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Entrevista:Álvaro Siza | Arquitecto

"Siempre pierdo dinero al hacer una casa"

Anatxu Zabalbeascoa

El arquitecto portugués Álvaro Siza asegura que la polémica sobre el paseo del Prado, en Madrid, tras las protestas vecinales y de la baronesa Thyssen sobre la tala de árboles está zanjada, aunque reconoce que desde que se comenzó el proyecto han desaparecido 250 árboles. Siza dice que se recortará el tráfico privado, con la reducción de carriles, y que el ruido y la contaminación serán menores. El arquitecto, que diseña en la actualidad un nuevo barrio en Cáceres, sigue construyendo viviendas, como una manera de buscar un equilibrio entre lo grande y lo pequeño. "La casa es un género resistente a la innovación", dice este autor que está a punto de inaugurar un museo en Porto Alegre (Brasil).

"Para mantenerse en forma un arquitecto debe saber cambiar de escala con naturalidad"
" Cuando hago un edificio nunca pienso en el corto plazo, lo hago para siempre"

A punto de inaugurar el Museo Iberé Camargo en Porto Alegre (Brasil) y con el Centro de Tecnologías Avanzadas en Peñaranda de Bracamonte (Salamanca) ya funcionando, Alvaro Siza (Matosinhos, Portugal, 1933), que diseña un nuevo barrio para Cáceres, da por zanjada la polémica sobre el paseo del Prado que destapó la baronesa Thyssen al protestar por la tala de los árboles cercanos a su museo.

Pregunta. Por fin hay consenso para el Plan Especial del Prado. ¿El proyecto es mejor ahora?

Respuesta. Parece que hay un principio de acuerdo. En la presentación final de nuevo la gente se pronunciará. Pero no hay cambios fundamentales. Se ha recortado el tráfico privado. Y es evidente que si reduces el impacto del tráfico y las dimensiones de los carriles, consigues mejoras medioambientales. La nueva solución reduce el ruido, la contaminación, y aumenta la superficie paisajística y de arbolado.

P. ¿Aumentan los árboles?

R. Se reducen los carriles.

P. ¿Se mantienen los de la discordia?

R. Mantener es relativo. En el tiempo en que hemos diseñado el proyecto se han talado 250 árboles. Y eso es natural. Los árboles tienen su vida: nacen, crecen y mueren. Son un elemento vegetal en cambio perpetuo.

P. ¿Se talan entonces?

R. En lo sustancial, y respecto a los árboles no hay cambios. El impacto medioambiental se reduce eliminando parte del tráfico.

P. ¿Refuerzan los proyectos la flexibilidad o la firmeza de un arquitecto?

R. Los proyectos complejos que generan debate exigen ser corredor de fondo. No son un campo para velocistas.

P. ¿Gana la resistencia?

R. Gana el que mejor madura. La polémica en general significa dudas. Que alguien dude de tu idea te hace dudar a ti también. Uno vuelve a pensar para defender con convicción su propuesta.

P. ¿Estará preparada Atocha, que espera doblar el número de viajeros en cuanto funcione plenamente el AVE?

R. Tengo dudas, pero hay maneras de abordar un cambio. El aparcamiento para 3.500 automóviles en la estación es contradictorio con la filosofía del eje Recoletos-Prado, que busca reducir el tráfico privado y recuperar espacio para el peatón.

P. Arquitectónicamente, ha apostado por el largo plazo y la discreción en años que han visto pasar muchas otras opciones. ¿Eso le ha hecho dudar?

R. En una ciudad existen edificios públicos con gran protagonismo. La arquitectura debe reflejar ese protagonismo cuando éste es real, cuando el edificio es importante. Rodeando esos edificios, las ciudades tienen un tejido de casas repetitivo, compacto, y sin protagonismo. El tejido urbano no puede ser protagonista, es un fondo. Es absurdo tratar de competir. Claro que hoy en las ciudades se construyen nuevas zonas en altura. Y ahí todos, sean viviendas u oficinas, quieren ser protagonistas. Eso me parece una tendencia exagerada.

