Tango finlandés
A veces el universo creativo ofrece hechos tan curiosos como el que se vivió en el pasado Festival de Cannes con dos de las películas favoritas a la Palma de Oro: Volver, de Pedro Almodóvar, y Luces al atardecer, de Aki Kaurismäki. Una ambientada en la árida La Mancha, la otra en el gélido Helsinki, ambas utilizan el tango de Carlos Gardel y Alfredo Le Pera que da título a la cinta española para ilustrar la pena, la soledad y el desamparo de sus protagonistas. "Volver, con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien" canta Penélope Cruz (con la voz de Estrella Morente) mientras pasea su desgarro. Asimismo, el célebre Gardel pone voz en la secuencia inicial de la película finlandesa a la solitaria ronda nocturna del guarda jurado protagonista. La tristeza, la música y el arte son, evidentemente, universales.
LUCES AL ATARDECER
Dirección: Aki Kaurismäki. Intérpretes: Janne Hyytiäinen, Maria Järvenhelmi, Maria Heiskanen, Ikka Koivula. Género: drama. Finlandia, 2006. Duración: 74 minutos.
Buena parte del cine de Kaurismäki tiene espíritu de tango. De modo que no resulta sorprendente que utilice esta música con asiduidad en su obra. Soledad e incomunicación son dos de sus señas de identidad, particularidades que se repiten en la peculiar y rotundamente triste Luces al atardecer, donde el autor muestra su habitualmente minimalista puesta en escena, en la que apenas caben un puñado de movimientos de cámara y un par de zooms. El laconismo del protagonista se desarrolla a través de planos fijos y los intérpretes (como en las películas de Robert Bresson o Karl Theodor Dreyer) casi nunca se miran a los ojos mientras hablan ni mueven un solo músculo de la cara. Al tiempo, los colores, los encuadres y hasta los personajes parecen recién salidos de una pintura de Edward Hopper.
Elipsis
Como en Ariel, película de 1988, el director muestra a un antihéroe engañado por una banda de delincuentes que termina con sus huesos en la cárcel. Quiere alcanzar la felicidad, pero cada pequeña actuación le lleva directamente al desastre. Hasta que llega un punto en el que el conformismo parece adueñarse de su voluntad. Mientras, un soterrado humor, también característico de su autor, hace acto de presencia, pero siempre fuera de campo y de forma esencialmente ingenua, como si de un gag de los inicios del cine mudo se tratase.
El cine de Kaurismäki casi nunca es fácil y la extrañísima utilización de las elipsis narrativas es el mejor ejemplo de ello. En determinadas ocasiones, el creador finlandés muestra los hechos que casi todos los demás autores eliminarían y en cambio descarta los que casi todos muestran. Sus películas requieren un esfuerzo por parte del espectador, que deberá introducirse en un universo tan particular como silencioso, tan metafórico como conscientemente marginado. Pero el que logre conectar con sus aparentes perdedores de alma resistente, con sus frentes marchitas, no se arrepentirá del sacrificio.
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