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Columna
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Pequeño gran editor

Además de premiar un libro, El quinto en discordia, de Robertson Davis, el Premi Llibreter de este año ha premiado a un editor, Luis Solano, y a un sello, Libros del Asteroide, que representan las nuevas formas que la edición independiente española ha adoptado a comienzos del siglo XXI. Es un premio a un buen libro, desde luego, pero también un homenaje al sello pequeño, selecto, capaz de ganarse la confianza primero del librero y enseguida del lector, y un premio otorgado a quien aspira sobre todo a hacer bien hecho su trabajo. Al igual que Periférica, Minúscula o Global Rythm Press, Asteroide forma parte de una generación de nuevos editores que están demostrando que el hueco editorial que dejan tanto los grandes grupos como los grandes sellos independientes es enorme. El premio le llega a Libros del Asteroide tras sólo dos años de actividad, realizada desde unas oficinas de préstamo familiar, y con apenas 15 títulos en su catálogo.

Solano y sus colegas de la nueva edición independiente son sobre todo vocacionales
La ventaja de los grandes libros olvidados es que pueden ser contratados por cantidades irrisorias

Caracteriza a estas diminutas empresas, generalmente unipersonales, su creencia en los valores intelectuales y culturales, su amor por el riesgo y lo selectivo, y su pasión artesana por las cosas bien hechas, frente a una industria editorial obsesionada por el peso de las estructuras, la complejidad piramidal de las organizaciones, la consecuente ansiedad por la facturación, el baile de las subastas, los anticipos gigantescos, los tirajes enormes, el ajetreo mediático al que someten a sus autores y las devoluciones inmensas.

En contraste con todo eso, Solano y sus colegas de la nueva edición independiente son sobre todo vocacionales, no se juegan el dinero de un accionista invisible sino el suyo propio, hacen los libros de uno en uno y resucitan la mejor tradición editorial barcelonesa, la que en décadas diversas encarnaron José Janés, Carlos Barral, Beatriz de Moura o Rosa Regàs.

Luis Solano es licenciado en Derecho y llegó a Barcelona para cursar un MBA en el IESE. Luego entró a trabajar en el sector floreciente de la consultoría de telecomunicaciones para ser pronto fichado por Planeta Actimedia. Ya entonces le gustaba el mundo de los libros, y era lector de siempre, de modo que su ingreso en la industria editorial por la extraña puerta del libro electrónico le pareció aceptable, un modo de familiarizarse con el sector desde dentro. Duró dos años al frente de Tienda Veintinueve, una librería virtual que fue aparcada por el Grupo Planeta tras dos años de actividad, y luego estuvo una temporada dedicado, dentro del mismo grupo, al marketing directo.

El veneno del libro ya estaba inoculado y, harto de un aspecto de la edición que no generaba en él entusiasmo alguno, Luis Solano, que en la actualidad cuenta treinta y muy pocos años, decidió dar el gran salto. Con un pequeño capital privado, y su experiencia de lector y apasionado del libro por todo bagaje, se lanzó a la aventura editorial como un navegante solitario.

Solano tiene sangre de editor y, como tal, es fieramente individualista. Quiere hacer las cosas de una sola manera, la suya, y nada ni nadie le apartará de ese camino. Tampoco el éxito. Hasta ahora ha tenido que trabajar "como un malabarista", según sus propias palabras, haciéndolo todo, buscando asesores, negociando derechos, peleando con pruebas de imprenta, eligiendo papel, pensando el diseño de las cubiertas, regateando con los talleres, aplazando pagos, encontrando distribución, llamando a los críticos y jefes de suplementos literarios, apenas con la ayuda eventual de un becario.

El concepto editorial al que ha sido fiel desde el primer día es tan sencillo de enunciar como difícil de cumplir: se trata de publicar los libros fundamentales del siglo XX, en una tarea de recuperación que no tiene nada de arqueológica. Los títulos son seleccionados por su calidad, naturalmente, pero también por su relevancia actual. Prueba de ello es el elevado número de reediciones que Asteroide ha conseguido, que alcanza a la mitad de los títulos de su catálogo.

Mientras los grandes grupos y las editoriales independientes de tamaño medio parecen ocupar todo el espacio editorial posible, Asteroide ha encontrado un lugar que no es en absoluto un gueto. Para ello ha contado con la buena distribución de UDL, una empresa relativamente nueva, creada sin embargo por veteranos del negocio, y sobre todo con la buena acogida del librero tradicional, sin el que toda esta clase de pequeñas empresas editoriales no podría ni siquiera plantearse.

La ventaja de esos grandes libros olvidados que publica Asteroide, muchos de ellos inéditos todavía en lengua española, es que pueden ser contratados por cantidades irrisorias si se compara con los elevados anticipos, del orden del medio millón o más de euros, que se están pagando hoy en día por los libros nuevos de autores españoles o extranjeros, esos que escalan los puestos de superventas. Asteroide sobrevive gracias a su austeridad, que no solamente se aplica a la política de anticipos, sino a absolutamente todo lo demás. Su oficina es un préstamo, una sala que la suegra de Solano, la fotógrafa Rosa Feliu (especialista en arquitectura e interiores), le prestó en un chalecito de Sarriá donde ella tiene su despacho. "Ahora me va a prestar ocho metros cuadrados más", sonríe Solano. "Con esto del premio voy a poder crecer, pero sólo un poco. En lugar de hacerlo todo yo, tendré un editor a mi lado".

Pero no va a cambiar el concepto que ha permitido a Libros del Asteroide llegar hasta aquí. "¡Tengo ahora un futuro prometedor!", dice Solano riendo a carcajada limpia. Y añade que, pese a todo, se limitará a "seguir haciendo pocos libros pero buenos, libros que gusten a todo el mundo, que sean relevantes para el lector de hoy".

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