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Una compleja cadena de costes

La distancia entre los precios de las frutas en el campo y en los lineales de los supermercados está analizada al milímetro en el caso de los cítricos. En un escenario ideal, cuando la naranja navelina se paga a 15 céntimos de euro por kilo en el árbol, técnicos del sector estiman que debería pagarse a 42 céntimos a la puerta del almacén. El primer salto corresponde a los costes de recolección y traslado al almacén (siete céntimos) y a los gastos de confección y embalaje (16 céntimos). El precio inicial de salida del almacén sería de 38 céntimos, a los que habría que sumar un mínimo del 10% para cubrir las mermas de producto que se producen al trabajar con frutas perecederas. El precio final de salida del almacén se sitúa pues en 42 céntimos.

El primer coste de intermediación comercial ronda el 5%, dos céntimos por kilo. El posterior transporte de la naranja a las plataformas de los distribuidores finales, un viaje medio de unos 700 kilómetros en el caso del mercado español, tiene un coste de unos cinco céntimos por kilo.

La gestión del producto en el almacén del distribuidor final, donde se supervisa y empaqueta de acuerdo con la marca de la casa, tiene un coste medio de unos seis céntimos por kilo. El transporte desde esa plataforma al punto de venta final supone otros cinco céntimos por kilo. Cuando llega al lineal de venta al público, la naranja navelina que costaba 15 céntimos en el árbol ya vale 60 céntimos.

El beneficio mínimo que carga el punto de venta final es del 30%. Lo normal, pues, sería cubrir todos los costes intermedios cuando las naranjas para consumo doméstico se compran en torno a 80 céntimos el kilo.

Los precios de campo, recogida, confección y gestión comercial de las clementinas duplican prácticamente a las naranjas. Una clementina nunca debería venderse al público en un supermercado o gran superficie por debajo de 1,50 céntimos el kilo.

Es fácil comprar naranjas en Valencia desde 50 céntimos el kilo o clementinas por muy poco más de un euro. Pero también es cierto que en los mismos lineales se venden naranjas por hasta dos euros el kilo.

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La cadena de precios resulta distorsionada cuando cambian las condiciones ideales. Si el calor se prolonga demasiado y llueve poco a lo largo del otoño, por ejemplo, las plagas encuentran un caldo de cultivo propicio y las mermas en los almacenes de las cooperativas pueden duplicar con creces el 10% habitual.

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