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Entrevista:

"No hay arte de antes y arte de ahora, somos todos contemporáneos"

Bill Viola reivindica la atracción del videoarte en la sociedad actual

En la universidad, incluso ya licenciado, Bill Viola (Nueva York, 1951) odiaba a los "grandes maestros del pasado", también el arte medieval, él quería romper con el pasado, ser un artista de vanguardia. "Por mi graduación mi madre me regaló una colección de libros de arte de Time Life, una editorial para el gran público, no para expertos; le di las gracias, los coloqué al fondo de una balda y me olvidé de ellos", explica el videoartista, de visita en Madrid, donde ha participado en el ciclo de conferencias El Museo del Prado y el arte contemporáneo. La influencia de los grandes maestros del pasado en el arte de vanguardia.

Sin embargo, se reconcilió con ellos años más tarde, en la treintena. "Fui a Colorado por un asunto de trabajo y me enteré de que poco antes había estado allí Michael Snow, un artista al que admiro mucho, y me dijeron que estaba leyendo un libro sobre Vermeer de Time Life, así que volví a mi casa y busqué esos libros y los devoré". Y descubrió que Miguel Ángel o Goya no eran "grandes maestros", sino "jóvenes radicales".

"La mejor forma de acercarse al arte es cansado y con 'jet-lag', sin defensa alguna"

De hecho -le gusta que se cuente esta anécdota-, con ellos experimentó "algo único": "En 1983 fui al Museo del Prado y fue la primera vez que lloré en un museo frente a las obras de Goya, Velázquez, los flamencos; estaba cansado y con jet-lag y, sabes, ésa es la mejor forma de acercarse al arte, exhausto, sin defensa alguna", relata.

La reconciliación dio paso a la admiración y a una conclusión -o reflexión-: "Todo es arte contemporáneo, no hay arte de antes y arte de ahora, somos todos contemporáneos". Y se dio cuenta de que no hacía falta ninguna ruptura, sino convivencia. Y ahora es el momento para la mezcla: "Internet ha derribado todos los muros, ya no vivimos en un zoo lleno de jaulas, sino en un safari donde los animales andan sueltos y se relacionan también con su entorno". Por eso, no le parece raro que sus creaciones un día se encuentren en la misma sala que las de Goya o Velázquez -"y no sólo las más obvias como las de Las pasiones", apunta-. "El Museo Getty de Los Ángeles va a tener una sala permanente dedicada al arte audiovisual, es la primera vez que un museo, digamos, histórico hace algo así, es algo muy importante, en estos momentos, es lógico que todos los museos quieran albergar arte contemporáneo".

Y, de hecho, Viola cree que las nuevas tecnologías están ayudando y mucho a llevar a la gente a los museos. "Los mejores ejemplos son la Tate Modern y el Guggenheim de Bilbao, en su primer año tuvieron millones de visitantes. Los museos ya no son sólo para expertos, estamos ante un nuevo humanismo, y la contribución de las imágenes como lenguaje universal".

Ese público más amplio reconoce en las paredes de la Tate Modern o del Guggenheim Bilbao su mundo "y, claro, en otros no se reconocen, se aburren más bien", señala Viola. La exigencia de la gente, sobre todo de los jóvenes, es otra, es alta. "La imagen del hombre actual ya no es la del David que lucha contra Goliat, sino la del dios budista de la compasión, que tiene 100 brazos y 12 cabezas, y puedo tocarlo y verlo todo, así somos ahora nosotros también".

Algo más que apretar el botón rojo

"El videoarte es algo más que apretar el botón rojo y empezar a grabar, es algo difícil aunque técnicamente muy fácil". Bill Viola lleva 35 años experimentando con la imagen: sus instalaciones se han exhibido en el MOMA y el Guggenheim de Nueva York, en el Museo Getty de Los Ángeles, algunos de sus vídeos se han pasado por la televisión pública estadounidense e incluso pueden comprarse en formato DVD en su página web (www.billviola.com). "Mis trabajos no tienen que estar encerrados en museos o galerías, yo ya no vivo en un mundo lleno de barreras, tampoco mi obra".

Ni Room of St. John of the Cross ni Las pasiones están ligadas a los espacios preestablecidos para la contemplación del arte, tampoco a la eternidad. Precisamente es el aspecto efímero de sus creaciones lo que, cree Viola, atrae a tanta gente. "Ahí reside el poder del videoarte, en que no dura, el tiempo está en nuestra naturaleza, es parte fundamental de todos nosotros", explica.

Y sirviéndose de lo visible, Viola da forma a lo invisible y a lo largo de toda su trayectoria ha retratado incontables veces las emociones humanas: la alegría, el llanto, el dolor. "Lo invisible es lo que más nos afecta y podemos utilizar las herramientas visuales que tenemos a nuestro alcance en estos momentos porque la cultura occidental cree como verdad lo que ven sus ojos", concluye.

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