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Reportaje:

Universitarios nuestros

La Complutense homenajea a los docentes represaliados por el franquismo, en un acto con 40 familias

La ciudad de Madrid saldó ayer en un acto emotivo una deuda simbólica contraída hace 70 años con quienes, desde las cátedras, adjuntías y oficinas de la Universidad Central, por defender la legalidad democrática republicana, fueron cruelmente represaliados al concluir la Guerra Civil.

Pese a haber contribuido a conducir con su esfuerzo intelectual, sus investigaciones y su sentido crítico a la Ciencia y la Cultura españolas hasta una Edad de Plata, señaladamente en la esfera de la Medicina y la Biología, los docentes perseguidos por la dictadura franquista -hasta 141 de ellos vinculados al mundo clínico-sanitario- debieron pagar con el exilio, la relegación y el ostracismo su lealtad a los ideales cívicos y democráticos conculcados por el régimen franquista tras la contienda.

Un fondo de música de chelo, el Cant dells ucells que inmortalizara el músico republicano de universal celebridad Pau Casals, acogía con suave dulzura los nombres de los docentes demócratas, que resonaron uno por uno en el Paraninfo de la que fuera Universidad Central.

Cabía ver destellar el fulgor de lágrimas emocionadas en los ojos de algunos de los asistentes, familiares de quienes sufrieron la dureza de aquella represión y cuya identidad era ayer nombrada, su dignidad restablecida y su recuerdo, evocado como ejemplo.

Las efigies de próceres de la Ciencia y de la Cultura de España, como Arias Montano, Luis Vives, Lope de Vega, entre otros, que orlan en medallones el gran salón de grados, parecían sonreír al verse asistir a un evento de concordia, sentido común y, sobre todo, de justicia histórica, en un país como España donde la Ciencia, ha sido uno de los escenarios más escarnecidos por el dogmatismo y la barbarie.

Desde su atalaya, los retratos se veían invitados al solemne evento que, para hacer revivir la gesta de aquellos docentes represaliados, la Universidad Complutense, con Carlos Berzosa, su rector, al frente, con Mercedes Cabrera, ministra de Educación y Cultura, y Nicolás Sánchez-Albornoz, en representación de los allegados de los perseguidos, había convocado ayer. Familiares de Lorca, Negrín y De los Ríos, llenaban el salón, en el que se hallaban además Alfonso Guerra, ex vicepresidente del Gobierno; Gaspar Llamazares, líder de Izquierda Unida; Nicolás Redondo y Antonio Gutiérrez; el ex rector Francisco Bustelo y catedráticos, profesores y personal administrativo de muchas facultades.

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Tras ir llamando al estrado a los descendientes que han podido ser localizados y a los que la ministra o el rector entregaban una placa transparente que hacía mención al mérito de sus deudos, surgió un momento de máxima emoción cuando Francisco Guerra, de 94 años, el único represaliado presente en la sala y con Francisco Ayala, superviviente de aquellos días, recogió su placa.

Médico, se distinguió por su valentía en la atención sanitaria en los frentes republicanos, donde salvó centenares de vidas. Fue una de las 11 personas más altamente laureadas por la República. Exiliado a México, fue profesor en Yale y acuñó una excelsa biblioteca hispánica. Una ausencia en la lista: la bibliotecaria de la Universidad, Juana Capdevielle, fusilada en estado de gestación en A Coruña en agosto de 1936. Y un represaliado atípico: José Gallegos Rocafull, filósofo y sacerdote.

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