_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La ejecución de Sadam, mal presagio para 2007

Para hacer de Sadam Husein un mártir, para hacer del verdugo una víctima y del déspota un santo, hacía falta nada menos que la loca y torpe inconsciencia de los estadounidenses. Mejor dicho: de un Gobierno estadounidense al que por fin han vuelto la espalda sus ciudadanos.

Pero, para el mundo suní, y no sólo -podemos estar seguros de ello-, son los estadounidenses los que han permitido e incluso organizado la ejecución de Sadam Husein, tras un proceso chapucero, sectario y, en la forma, completamente ilegal.

Esas hordas de chiíes fanáticos y llenos de odio que quisieron impedir que el condenado a muerte rezara por última vez son muestra de una ceguera primitiva. Y, mientras tanto, para celebrar la fiesta de Aid el Kebir, los fieles degollaban sus corderos en recuerdo de la decisión de Dios de no sacrificar al hijo de Abraham. La cabeza del tirano que, al desplomarse, simboliza el sacrificio, no es muy distinta a la del cordero degollado. Ya estoy oyendo a los aliados de George Bush decir tranquilamente que las autoridades estadounidenses de Bagdad han querido que los iraquíes se las arreglaran entre ellos. Es, más o menos, lo mismo que dijo Sharon cuando permitió que las milicias maronitas vengaran a su presidente asesinado con la matanza de los palestinos de Sabra y Chatila en 1982. Es, además, olvidar -y qué olvido tan cínico- que los grandes ideólogos y la gloriosa estrategia de los Bush, Rumsfeld, Cheney y demás pretendían construir la paz al liberar por completo al pueblo iraquí de la dictadura.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Es evidente que los kurdos se consideran suficientemente liberados y autónomos y no se sienten tentados por la barbarie. Pero lo que está sucediendo entre los chiíes, que era previsible, no es achacable, en definitiva, más que a la irresponsabilidad del ocupante. Lo que hoy está ocurriendo -la guerra civil- tiene de escandaloso que suscita cierta añoranza del orden totalitario y sangriento de Sadam Husein y desacredita todas las ambiciones democráticas llegadas de Occidente. Quienes dicen que hemos pasado una página y que la sangre se seca enseguida suelen tener razón, porque la historia no es solamente trágica, es cínica. Pero en esta ocasión no está tan claro.

Es posible que, por temor a los iraníes, los gobiernos árabes se vean empujados a aproximarse a Estados Unidos, país que detestan, e incluso que descubran intereses comunes con Israel. Ahora bien, en ese caso, su divorcio de la opinión pública de sus países puede llegar a ser explosivo. Habrá tentaciones de guerra santa, no contra los infieles y los cruzados, sino contra todos los herejes o supuestos herejes en los diversos campos musulmanes enfrentados. Algunos personajes árabes, sobre todo en Arabia Saudí y Egipto, han decidido que no son sólo los estadounidenses, sino también los iraníes, los que están detrás de las muestras de odio desencadenadas con motivo de la ejecución de Sadam Husein.

Se equivocan, sin duda. A los iraníes, más bien, les interesaba que llegase la paz a un Irak dominado por chiíes y que ellos pudieran controlar. ¿Pero cómo van a desempeñar hoy ese papel pacificador al que les han invitado sucesivamente Jacques Chirac, Romano Prodi y James Baker?

Este año de 2007 se abre en una confusión sangrienta, como bautizado, en esa zona del mundo, por una maldición.

Jean Daniel es director del semanario francés Le Nouvel Observateur. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_