El poder de la familia
Callada, menuda y de ojos curiosos, la primera mujer estadounidense candidata a un Oscar como directora presenta su nuevo trabajo, 'María Antonieta', y demuestra con su trayectoria haber superado el peso de la fama de una saga apellidada Coppola
Es fácil definir a María Antonieta como la lady Diana de su tiempo. Las separan dos siglos de historia y una guillotina de por medio, pero ambas, a su estilo, murieron víctimas de la fama. Sin embargo, se necesita un poco más de imaginación para acercar la figura de la última soberana francesa a la directora de cine Sofia Coppola, quien ha dedicado su nueva película, María Antonieta, a esta figura de la historia. Pero la hija del legendario Francis Ford Coppola, de alguna manera ha debido sentir ese vínculo, porque esta pequeña realizadora morena y callada, la última hornada en la saga de los Coppola, sólo es capaz de dirigir su atención hacia el material al que se siente cercana. Y en el caso de María Antonieta, la historia probablemente le devolvió la memoria de esos días en los que el público también pidió su cabeza.
Pocos personajes en Hollywood han recibido críticas tan brutales como las que se ganó la menor de los Coppola cuando con 19 años debutó en su primer papel protagonista, de la mano de su padre, en El padrino III. "Es inevitable decir que Sofia Coppola es el mayor error de la película", afirmó la revista Variety, que mantuvo la moderación en el resto de sus ataques, pero no tuvo pelos en la lengua a la hora de citar a la intérprete de Mary Corleone. The New York Times prefirió decir que la interpretación de la señorita Coppola "daña seriamente" un filme que por lo demás equiparó en maestría a las dos partes anteriores, consideradas obras de arte. Y en esta viciosa ronda de críticas hubo quien afirmó llanamente que la joven Coppola "destruye la película de su padre", sin pensar que el director al que ensalzaban era quien había decidido contar con su hija ante la súbita marcha de Winona Ryder, en uno de los peores casos de nepotismo de la historia de Hollywood.
Pero todo esto ocurrió en el año 1990, y, por suerte para Sofia Coppola, la industria del cine es más magnánima que la Revolución Francesa. Les encanta redimir a sus ídolos caídos, y qué mejor que entregar un Oscar al mejor guión original -el que recibió por Lost in translation- a la misma figura que apedrearon sin piedad una década antes como la peor actriz del mundo. Un nuevo titular de The New York Times dijo: "Sofia Coppola es la directora más prometedora y original en Estados Unidos".
Como reconoce Antonia Fraser, la autora británica del libro en el que la joven Coppola ha basado su última película, hay más puntos de conexión entre la figura de María Antonieta y la de Sofia. "Ambas son fruto de una familia fuerte y en lucha por definir su propia identidad", y además sus frivolidades -que no "caprichos", como aclara Fraser- son igual de conocidas que las de la soberana de origen austriaco.
Coppola también prefiere los trapos a la política. A su graduación del instituto llevó un modelo de Karl Lagerfeld creado para la ocasión. Marc Jacobs la considera su musa y ha bautizado más de un bolso con su nombre. Su boda con el realizador Spike Jonze, que forma parte de la moderna intelectualidad de Hollywood, se celebró en los viñedos de las bodegas Rubicon que su padre posee en el valle de Napa, con una fiesta tan de película como las de El padrino que estuvo amenizada por Tom Waitts. La misma Sofia aún recuerda que, en lugar de presentar sus trabajos escolares por escrito, rodaba pequeños cortometrajes. Y que vestía a sus muñecas con modelos que diseñaba a base de retazos de vestuario de las películas de su padre. Además están sus devaneos con el mundo de la moda, de la fotografía, del videoclip, de las revistas o de la interpretación antes de encontrar su sitio detrás de las cámaras. Como bien dijo en una ocasión, quiso probarlo todo "al menos una vez".
Sus excentricidades son buena muestra de la vida de lujo y privilegio que durante años le hicieron ganarse fama de niña mimada incluso entre las dinastías de Hollywood. Porque el cine es dado a las grandes familias; pero pocas, por no decir ninguna, tienen el linaje de los Coppola. Están los Douglas, con Kirk, Michael y Cameron, el hijo de este último, además del fallecido Eric, hermano de Michael. Ellos son considerados la realeza de Hollywood, por la talla de Kirk, el conocimiento de Michael y la boda de éste con la también actriz Catherine Zeta-Jones. Pero su importancia numérica es menor que la de los Coppola, que tiene actores, directores, guionistas, compositores, productores y hasta documentalistas en su saga.
