"Soy un músico ecléctico con un gusto universal"
A los ocho años dirigió su primer concierto; a los 76, Lorin Maazel ha dirigido más de 150 orquestas. Ahora está al frente de la Filarmónica de Nueva York y de la Orquesta del Palau de les Arts de Valencia. Con esta última participó en "un milagro", según palabras del también violinista y compositor: estrenar Don Giovanni hace 12 días tras la grave avería que ha inutilizado toda la temporada la maquinaria escénica del nuevo y muy costoso teatro de la ópera. "Son cosas que suceden", apunta. Maazel echa un capote al Palau y recuerda los problemas de la Ópera de Sidney o del Metropolitan, que empleó dos meses para arreglar una plataforma con perforación de un túnel incluida cuando la solución radicaba en un simple tornillo.
"Empecé en recitales y pude hacer carrera como solista, pero encontré que el repertorio para violín era muy limitado"
"Son cosas que suceden", afirma el director sobre la grave avería del Palau de les Arts, al tiempo que recuerda problemas en otros teatros
Con ademanes elegantes y pausados, Maazel asegura que mantener la motivación es "imperativo para quien ha nacido para ser músico". Pero, en realidad, él quiso ser escritor: "Cuando fui a la universidad tras dirigir más de cincuenta conciertos, pensé en cambiar de profesión. Estudié Filosofía, Economía, Diseño y Literatura. Había decidido ser escritor". Y llegó a escribir "cosas". "Pero me gustaba ya mucho la literatura y me di cuenta en seguida de lo mediocre que era", apostilla el músico que nació en Francia y se trasladó a vivir muy pronto a EE UU con sus padres.
No le ha ido mal. Maazel está considerado uno de los más grandes directores del siglo XX. Pero antes de todo esto quiso ser violinista: "Tras dejar de escribir decidí seguir tocando el violín. Tocaba también para conseguir unos ingresos porque mi familia no podía ayudarme en todo. Empecé en recitales y pude hacer carrera como solista, pero encontré que el repertorio para violín era muy limitado".
Entonces se fue a Europa. "Alguien descubrió que había dirigido y, cuando un director se puso enfermo, decidió que dirigiera yo. En la vida, todo es un poco cuestión de suerte. De las cuatro piezas que había en aquel programa, tres ya las había dirigido, lo cual es increíble porque sólo había dirigido en realidad 12 programas en toda mi vida. Tenía 21 años. Fue una combinación de buena suerte, experiencia musical y también de inteligencia al darme cuenta de que no iba para escritor".
"Cuando empecé como director me consideraba un ignorante y de forma muy metódica fui aprendiendo música de distintos estilos. Durante tres años me dediqué sólo a los compositores franceses; otros tres años para el Anillo de Wagner; luego todos los compositores italianos; después, los eslavos, escandinavos; más tarde, Schönberg, Berg... Y también la música americana. Cuando tuve 50 años conseguí tener un repertorio muy amplio. Fue entonces cuando empecé a interpretar la música de Mahler. Cuando era joven no me gustaba. Tuve que coger sinfonía a sinfonía y analizarlas. Quizá porque su música era tan difícil conseguí que me gustara Mahler. Soy un músico ecléctico con un gusto universal".
Algunos músicos han manifestado que el director es muy exigente, duro, a veces autoritario. Maazel se apresura a negar: "No soy autoritario. No pido nada a los músicos que no me pida a mí mismo. Si va a las representaciones [de Don Giovanni] comprobará que los músicos sonríen. Me gustan mucho estos jóvenes que tienen ganas de hacerlo muy bien, son muy profesionales. Me dan ganas de abrazarlos. Quizá hace 30 años dio la impresión de ser un poco autoritario, porque era un joven director en una profesión de gente mayor; y ahora soy un hombre mayor en una profesión de gente joven. Estoy mucho más distendido", señala mientras esboza una sonrisa.
También destaca la juventud que ha introducido en la Filarmónica de Nueva York, con 20 menores de 30 años. "Por fuerza, dedicación, repertorio y profesionalidad no conozco ninguna otra orquesta igual", afirma.
Maazel eligió a los jóvenes músicos de la Orquestra de la Comunitat Valenciana del Palau y reitera que le espera un muy brillante futuro. A este estímulo para trabajar al menos tres años en Valencia, añade la arquitectura diseñada por Santiago Calatrava. "Poco a poco te vas haciendo a la gente. Y al final da igual Nueva York que Valencia. Te haces tu propio mundo", comenta el director, uno de los más cotizados del panorama musical.
Maazel defiende la política europea de concesión de ayudas públicas a la ópera. "Hablamos de un porcentaje de un 5% de gente, que tiene más sensibilidad y al final es la que dirige el mundo. Por eso es importante hacer óperas nuevas. Además, el público está aumentado", sostiene.
Entre sus debilidades, la ópera L'enfant et les sortilèges, de Ravel, que dirigirá en Valencia en concierto, junto con Daphnis et Chloé. Será en marzo. "Cuando tenía 19 años y era violinista, Víctor de Sabata dirigió esta obra. Él la había estrenado en 1924 con Ravel presente. Me marcó. La grabé hace 30 años con Deutsche Grammophon y me han dicho que es un clásico. Es una fantástica ópera con un excepcional texto de Colette".
Maazel suele comentar también el contenido de los libretos y no sólo la música de las óperas. Él mismo ha convertido en ópera la novela 1984, de George Orwell, estrenada en el Covent Garden con éxito de público, buena parte joven, y no tanto de crítica. "Es la novela definitiva del siglo XX. Y muy actual, con una historia de amor muy bonita y yo soy muy romántico. Todo enmarcado en la maquinaria política que destruye a los amantes y a todos. Ahora me gustaría componer algo más suave".
Babelia
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