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Los ultranacionalistas confían en ser la fuerza más votada en Serbia

Los radicales de extrema derecha se disputan la victoria con el Partido Democrático

Guillermo Altares

Aunque sus posibilidades de formar Gobierno son prácticamente nulas, el Partido Radical Serbio (SRS), ultranacionalista, ultraderechista y reclutador de paramilitares que participaron en las guerras de la antigua Yugoslavia, confía en volver a convertirse en la fuerza más votada en el Parlamento. En 2003 logró un 28% de los votos, y ahora, en los comicios legislativos serbios del domingo, espera repetir ese resultado por encima del europeísta Partido Democrático (DS), con el que se disputa codo con codo la victoria, según las encuestas.

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Pero la estrategia de su vicepresidente y principal dirigente, Tomislav Nikolic, va más allá: su cálculo es que, tras la independencia de Kosovo, que será decretada por la comunidad internacional en las próximas semanas, Serbia entrará en una profunda crisis política, que provocará que el más que probable Gobierno de coalición entre nacionalistas moderados y europeístas se parta y entonces sí logre alcanzar el poder. Casi todos los analistas piensan que estos cálculos son erróneos, pero si se cumpliesen Serbia se hundiría en una profunda crisis y, desde luego, se alejaría de cualquier perspectiva europea.

"Los radicales están intentando rebajar su discurso; pero es un partido extremista por naturaleza. Ya lo han hecho otras veces y siempre han acabado por volver a endurecerlo", explica el analista de la revista Vreme Dejan Anastasijevic, uno de los más lúcidos observadores de la vida política serbia.

En el vestíbulo de la sede del SRS, a pocos metros del Danubio, en el agradable barrio belgradí de Zemun, se exhiben las obras completas de su líder y presidente, Vojislav Seselj, encarcelado en La Haya acusado de crímenes de guerra por incitación al odio y a la limpieza étnica. Es él quien aparece en los carteles electorales y Nikolic, que llegó a ser vicepresidente de Serbia bajo Milosevic, lleva siempre una chapa con su rostro.

Los títulos de las obras de Seselj no dan lugar a engaño, ya que retoman las obsesiones eternas del ultranacionalismo serbio: El enfrentamiento con los inquisidores de La Haya, La UE es una criatura satánica o La curia romana siempre sedienta de sangre. Todos, eso sí, superan las 500 páginas.

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El analista Anastasijevic desvela el título del siguiente, a punto de salir: Kostunica es la puta de Carla. La referencia al primer ministro serbio, el nacionalista moderado Vojislav Kostunica, y a la fiscal del Tribunal de La Haya, Carla del Ponte, es bastante explícita. "Su única forma de llegar al Gobierno sería con el apoyo del partido de Kostunica y no parece que este tipo de libros sea el mejor camino", asegura el periodista de Vreme.

Casi todas las fuerzas políticas serbias comparten la misma negativa a aceptar la independencia de Kosovo, provincia serbia de mayoría albanesa administrada por la ONU desde 1999, que recibirá con toda probabilidad la independencia en las próximas semanas por parte del Consejo de Seguridad.

Temas sociales

Por eso los radicales han centrado su campaña en los temas sociales. La larga noche del ultranacionalismo, las guerras que partieron a la antigua Yugoslavia, los bombardeos de la OTAN, la mafiocracia que acompañó a Milosevic en el poder dejaron a Serbia en la ruina.

Ahora, con crecimientos del 6% anuales, su economía comienza a recuperarse; pero la vida para gran parte de la población es dura. Y en el terreno de las promesas de seguridad, del regreso a los tiempos gloriosos de Yugoslavia, los radicales se mueven como pez en el agua. El hecho de que la comunidad internacional aceptase retrasar, hasta después de las elecciones, la presentación del plan para el futuro de Kosovo -que incluirá la palabra independencia, aunque sea condicionada- por temor a los réditos políticos que podían sacar los ultranacionalistas, demuestra que éstos siguen siendo un peligro para la estabilidad de Serbia.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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