_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Tristeza y naranja

Íbamos a cruzar el umbral del año buscando, no sin dificultades, la convivencia pacífica, y tropezamos todos con el estruendo asesino de los explosivos que preparó la irracionalidad, y que se llevó por delante la vida joven de un valenciano reciente, de cepa hispana y rasgos de pobreza andina. Un penoso adiós al año viejo y una triste entrada en el nuevo. Aquí no tan sólo se echó a faltar la nieve durante las últimas semanas, que eso no tiene demasiada trascendencia, sino que también faltó la alegría. Mata el absurdo, y contra lo repugnante y disparatado de la irracionalidad violenta, poco pueden los buenos y racionales modos de los Rubalcaba o los Rodríguez Zapatero. Por esa razón el vecindario no entiende el poco cómico espectáculo de la desunión en tema y preocupación tan importante, es decir, no entiende que la derecha o el centro derecha, como a ellos gusta definirse, no estén en esta cuestión detrás de los Rubalcaba y los Rodríguez Zapatero, olvidándose de los colores de su propio partido político. Al cabo, fue ayer mismo cuando tantos nos pusimos detrás de Aznar y sus ministros, porque habían segado la existencia de Miguel Ángel Blanco o por cualquier otra trágica circunstancia, que nos exigía estar unidos y que nos olvidásemos de esta o aquella preferencia política o partidista. Por la paz y contra la violencia de la irracionalidad tiene uno que manifestarse del brazo del vecino, de derechas de toda la vida, o de la plomiza vecina, apasionada por los programas rosa de la televisión. Claro como una lámpara y simple como un anillo, que escribió el poeta. Con todo lo relacionado con los estruendos violentos de los irracionales ni se puede jugar ni se puede desunir, y menos por electoralismo. En otros ámbitos de la vida cotidiana o pública, donde tampoco suele escasear el disparate, que cada cual tome su senda.

Porque el disparate parece en ocasiones como instalado cómodamente en el ámbito de nuestra vida pública. Suele tener por lo general tintes cómicos y trazos esperpénticos: empujan hacia la hilaridad, las más de las veces, antes que a la reflexión. Y el nuevo año, año electoral y electoralista, nos ofrecerá a buen seguro un buen ramillete de dislates. Sin ir más lejos y a guisa de ejemplo: el jueves doce de enero del año del Señor de 2007, apenas el mencionado año discurrió el corto trayecto de una semana, se manifiestan unos miles de airados agricultores porque les pagan un precio irrisorio por sus cítricos, y los consumidores desembolsan por unos quilos de naranjas unos precios astronómicos si se comparan con el dinero que recibió quien las produjo. Añádase al enfado, el cabreo con quienes revientan el mercado y los precios, o quienes importan de terceros países con bajos costes de producción. Eso fue en la capital de La Plana, y el problema no es nuevo y se arrastra temporada tras temporada, lamento y queja, tras queja y lamento, de nuestros cada vez más escasos labradores. Vicent Goterris, secretario de la Unió de Llauradors i Ramaders de Castelló, que es serio y está en el tema, viene a decir de forma clara y explícita que el 25% del suelo cultivado será abandonado por los agricultores si persiste una situación en la que los cultivadores de cítricos no tienen garantizado ni el presente ni el futuro. Urgen dicen con toda razón una ley de comercio que regule el mercado y unos seguros agrarios que garanticen unos ingresos que permitan el trabajo agrícola y la subsistencia, que permitan que no se sequen ni se arranquen los naranjos. Eso lo dice Goterris y no anda falto de razón. Otros agricultores y valencianos como Goterris, por donde Orxeta, andan interesados por la venta de sus campos y cultivos de huerta, por probar la tarta del PAI residencial y turístico. Y unos terceros, los presidentes autonómicos de las comunidades de Murcia y Valencia, ceremoniosamente, porque el tema de las frutas y verduras es serio, se dirigen a Bruselas, solicitando la prohibición de nuevas plantaciones de cítricos en los países mediterráneos de la Unión, porque la naranja danesa no es competitiva. No sabemos si los autonómicos presidentes Camps y Valcárcel, intentan solucionar el problema de labradores como Goterris, la falta de renta de las naranjas. O quizás están pensando en los interesados agricultores de Orxeta o del campo de Cartagena, que miran de vender sus huertos y sacarle su pequeña tajada al PAI. Aunque quizás todo se reduzca al disparate electoralista de siempre en año electoral. Comienzo triste del año y triste naranja.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_