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Columna
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Noticia de Buenos Aires

Josep Ramoneda

1. "La gente de este país tiene una relación enfermiza con la pasión", me dice el escritor Marcelo Cohen. Esta peculiar relación determinaría la fascinación por los mitos que los argentinos han tenido siempre. "Cualquier intento de desmitificación es interpretado como un peligroso exceso de la razón", insiste Cohen. En cualquier caso, me parece una clave interesante que ayuda entender algunas pervivencias que de otro modo resultan incomprensibles. Por ejemplo, que Maradona siga siendo un mito que concita atención y tiene presencia permanente en los medios de comunicación. Un día con Castro, otro con Boca, pero casi siempre dando muestras de su debilidad humana y mental. Por ejemplo, la pertinaz sombra del peronismo sobre la vida pública argentina, frente a la cual sólo la ciudad de Buenos Aires ha sido capaz de resistir. Seguro que este fervor apasionado de los argentinos no es la única razón de la inagotable capacidad reproductiva del peronismo. Hay una maleabilidad del discurso peronista -capaz de integrar las cosas más contradictorias- que le ha permitido adaptarse tanto a los distintos territorios como a los distintos momentos. Y hay una estructura clientelar predemocrática tan asentada que es muy difícil de destruir. Pero probablemente todo esto no sería suficiente si no estuviera aliñado con esta irracional disposición a dejarse arrastrar por determinadas figuras que suman lo excepcional y lo grotesco, lo excéntrico y lo miserable.

Y al mismo tiempo, este fervor apasionado, que es probablemente la única salsa colectiva de una gente muy individualista, es quizá el motor de la creatividad que les ha permitido salir de las situaciones más absurdas y más disparatadas a que, tantas veces, su historia ha ido a parar. Individualismo y pasión: esta mezcla explosiva les ha sacado de los profundos abismos en que ella misma les metió. Pocas veces han sido tantos los que se han puesto en pie de revuelta de una sociedad como los millones de argentinos que se rebelaron contra el poder hace cinco años. "Ya le hubiera gustado a Lenin tener tanta gente consigo cuando hizo su revolución", me dice un actor de aquel difícil momento. Y sin embargo, cada cual tenía su idea, su plan y su proyecto. De modo que la pasión se ahogó en el individualismo y permitió felizmente salir a flote. Hasta el punto de que ahora, paseando por Buenos Aires, es difícil creer que aquel país estuvo al borde del abismo hace tan poco tiempo.

2. La noticia en Argentina estos días es el turismo. La avalancha de turistas que llega, coincidiendo con las fiestas del verano. Nunca habían visto tantos y la sorpresa con que la gente comenta la presencia en calles y locales de personas de otros idiomas y maneras da cuenta de lo muy ensimismada que ha estado Argentina en los últimos años. "Teníamos la sensación de ser el culo del mundo, un rincón del planeta alejado de todo", me dice un amigo. La súbita aparición del turismo en los dos últimos años ha subido enormemente la autoestima. Y contribuye al clima de vitalidad y optimismo que Buenos Aires transmite al visitante. Pero, además, se sabe que llegan muchos jóvenes, especialmente de otros países de América Latina, porque ha corrido la voz de que aquí pasan cosas. Y algunos de los que vienen se enamoran de Argentina y se quedan.

El buen momento de un país es una suma de datos objetivos y de percepciones. Con una ciudadanía tan apasionada, las sensaciones son tan definitivas como los hechos o más. Y por lo menos en la capital, corren, más que nunca, aires buenos. Hay razones objetivas: la economía esta creciendo en torno al 8% o 9%. La violencia en las calles ha descendido significativamente, liberando muchas energías que se perdían en paranoias demasiado fundadas. Pero no todo es Jauja: entre el 12% y 14% de los argentinos viven en la indigencia. Y la línea de la pobreza llega hasta el 30%. Hay gente que quedó excluida cuando la crisis y que ya no se volverá incorporar nunca más. Se ha mejorado, porque la pobreza había alcanzado la mitad de la población, pero la situación sigue siendo delicada y puede ser explosiva al menor revés de la economía. Lo que si es cierto, y se palpa caminando, porque en Buenos Aires las fronteras entre barrios son muy bruscas, es que hay mucha gente que vive mal, pero también mucha que vive razonablemente bien. Lo que compone un nivel de desigualdades sensiblemente inferior al de los países del entorno.

3. La recuperación ha ido asociada a la imagen del presidente Kirchner. Nadie contaba con él. Y se hizo con el poder en la crisis final del menemismo -un azote de despropósitos sin fin que ha dejado marcada la misma piel de Buenos Aires- con una escasa legitimidad de partida de un 20% de los votos. Dicen de Kirchner que es un hombre de buen sentido a la hora de seleccionar las necesidades prioritarias y que esto es lo que le ha hecho fuerte. Tiene una popularidad absolutamente insólita, con en torno al 70% de opiniones a favor. Y sin embargo, me dice Hugo Soriani, fundador de Página Doce: "Vive en estado de plebiscito permanente". Necesita que cada día la opinión pública le reconozca y sostenga. Porque por mucho que diga la oposición del carácter autoritario y del control absoluto que Kirchner ejerce, el núcleo duro del presidente es pequeño y su capacidad de aglutinación es estricta función de su popularidad. Al más mínimo retroceso aparecerán contrincantes como setas.

Quizá porque Kirchner es argentino, por tanto, sometido a los vaivenes de la pasión y del individualismo, el debate político se ha desplazado hacia las quinielas sobre la próxima candidatura a la presidencia de la república: ¿el pingüino o la pingüina? Ésta es la cuestión. ¿El presidente Kirchner o la senadora Cristina Kirchner, su esposa? Kirchner ha insinuado algunas veces que no se volvería a presentar. Y la señora cada día chupa más pantalla. Y cada día a su espontaneidad se le nota más la mano del asesor de imagen. ¿Qué induciría a este presidente en la cresta de la ola a pasar la mano a su esposa en este momento? Demasiado trágico -o trágicocómico- ha sido el papel de las esposas en la política argentina. En el cementerio de La Recoleta, en la cúpula de la familia Duarte en la que esta enterrada Eva, porque la familia Perón no la quiso con los suyos, la guía que acompaña a un grupo de visitantes les explica que cada año se restaura su cuerpo embalsamado.

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