También están los Huston. Primero, Walter, actor; después, su hijo John, legendario actor y director, ganador de un Oscar por El tesoro de Sierra Madre, y descendientes de éste, la actriz Anjelica Huston, a la que su progenitor lanzó casi contra su voluntad en Paseo por el amor y la muerte, y Danny, también actor. Pero el peso de su clan es más bien historia. En el caso de los Sutherland, el hijo, Kiefer, no se enteró de que su padre, Donald, era actor hasta los 18 años, aunque eso no le resta peso a la popularidad del apellido. Y con los Estévez / Sheen, la confusión de apellidos con Emilio -conservando el verdadero nombre de la familia de origen español que su padre, Martin, prefirió cambiar en Hollywood por el de Sheen, el mismo que pasea su otro hijo, Charlie- despista al aficionado, pero no borra el lazo familiar entre todos sus miembros.
Hay más sagas, y más recientes. Hermanos que comparten profesión, ya sea la dirección, como es el caso de los Scott (Ridley y Tony, además del hijo del primero, Jake, dispuesto a seguir los pasos de su padre), los Coen (Joel y Ethan) o los Wachowski (Andy y Larry). O dedicados a la interpretación, como los Wilson (Luke, Owen y Andrew), los Baldwin (Alec, Stephen, Daniel y William), los Arquette (Patricia, Rosanna, Alexis y David), los Cusack (los más conocidos, John y Joan, y los no tanto, como Susie, Ann y Bill), los Affleck (Ben y Casey), los Dillon (Matt y Kevin), los Roberts (Julia y Eric) o los Wahlberg (Mark y Donnie), entre otros.
La lista es larga, pero sobre todas ellas se impone la sombra de los Coppola, el mejor ejemplo de una verdadera dinastía de Hollywood. Y como muestra, no hay más que leer el obituario de Italia Coppola: "A su muerte a los 91 años, la nona, hija de un compositor de canciones italianas que a su llegada a Estados Unidos se dedicó a importar películas de su país, había perdido ya al hombre de su vida, su marido, el compositor de bandas sonoras Carmine Coppola. Pero dejó una descendencia que incluye tres hijos: el profesor August, el realizador Francis y la actriz Talia Rose Coppola Shire Schwartzman. Además están los nietos, los directores Sofia y Roman, fruto de Francis y Eleanor; los también realizadores Marc y Chris y el actor Nicolas Cage, hijos de August, el único que no se dedica al cine en esta familia. Y Jason y Robert Schwartzman, intérpretes e hijos de Talia. Gian-Carlo Coppola también quería ser director, pero el primogénito de Francis Ford Coppola murió en un accidente de barco antes de conseguirlo. Italia incluso participó en los filmes de su hijo, desde la segunda entrega de El padrino hasta Corazonada, y el apelativo cariñoso por el que la conocía su familia, Mammarella, nombra hoy algunas de las salsas más populares en la bodega Coppola". Como se puede comprobar, más que una esquela parecía un reparto.
Menuda, reservada y muy callada, casi anodina y dolorosamente tímida, Sofia Coppola es amable en sus gestos, pero cada respuesta es una batalla contra el silencio. Son sus ojos, grandes, profundos y oscuros, la ventana que deja saber que hay mucho más detrás de su apariencia de niña rica. Esos ojos permanecen muy pendientes de todo lo que ocurre a su alrededor, y hablan de seguridad cuando sus palabras sólo expresan vaguedades. Por eso, a sus 35 años (y en el momento de la entrevista, realizada pocas semanas antes de dar a luz), Coppola acepta sólo vagamente las comparaciones entre su vida y su obra. "No es que me pueda equiparar a gran escala", afirma la primera mujer estadounidense candidata al Oscar en la categoría de dirección, "porque no me puedo imaginar viviendo en Versalles, pero el aspecto humano de alguien que vive una vida que no escoge y expuesta a la luz pública es el que me interesó de María Antonieta. Aunque la mía nunca fue tan pública".
