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Moscú cierra el grifo

La decisión de Gazprom de pasar a cobrar precios de mercado por el combustible y abandonar una práctica que equivalía a subvencionar a algunos antiguos países soviéticos ha traído bastantes problemas a Rusia, sobre todo de imagen. Esto quedó de manifiesto el año pasado, cuando Moscú tuvo con Kiev un problema similar al que lo acaba de enfrentar a Minsk. Pero entonces, después de que Gazprom subiera bruscamente el precio del gas, no se llegó a un acuerdo a tiempo y Rusia cerró el grifo que lleva el gas a Ucrania. Como resultado, Kiev optó por apropiarse de parte del combustible que corría por su territorio con destino a países de la Unión Europa.

Esto provocó un déficit en los suministros de gas a varios países europeos. Ucrania acusó a Rusia de utilizar el gas como arma política y de castigar con los altos precios al régimen de Víktor Yúshenko, entonces claramente proeuropeo y proatlantista. Todo esto dañó seriamente la imagen de Rusia en el extranjero.

Argumentos semejantes ha esgrimido Georgia, que ahora debe pagar 235 dólares por cada mil metros cúbicos de gas ruso. Moscú también ha tenido problemas con Azerbaiyán, que ante un alza igual a la de Georgia -de 110 a 235 dólares-, advirtió de que dejaba de comprar gas al monopolio ruso. Además, el presidente azerbaiyano, Ilham Alíyev, dijo que tendría que dejar de exportar petróleo a través de Rusia, ya que necesitaría ese crudo para producir la electricidad que antes generaban con gas.

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