empresa del mundo por ingresos, la petrolera ExxonMobil. Un grupo de científicos ha denunciado que Exxon ha utilizado las mismas técnicas de desinformación que la industria del tabaco en relación con la nicotina, para neutralizar las tesis del cambio climático con el fin de evitar las políticas de reducción de gases de efecto invernadero. Exxon-Mobil invirtió más de 12 millones de euros en una red de expertos dedicados a intervenir en el debate público en contra de la tesis del recalentamiento del planeta.

La voluntad nuevoecologista de la Administración americana y de la parte citada del mundo empresarial va a tener un test en la política de la mayoría demócrata en las dos cámaras legislativas. Como se sabe, las relaciones de la Administración de Bush con el sector energético y petrolero empresarial privado, a través de la influencia del vicepresidente Dick Cheney, son muy grandes. El plan energético en vigor se aprobó tras numerosas reuniones -opacas- entre Cheney y las empresas de la energía (entre las que figuraba la difunta Enron). Pues bien, los demócratas han aprobado en la Cámara de Representantes una norma por la que se anulan las prebendas fiscales que los republicanos concedieron a las petroleras (alrededor de 14.000 millones de dólares a lo largo de una década, en subvenciones e incentivos fiscales), además de la renegociación de una serie de contratos de explotación firmados en 1998 (bajo Clinton) y que por errores de redacción permitieron a las petroleras una serie de explotaciones en yacimientos en el mar, sin tener que pagar derechos de explotación. Para que esta medida sea efectiva ha de pasar por la criba del Senado (donde la mayoría demócrata es mucho más precaria que en la Cámara) y, en última instancia, no ser vetada por el presidente.

Hay que seguir este asunto con mucha atención.

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