Al igual que los tres filmes que componen su carrera -su debut con la intimista Las vírgenes suicidas, el éxito de su personal visión de Tokio en Lost in translation y ahora con María Antonieta-, Coppola evoca a su familia más con imágenes que con palabras. Para algo Sofia tuvo su primer encuentro con las cámaras cuando sólo tenía un año y su padre la utilizó en su primer El padrino para interpretar al bebé del bautizo, que era una de las escenas claves del filme. Y también algo ha influido vivir una infancia rodeada de personajes como Werner Herzog, Akira Kurosawa o Andy Warhol, habituales en la casa de sus padres, que durante la mayor parte de su vida fue una mansión victoriana en el centro de más de cien hectáreas de viñedos en el valle de Napa. Con este pedigrí, el cine, las artes no son más que la progresión lógica de su apellido. "Crecí en ese ambiente, y lo que hago ahora no es más que una extensión natural de lo que hacía con mis hermanos y con mis primos cuando jugábamos a rodar películas", dice con agrado recordando una infancia en la que su padre, en lugar de contarles cuentos, les hablaba de lo importante que es tener un sólido segundo acto en un buen guión.
Francis Ford Coppola, una figura no precisamente conocida por su modestia en el cine, no negó la influencia sobre sus hijos, pero por una vez repartió méritos: "Eleanor es una artista", dijo sobre el papel de su esposa, relacionada con el cine y el arte, en sus hijos. Y Sofia añade: "Mi madre fue la que nos expuso, a mí y a mis hermanos, al arte contemporáneo; la que siempre nos animó a ser artistas. Pero mi padre nos empujó a ser quienes somos, a seguir nuestra propia carrera".
Sin poder ni querer negar lo que significa el apellido Coppola en su carrera, Sofia se identifica más con su madre: con su amor por lo visual, la pintura y la fotografía; su "capacidad de observación del detalle"; sus apreciaciones más sutiles, frente a los gestos grandilocuentes de su padre. "Más intuitiva que cerebral", añade.
A diferencia de Francis, Sofia Coppola prefiere ser vista sin necesidad de ser oída. "He aprendido de mi hija Sofia su capacidad de hacer algo por una modesta cantidad", reconoció recientemente el realizador de obras megalíticas como Apocalypse now o Corazonada en declaraciones a la revista Time. Se refería a su próxima película, Youth without youth, una idea todavía en proyecto que ha afirmado desear realizar de forma independiente, "a lo Sofia". Su hija lo duda. "Eso dijo después de verme hacer Lost in translation, que iba a hacer películas pequeñas. Pero yo lo dudo. Lo suyo es diferente", afirma la hija, que le tiene bien calado.
Sofia se ve muy distinta a su progenitor, y críticos como Leonard Maltin le dan la razón cuando afirman que, por muy interesante que es el cine de Sofia, su lenguaje visual "es diferente al de su padre". Fraser describe el toque Sofia como "impresionista, elegante, elusivo e imaginativo". Su primo Jason Schwartzman, a su lado en María Antonieta, la describe como una especie de "hombre que susurra a los caballos", pero con los actores. "Nunca verás que alce la voz en el rodaje, y sus indicaciones son las menos, pero las necesarias", explica. Una actitud también diferente a la de su padre, conocido por las grandes explosiones de genio durante los rodajes. Sofia sonríe en silencio ante estas comparaciones.
Ella se ve como una realizadora "abierta e intuitiva". Alguien que trabaja sin un story-board que marque viñeta a viñeta el transcurso de su cinta, pero que tiene "clara en la cabeza" la idea de lo que quiere rodar. Pero, a pesar de las diferencias, es junto a la cámara cuando se siente más cerca de su padre. Dentro de su afabilidad confiesa considerarse tan cabezota como él: "Estoy abierta a sugerencias, pero sólo las acepto en función de que hagan posible la idea que yo tengo". Ha sido su "maestro", como considera a su progenitor, quien le enseñó a no comprometer nunca su visión, y para asegurarlo la animó a huir de los grandes estudios en favor de la coproducción mediante ventas al extranjero. Éste ha sido el caso de María Antonieta, que con un presupuesto de 40 millones de dólares es la película más cara que ha rodado hasta la fecha.
