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Una oferta desbordante en medio de las peores profecías

Diego A. Manrique

Si alguien necesita una cura de humildad, nada como encargarle una lista de, digamos, lo mejor del año en música pop internacional. Sencillamente, es imposible mantener la pose de omnisciencia tan propia del periodismo cultural. De principio, la oferta resulta desbordante. Los profesionales de las profecías se deleitan en proclamar el final de la industria del disco y ésta responde tirando la casa por la ventana: nunca se ha editado más música. Eso significa que los artistas en activo deben competir con las grabaciones de todo el siglo XX: muchas de las reediciones tienen una imbatible relación calidad/precio y están mejor razonadas -cuentan extraordinarias historias- que los últimos lanzamientos, que son argumentos en desarrollo.

La oferta es abrumadora pero incompleta. Dato esencial: en España, buena parte de los medios y las discográficas tienen una sensibilidad indie. Determinadas músicas simplemente son ignoradas: el reggae, el moderno R&B, el country (pero sí llegan oleadas de alt.country, su versión indie).

En la clandestinidad, se mantienen géneros tan universales como el heavy metal o incluso el hip-hop. Respecto al origen, el desprecio por lo que no encaje en los patrones anglosajones es casi total, aunque ocasionalmente se celebren discos de Brasil o Francia; uno podría pensar que hoy no se toca música en Italia o que Portugal es un parque temático dedicado al fado.

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