P. Incluso cuando ha hecho edificios protagonistas ha elegido el segundo plano.

R. Me ha interesado abrir los edificios representativos a la ciudad, conectarlos con ella. La luz, la flexibilidad, me han dictado cómo hacer los interiores y el contexto, cómo dibujar el exterior. Su carácter más o menos monumental depende del entorno en el que se han integrado. El Centro Galego de Santiago está junto a un magnífico convento, así que no se me pasó por la cabeza hacer algo agresivo.

P. Eduardo Souto de Moura dijo que sus edificios se ponían en un lugar con la misma naturalidad con la que los gatos duermen al sol. ¿Recurre a los campesinos al poner una casa en el paisaje?

R. Hoy hay una tendencia a tocar la naturaleza con una violencia que antes era impensable por imposible. Además, las ciudades siguen creciendo. Se extienden mientras la vida urbana se concentra. Se ha perdido el respeto por la topografía. Hoy la arquitectura sólo puede ser un compromiso entre la topografía y la tecnología. La técnica resuelve unos problemas. Pero trae otros. En Shangai, con veranos húmedos y muy calurosos, el abuso del aire acondicionado obligó el verano pasado a desconectarlo. ¿Estamos preparados para afrontar el calor sin tanta tecnología?

P. Exportó baja tecnología portuguesa cuando empezó a recibir encargos europeos.

R. En casi todos los países europeos coexisten las dos tecnologías. No creo que una sea mejor que otra. Las condiciones dignas de trabajo implican el uso de ciertas tecnologías. Hoy sería injusto, y nadie lo aceptaría, que los pedreros elevaran a mano o incluso picasen a mano la piedra.

P. Es uno de los pocos Premios Pritzker que sigue construyendo vivienda, ¿por qué?

R. Siempre pierdo dinero cuando hago una casa. Pero las hago por dos razones: en ningún otro encargo se da una relación tan directa con el usuario. Si alguien quiere hacer una casa contigo es que te quiere a ti de verdad. La otra razón es que en la ciudad hay siempre un equilibrio entre lo grande y lo pequeño. Y un arquitecto para mantenerse en forma debe saber cambiar de escala con naturalidad.

P. En Cáceres diseña, con Hernández León y Cavaco, un barrio con 4.900 viviendas. Lleva años haciendo vivienda social. ¿Cómo han evolucionado sus propuestas?

R. Ha cambiado el nivel de confort: el aislamiento técnico, o acústico. Se exige una calidad que no se pedía años atrás. Pero el espacio ha cambiado poco. Incluso se ha reducido porque ha aumentado la población que tiene el derecho constitucional a tener una vivienda.

P. ¿Los arquitectos de vanguardia saben hacer vivienda social?

R. La casa es un género resistente a la innovación. La contradicción de las vanguardias históricas es que vierten su interés renovador sobre un género conservador, como la casa. A los ciudadanos los experimentos en museos no les importan. Pero en la vivienda les afectan.

P. Lleva 40 años utilizando un lenguaje atemporal.

R. Construí viviendas en Berlín y la crítica preguntó dónde estaban los detalles y la sensibilidad que habían hecho famosa mi arquitectura. Expliqué que la atmósfera de la ciudad y la mano de obra berlinesa no podían resultar nunca en un edificio portugués. No es cierto que un arquitecto pueda tener un sello e imprimirlo en cualquier lugar.

P. Pero sus proyectos sí comparten una cierta gramática.

R. La idea futurista de destruir para construir no me gusta. Para mi es importante sentirme hilo conductor de la historia. Cuando hago un edificio nunca pienso en el corto plazo. Están hechos para siempre.

P. ¿Qué idioma debe hablar la arquitectura para durar?

R. Presto atención a la función de un edificio. Soy un arquitecto antiguo, un funcionalista. Con todo, el proyecto se desarrolla creando un distanciamiento respecto a esa mera función. Cuando está solucionada, me distancio. Trato de liberar al edificio de esa atadura para hacerlo vivir en el tiempo. El ejemplo más completo de esa manera de pensar es un convento. Los conventos han sido reutilizados para todo: hospitales, bibliotecas, ayuntamientos... Y siempre han funcionado. Cumplir con una función, pero ser capaz de liberarse de ese constreñimiento inicial es lo máximo que puede dar un edificio. Eso no tiene que ver con la versatilidad de la que hablan hoy. La polivalencia es un mal de nuestros días. La exigencia total de flexibilidad no es rigor, es ambigüedad.

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