"No he claudicado de ninguno de mis postulados"
Alfonso Sastre (Madrid, 1926), reconocido dramaturgo que en el franquismo se le identificaba con el Partido Comunista (por lo que sufrió persecución, censura y cárcel), y en la normalización democrática, con los movimientos abertzales e independentistas del País Vasco, está inmerso, una vez más, en una de sus acostumbradas paradojas. Aunque en posesión de una notable obra narrativa, poética, ensayística y teatral, hasta el punto de estar considerado el dramaturgo español vivo de mayor relevancia, no es habitual que se le represente y él es el primero que se pregunta cómo siendo tan importante no se le estrena. Parece que esa dinámica se rompe. La semana que viene se suceden homenajes, estrenos, jornadas y actos en torno a una actividad que inició con 19 años, cuando creó con otros inquietos el grupo Arte Nuevo.
"El ser humano tiene dos ejes: agonía y praxis. No quiero retratar sólo seres agónicos"
"¡Quizá tendría que iniciarse [en Euskadi] un verdadero proceso de paz!"
Pregunta. ¿Desde entonces qué se ha dejado por el camino?
Respuesta. He ido incorporando algunas cosas y he renunciado a otras como la idea de un teatro popular de masas. Pero en teatro todo es muy paradójico, a lo mejor la marginación que he sufrido a veces ha sido positiva ya que acomodarse a algo puede determinar una reducción del talento.
P. Su teatro, su vida, han estado marcados por compromisos estéticos, existenciales, políticos... ¿Dónde sitúa hoy esos compromisos?
R. Sigo siendo un autor comprometido. No he claudicado de ninguno de mis postulados. Nací al teatro influido por los aspectos agónicos del ser humano, vinculados al existencialismo. Luego descubrí el marxismo y las posibilidades de que el teatro intervenga en la vida social, pero nunca abandoné esa angustia existencial. Creo que el ser humano tiene dos ejes: la agonía y la praxis. No quiero retratar sólo seres agónicos, como Beckett, que crea personajes ciegos al curso de la historia. Yo deseo salvar la posibilidad optimista de que las sociedades, a través de la praxis revolucionaria, lleguen a mejores formas de convivencia.
P. Entonces, en contraposición a Beckett, ¿rechazaría también a Bertolt Brecht?
R. Efectivamente; he sido un admirador de Brecht, pero con reservas porque eludía esos aspectos agónicos subrayando sólo los prácticos e históricos, con un cierto activismo optimista y sin ninguna delectación en hechos como la muerte. Prefiero la ambigüedad de mi repertorio.
P. Ambigüedad y eclecticismo que le han llevado del teatro social al policiaco pasando por el de terror o sus conocidos cuadernos a modo de diarios. ¿Política y socialmente, también está marcado por esa apertura?
R. Cuando llegué al País Vasco en los setenta descubrí que había grupos que no aceptaban cómo se producía la transición e insistían en la necesidad de una ruptura democrática, sueño abandonado por gran parte de la izquierda antifranquista, ya que de lo contrario el sistema dictatorial iba a sobrevivir bajo formas democráticas. Conformarnos con una monarquía era abandonar una de nuestras ilusiones democráticas más queridas, la República, por lo que nos fuimos quedando
[él y su mujer, la editora Genoveva Forest]. Allí he sido y soy votante de la izquierda abertzale, aunque no pertenezco a ninguna organización, porque quiero tener una posición reflexiva sobre lo que ocurre en cada momento y a veces cuesta saber qué pensar.
P. ¿Y qué piensa?
R. Es difícil ser optimista, porque los componentes que motorizan tanto una posición como la contraria son de tipo patriótico y, por tanto, difícilmente reductibles al campo de un discurso meramente racional. Muchos vascos no se sienten españoles y por otro lado existe un nacionalismo español también difícilmente manejable y no hablo del Partido Popular, que es un partido completamente cerrado a la inteligencia, con una noción de patriotismo nacionalista exacerbado, sino de otros sectores que difícilmente aceptarían que el País Vasco contemple la independencia como una opción política legítima, al margen de que se produzca, pero no sé si hay una decisión muy fuerte de que el proceso de paz se reanude a pesar de todo.
P. ¿A pesar de los muertos?
R. Ha sido tremendo romper la tregua de esa manera y con la desdicha de dos muertes. Uno se queda en suspenso sin saber qué decir.
P. ¿Qué reivindica para el hombre y la mujer de hoy?
R. Lo mismo de siempre, un proyecto socialista con una intención a largo plazo de una sociedad comunista, la utopía es posible... No se trata de luchar por lo imposible, sino por lo imposibilitado, no niego nada de antemano, ni la existencia de Dios, a pesar de ser ateo. Lo importante es reducir el campo de lo imposible, y entre otras cosas ahí estaría el proyecto comunista, pero no como se hizo en el siglo XIX.
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