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Reportaje:

Un surtidor cristalino

Un equipo catalán de 24 personas coloca una por una las piezas de vidrio del monumento a las víctimas del 11-M en Atocha

El ritmo que acompasa el despliegue de las obras del monumento a las víctimas del atentado terrorista del 11 de marzo de 2004 en Madrid permite preludiar que el gran hito cristalino podrá ser inaugurado en el tercer aniversario de aquel hecho, dentro de dos meses. Así lo expresan los miembros del equipo de arquitectos FAM, que ganó el concurso para erigirlo y que recordará las 191 vidas segadas entonces en cuatro enclaves del trayecto ferroviario de Cercanías en el sureste de Madrid.

La cobertura negra que preside hoy la plaza alberga un laboratorio de temperatura estable
La sala de visitantes tendrá color azul cobalto y cromatismo variable, según el sol

El público que hoy transita por la madrileña glorieta de Atocha no puede ver aún lo que dentro se levanta, por hallarse su interior velado por un gran toldo rectangular de color negro. Este ámbito es un verdadero laboratorio in situ: su temperatura constante, de 25 grados centígrados, permite laborar con el material vítreo y acrílico que conforma el monumento.

El hito, en fase aún de construcción, se encastra en un agujero sobre el firme de la glorieta de Atocha que, durante los pasados meses ha sido horadado para conectar un recinto subterráneo destinado a los futuros visitantes con el monumento propiamente dicho. Éste gozará de una potente presencia, visible desde todo el contorno, con luminosidad tornadiza a lo largo de la evolución del sol. Medirá 11 metros de altura por ocho de anchura, con forma de lágrima y base circundada por un murete de 70 centímetros; estará compuesto por 15.000 piezas compactas de vidrio en forma de oreja, de siete centímetros de espesor, por 30 de longitud y 20 de anchura; las piezas, cuyo diseño es cóncavo por la parte superior y convexo por la trasera, permiten el cerramiento completo de las hiladas. Cada elemento vítreo se engarza con el anterior y es a su vez engarzado por la posterior; entre hilada e hilada se aplica un gel acrílico adherente que impregna las junturas y coadyuva a mantenerlas establemente unidas.

Precisamente este pegamento fue el causante de un problema -"hoy ya superado", matiza una fuente del equipo de arquitectos- consistente en el riesgo de que alteraciones de temperatura, dada la sequedad de la atmósfera madrileña y los elevados calores estivales, pudieran mermar el rendimiento del gel y debilitar el necesario hermetismo de su cierre. Para solventar tal problema hubo que transitar por un minucioso proceso de análisis del comportamiento de hasta ocho tipos de pegamentos en laboratorios de Dragados -la compañía constructora- y en organismos municipales y gubernamentales. El pegamento elegido, acrílico, cura (fragua) gracias al impacto de rayos UVA.

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Hasta 24 personas trabajan específicamente en turnos de día y de noche en la colocación de las piezas de vidrio que configuran el monumento que, desde el mes de noviembre de 2005, es erigido frente a la estación ferroviaria de Atocha. Los muratori, constructores del paramento, pertenecen a un equipo catalán, denominado Bellapart, y su tarea consiste en ir construyendo la vítrea pared monumental, hilada tras hilada, desde andamios elevables que permanecen anclados en el suelo de la sala desde la cual, los futuros visitantes podrán contemplar el interior del recinto. Hasta el momento, se han levantado ya siete metros, aproximadamente, de paramento vítreo desde el suelo de la plaza y su elevación prosigue a buen ritmo.

La sala básica, de unos tres metros y medio de profundidad desde la rasante del firme de la plaza, tiene unas dimensiones de unos 500 metros cuadrados de superficie y su forma es rectangular. Antes se hallaba dividida entre una oficina de Caja Madrid, un estanco y un almacén, las tres instalaciones de la estación ferroviaria que fueron desmanteladas para alojar el acceso y el recinto del memorial.

El monumento se concibe como un conjunto orgánico, con dos ámbitos diferenciados pero interconectados mediante una continuidad cromática y simbólica: el área que albergará a los visitantes y la oquedad que, desde su interior subterráneo, permitirá a los asistentes leer, hasta unos 15 metros de altura, numerosas inscripciones seleccionadas de entre los miles de mensajes con los que madrileños y forasteros homenajearon espontáneamente a las víctimas de aquel atentado.

Los lemas inscritos con unos caracteres de una sustancia especial, adherente y visible, decorarán el interior del hito que, a través de sus paredes vítreas, adentrará la luz solar e iluminará la base del recinto.

En el acceso y la sala de visitantes, las paredes quedarán revestidas de una cobertura de DM, un panel compuesto a base de madera, decorada con una pátina azul cobalto de intensidad cromática cambiante. Los nombres de las víctimas irán inscritos sobre un prominente peto de cristal iluminado.

La coloración de la sala, resonante con la cúpula cristalina, variará con la irradiación solar. Esta sintonía cromática, ideada como una invitación a la reflexión y al recuerdo ensoñado, envolverá al visitante desde el mismo momento en que cruce el umbral del monumento.

El tercer aniversario del 11-M permitirá evocar su dolor con el destello cristalino de un mar de lágrimas y de recuerdos.

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