Salvadores de la fresa
Francisco Callejo Hernández es un empresario y agricultor de 47 años de Huelva. Ha sido testigo del cambio que ha sufrido el terreno de seis hectáreas donde cultiva fresas cerca de Palos de la Frontera. De contratar a temporeros de Sevilla, Cádiz o Córdoba, Callejo tuvo, como la mayoría de los agricultores onubenses, que contratar trabajadores de Polonia, Rumanía o Bulgaria. "Los españoles dejaron de interesarse por el campo hará ocho o diez años. La mayoría prefiere trabajar en la construcción", dice el agricultor.
"Sin trabajadores, el campo se hundía. Por eso fuimos a contratar en origen en el este de Europa. Yo fui uno de los primeros en traer polacas. Era el año 2000 y vinieron seis", comenta. Desde entonces, Callejo, que pertenece al sindicato COAG, ha contratado, sobre todo, inmigrantes.
Gheorghe Traian, rumano de 38 años, trabaja desde hace casi un lustro en España. Dejó su país y su empleo de conductor de maquinaria en la construcción de carreteras por el bajo sueldo que recibía. "Muy poco, muy poco", afirma sin atreverse a decir cuánto exactamente. Tras un periplo que le llevó de Rumanía a las Canarias, donde trabajó en la construcción de invernaderos para el cultivo de plátanos, Traian recaló en Huelva con su mujer. Ambos trabajan desde entonces en la explotación de Callejo. En Huelva, la pareja cobra según lo estipulado en el convenio laboral: algo más de 34 euros por día trabajado (unas seis horas de labor).
Pero tras seis buenos años de contrataciones de inmigrantes, 2007 se presenta preocupante. Rumanía, el principal exportador de mano de obra, no está poniendo las cosas fáciles. La asociación más importante de productores, Freshuelva, sólo ha podido contratar a unas 3.000 personas de las 10.000 que tenía previstas traer de Rumanía. Freshuelva apunta, como posibles soluciones, buscar mano de obra en Polonia -que tiene libertad de contratación- o en Marruecos. También se estudia la posibilidad de contratar en Senegal.
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