El Coppola veterano también enseñó a su alevín a conservar por todos los medios los derechos de su obra. Y como él, Sofia apuesta por el todo o nada. En el caso de María Antonieta, o rodaba en Versalles, o no tenía un plan alternativo. Como buena Coppola, rodó en Versalles. "A mi padre le muestro el guión acabado y le consulto durante la producción y con los primeros montajes, porque me es muy útil y porque trabajo con Zoetrope, la compañía de producción de la familia. Pero el guión lo escribo sola y hago la película que quiero hacer; mis películas, no las de otros", recalca por si acaso vuelve a escuchar acusaciones de nepotismo.
Películas en las que las influencias van más allá del maestro, y aparecen toques de Vacaciones en Roma y del cine de Antonioni o Wong Kar Wai en Lost in translation, o el Darling de John Schlesinger, la cadencia de Terrence Malick y las fotografías de Helmut Newton en María Antonieta. "Pero mis películas tienen su propia personalidad", insiste segura de sí misma.
Como reconoció James Woods tras trabajar junto a Sofia Coppola en Las vírgenes suicidas, lo único que le faltaba a esta directora es el éxito "para callar a todos los que la criticaron porque su padre la puso en una de sus películas". El éxito ya llegó y el episodio está cada vez más lejano, por lo que la realizadora prefiere no darle más importancia. "Nunca quise ser actriz. Nunca me gustó que otro dirija mis acciones", añade sin atisbo de rabia en sus escasas palabras. Está mucho más ilusionada con la llegada de su primera hija, el pasado 29 de noviembre. "Más que nada, estoy inquieta porque no tengo ningún conocimiento de niños", y asegura que es más difícil encontrar el nombre perfecto para su retoño que para uno de los personajes de sus guiones. Sofia Coppola cree que su hija marcará un nuevo periodo de su vida, más centrada en su bebé y, probablemente, en París, una ciudad en la que pasa grandes temporadas, aunque siempre añorando Nueva York o la mansión familiar de Napa.
En este nuevo proyecto también la acompañará, una vez más, su familia; en especial sus padres, orgullosos ante la idea de contar con un nuevo nieto en el clan. "Están de lo más contentos de volver a ser abuelos, y aunque ellos aún están casados, personalmente no les preocupa que yo no lo esté", explica la directora refiriéndose al hecho de que su hija es fruto de la relación que mantiene con Thomas Mars, músico del grupo francés Phoenix, y con el que no ha contraído matrimonio. "Hace años que querían algo así, pero yo prefería seguir rodando", añade casi en un murmullo. Una nueva pincelada de familia italiana al apellido Coppola que se acrecienta cuando la directora admite sin tapujos: "Los Coppola somos un clan y siempre estamos listos para ayudarnos".
Una buena muestra de esta colaboración-negocio familiar se puede ver revisando los títulos de crédito de María Antonieta: Sofia es la directora y guionista de un filme donde su hermano Roman se ha encargado de la segunda unidad; su padre, de la producción; su primo Jason, de la interpretación, y su madre, además de sugerirle el libro hace años como un material que podía interesarle, ha estado a cargo de la realización del documental del rodaje. "Dijo que mucho más aburrido que el de Apocalypse now", apostilla como un chiste muchas veces contado en el seno de su familia.
A pesar de esta fuerte presencia del cine en su familia, Sofia asegura que los Coppola también están unidos por otros intereses. "No hablamos sólo de cine, aunque a todos nos gusta mucho", añade. Es fácil imaginar que el vino y la cocina son otros de sus temas habituales de conversación, aunque en este caso Sofia es tajante: "Eso son pasiones de papá". El rosado achampanado que lleva su nombre es cosa de bodegueros. Y en el caso de la cocina, todavía está esperando. "Ha dicho que me va a enseñar, y eso es maravilloso porque es tan buen cocinero como director", añade con orgullo, pero, por el momento, sin el conocimiento.
Como le pasó a María Antonieta, Sofia Coppola no tuvo elección sobre el apellido que le tocó en la vida. "Así que mejor aceptar que soy muy afortunada por contar con un maestro como el que tengo", resume saliendo de la sombra de un nombre que la permitió desde el primer día jugar en la liga de los adultos. "Pero al final, quien hace la película soy yo", remacha antes de volver a sumirse en otro de sus silencios.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.