El milagro de la ferrería
Las actuales ferrería y ermita de Mirandaola, en Legazpi, se reconstruyeron en 1952, pero la vinculación de la localidad guipuzcoana con el hierro se pierde en el tiempo. No falta quien remonta la historia del pueblo a las haizeolas o ferrerías del viento instaladas en el alto de los montes de este pequeño valle guipuzcoano, cerrado entre Oñati y Urretxu, que gestionaban los gentiles, quienes no se habían convertido al Cristianismo. Lo cierto es que el peso del trabajo con el hierro es tal que superó casi siempre a la agricultura y el pastoreo.
El paseo por la cronología de este enclave siderúrgico comienza así en distintos lugares de los alrededores del actual núcleo urbano, como Larrosain, Salibieta, Otañu o Teniola. Allí aún quedan vestigios de primitivos hornos de fundición del año 1000 en los que se trabajaba con carbón vegetal. Ya los ferrones dominaban la vida en aquella Legazpi medieval, tanto que las fricciones eran constantes con los baserritarras del pueblo, sobre todo desde que en 1338 Legazpi obtuviera el fuero de ferrería.
Todavía quedan vestigios de primitivos hornos de fundición del año 1000
El momento clave se dará 250 años más tarde, cuando en la localidad funcionan siete hornos de forja que no dan abasto para producir hierro con el que armar al poderoso ejército del Imperio español. Tanto se trabaja en Legazpi que hasta los ferrones llegaron a vulnerar uno de los principios fundamentales de aquellos tiempos: trabajar en domingo. Y el 3 de mayo de 1580 llegó la respuesta divina. Los herreros acudieron a la fragua de Mirandaola y, tras emplearse durante todo el día, sólo obtuvieron una pequeña pieza de hierro en forma de cruz de 12 libras de peso. Ello se interpretó como un milagro y así lo confirmó el obispo de Pamplona, Pedro Fernández Zorrilla, 55 años más tarde, cuando, estando de visita en el cercano pueblo de Urretxu, escuchó a unos testigos narrar aquel suceso. Como recuerdo se inauguró la ermita de la Santa Cruz, contigua a la ferrería de Mirandaola.
No obstante, la actividad siderúrgica se mantuvo y Legazpi continuó siendo un enclave preferente, a pesar de las dificultades de comunicación que el lugar, en el corazón de Guipúzcoa, mantenía con las principales vías terrestres y marítimas. El momento clave en los últimos decenios llega con la intervención del empresario Patricio Echevarría, quien transformó una localidad casi medieval en un enclave modélico de la Revolución Industrial. No sólo convirtió las ferrerías en modernas fundiciones, sino que además modeló el pueblo, con la construcción de viviendas, comercios, escuelas o un dispensario para atender a los trabajadores.
Hoy en día, el emporio de Patricio Echevarría se ha diseminado en numerosas empresas, como la famosa firma Bellota de herramientas, pero también ha dejado su huella en la fundación Lenbur, que gestiona el complejo Mirandaola, impulsado por Echevarría a principios de los años 50 con la recuperación de la ferrería y la ermita.
El actual núcleo de Lenbur es el Museo del Hierro Vasco, un centro interactivo que propone, de una forma amena y divertida, un paseo por el proceso de extracción del hierro hasta su fundición en las ferrerías. Supone un preámbulo que viene muy bien para disfrutar en pleno funcionamiento de la ferrería, que suele activarse los domingos.
Dos ferrones vestidos de época trabajan el hierro artesanalmente como antaño: se abren las compuertas para que el agua del río ponga en movimiento las grandes ruedas hidráulicas, que a su vez harán soplar los fuelles para calentar el horno donde se funde el hierro. Con largas tenazas, el ferrón saca la pasta incandescente y la coloca sobre el yunque bajo el enorme mazo que sube y baja activado por la fuerza del agua. El ruido se escucha en todo el valle y se regresa a aquel domingo de mayo de 1580 en el que se produjo el milagro de la Santa Cruz.
Aquí no acaba la excursión. El objetivo del parque de Mirandaola es mostrar las diversas facetas de la vida en el valle: mineros, molineros, pastores,... En el cercano caserío Erraizabal aguarda al viajero el Ecomuseo del Pastoreo, donde se enseña el oficio de pastor de las ovejas de raza latxa. También se visita el Rincón del Pan, en el caserío Igaralde-Goena del barrio de Brinkola, en Legazpi, que muestra la tradición molinera y panadera de la comarca, desde la siembra del grano y la elaboración de la harina hasta el instante en que el pan sale del horno. Otro recorrido que propone el valle del Hierro es la Ruta Obrera, en la misma localidad de Legazpi. Se trata de un acercamiento a la vida de una familia obrera de los años cincuenta, en el que se entra en una vivienda, una capilla y un aula de entonces.
El santuario de la Antigua
Cómo llegar. Legazpi se encuentra a mitad de camino entre Oñate y Urretxu. A esta localidad se llega desde Beasain por la GI-632. Desde Urretxu se continúa por la carretera GI-2630 hasta la localidad que alberga el complejo de Mirandaola.
Comer: Un par de restaurantes abren en el mismo pueblo: Mirandaola (teléfono 943 73 12 56) y Azpikoetxea (943 73 13 87).
Dormir: En el barrio de Telleriarte, se encuentra el establecimiento de turismo rural Pastain (943 73 06 72). Y en el núcleo urbano, el hotel Mauleon (943 73 08 70).
Horario de visitas a Mirandaola. De martes a viernes, de 10.00 a 14.00 y de 15.30 a 18.00; sábados, de 10.00 a 14.00 y de 16.00 a 18.00; domingos, de 10.00 a 14.00.
Otras actividades: Después de pasar por el complejo Mirandaola, una propuesta interesante acerca al viajero hasta la cercana localidad de Zumarraga, donde se encuentra la ermita de la Antigua. Esta iglesia medieval fue antes fortaleza y siempre un lugar estratégico desde el que se dominaban los accesos que vienen de las cumbres de Udalaitz (Vizcaya), Aitzgorri (Álava) y Txindoki (Navarra). Aquí se debían reunir desde tiempos inmemoriales las gentes de la comarca para dilucidar sus asuntos y celebrar sus fiestas.
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