El presidente estudia la guerra de Argelia
El historiador Horne, cuyo libro lee Bush, ve afinidad entre el conflicto iraquí y el norteafricano
Hace tres años el Pentágono organizó pases privados de La Batalla de Argel. De la famosa película del director italiano Gillo Pontecorvo, rodada hace 42 años, que narra la insurrección argelina contra el colonialismo francés, los militares norteamericanos encargados de operaciones especiales podían sacar algunas conclusiones aplicables a Irak.
Ahora es el propio presidente George W. Bush quién se ha puesto a estudiar la guerra de independencia de Argelia. Entrevistado, el 20 de enero, en el programa televisivo 60 Minutes, señaló que estaba leyendo A Savage War of Peace: Algeria 1954-1962 (Una Guerra Salvaje de Paz: Argelia 1954-1962) del historiador británico Alistair Horne, de 81 años, que en su juventud fue militar.
La más deleznable similitud entre ambas guerras es, para Horne, el uso de la tortura
Al presidente se lo recomendó Henry Kissinger, el ex secretario de Estado, sobre el que Horne está escribiendo una biografía. Publicado en 1977 -en España lo editó Bruguera- el libro estaba agotado y algunos ejemplares se vendían en Internet en EE UU a 100 dólares porque prácticamente se había convertido en un libro de texto para militares estadounidenses.
Estimulada por su éxito en la Red, la editorial de la revista New York Review of Books sacó, en otoño, una nueva edición de bolsillo. Es la que lee Bush.
"Hay, a grandes rasgos, cuatro puntos en común entre la guerra de Argelia y la de Irak", subraya Horne en una conversación telefónica desde su casa de Turville, cerca de Oxford.
"El primero es que, ante la superioridad militar del ocupante o del invasor, el Frente de Liberación Nacional (FLN) o los insurgentes concentran, en buena medida, sus ataques sobre la policía indígena, la Administración local etcétera provocando deserciones y desmoralización en sus filas". "En lugar de perseguir a los rebeldes, el Ejército extranjero se dedica a proteger a sus colaboradores indígenas".
La porosidad de las fronteras es, según Horne, la segunda gran similitud. "A través de las de Túnez y Marruecos el FLN recibía armas y a los insurgentes iraquíes les llegan a través de Siria e Irán", insiste.
La más deleznable afinidad entre ambos conflictos es para Horne el empleo de la tortura. "Occidente nunca debe recurrir a la tortura y no sólo por razones morales", recalca. "Su uso no permite obtener informaciones válidas y constituye un regalo al enemigo cuya propaganda le saca el máximo partido", prosigue.
"El FLN lo hizo", recuerda Horne, "con el apoyo de intelectuales como Jean-Paul Sartre con consecuencias devastadoras para el ánimo de la sociedad francesa". "Los adversarios iraquíes de EE UU también lo hicieron ayudados, por ejemplo, por las imágenes de la cárcel de Abu Ghraib que las televisiones árabes vía satélite propagaron rápidamente con repercusiones también demoledoras".
Horne envió su libro en 2005 al entonces secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, que le abrió algunos archivos del Pentágono para que investigase sobre Kissinger. Le mandó subrayados párrafos enteros sobre la tortura practicada por el Ejército francés.
"Como usted sabe", le contestó enseguida Rumsfeld en un correo electrónico, "EE UU nunca emplea la tortura en Irak". El historiador le respondió, a su vez, insistiendo en el "carácter inmoral, contraproducente y catastrófico, desde un punto de vista mediático, de esas exacciones". Rumsfeld le escribió entonces: "Usted y yo compartimos la misma opinión".
"Cómo salir del avispero es el cuarto punto en común entre Argelia e Irak", recalca el historiador. En la guerra de independencia murieron un millón de argelinos y 20.000 franceses. Pese a ganar militarmente el general "Charles de Gaulle salió de allí entregándolo todo -incluida la repatriación del millón de pieds noirs franceses afincados en Argelia- y quedándose en calzoncillos".
Horne no se arriesga a vaticinar que Bush o su sucesor en la Casa Blanca seguirán en Irak la senda de De Gaulle. ¿Se atreve a darle algún consejo? "Que de la historia se pueden sacar muchas lecciones", contesta con cautela. "Y la primera hubiese sido que tenían que pensárselo dos veces antes de adentrarse en Irak". ¿Alguna otra recomendación? "¡Que cierre ya Guantánamo!".
Para acabar de instruirse acaso deba leer Bush los discursos que pronunció el socialista francés Guy Mollet antes de acceder, en 1956, a la jefatura del Gobierno. Tachaba entonces la aventura colonial de "guerra estúpida y sin salida". Aún duraría seis años más.
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