La parálisis de Bush
Muy difícil es imaginarse una situación peor para un presidente norteamericano que los días pasados en que George W. Bush ha tenido que preparar su discurso sobre el estado de la Unión que pronunció el martes ante el Congreso. Mil vergüenzas que cubrir, escasos resultados positivos reales de que presumir y menos ilusiones que ofrecer son poca cosecha. A menos de dos años de su partida, su incapacidad para movilizar un mínimo de confianza parece ya irreversible.
En su llamamiento anual a la nación, centrado principalmente en la agenda política interior, ha pedido confianza a los norteamericanos para reformas sociales y económicas. Ha puesto especial énfasis en una cuestión tozudamente olvidada durante toda su presidencia, como es la diversificación de los suministros energéticos y la conservación del medio ambiente, algo que difícilmente tendrá repercusión alguna durante lo que queda de su mandato, pero que allana el camino para las próximas elecciones presidenciales, en las que el calentamiento global será un tema de primer orden. También ha pedido colaboración a una mayoría demócrata que difícilmente olvidará el desprecio con que fueron tratadas sus propuestas durante años y que sólo podrá dárselo, probablemente, en sus propuestas de política de inmigración.
En política exterior es evidente que ya sólo podía recurrir a las sempiternas apelaciones a la emoción y al sentimentalismo patriótico. Pero también parece tarde hasta para esto. El balance de su agresiva campaña de modificación del mapa político internacional que lanzó tras el atentado del 11-S es perfectamente demoledor. Jamás EE UU ha sido tan odiado y ha gozado de menos aliados como ahora. El desmoronamiento de los sueños de un éxito en Irak es de las peores catástrofes políticas, estratégicas y militares sufridas por la gran potencia en sus más de dos siglos de historia. El balance de víctimas iraquíes ya se ha disparado de forma vertiginosa y el de soldados norteamericanos no deja de crecer. Y los sondeos y el ánimo revelan que el nuevo plan de Bush de aumentar la presencia militar en partes de Irak ha sido recibido como un plan que llega tarde, corto y mal.
El séptimo discurso de la Unión desde que llegó al poder es el primero de Bush ante un Congreso dominado por un Partido Demócrata que se prepara para desahuciarlo y que lo tiene ya definitivamente considerado como el peor presidente de EE UU en muchas décadas.
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