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Reportaje:

Lentes y colirio para frenar la miopía

Científicos reunidos en Valladolid exponen un novedoso tratamiento combinado que está en fase experimental

Un fármaco administrado como colirio y el uso de unas gafas especiales pueden ser el principio del fin de la miopía, un defecto visual que afecta a cuatro de cada diez personas de todo el mundo, y que en algunos países afecta a tres de cada cuatro personas. Aunque los científicos que estudian esta posibilidad terapéutica son prudentes a la hora de fijar plazos para que la combinación de lentes y gotas reparadoras sean una realidad, en el plazo de unos cinco años podría haber resultados. Si las previsiones se cumplen, en tan corto espacio de tiempo podría existir una nueva modalidad correctora de la miopía (aparte de las gafas, las lentes de contacto y el láser quirúrgico), con la ventaja adicional de que este nuevo procedimiento pretende frenar la miopía, algo que no consigue ninguno de los tres métodos disponibles, que sólo se limitan a corregirla.

Mientras que en Nepal la miopía sólo afecta al 1% de la población, en algunos países europeos alcanza al 40%

De ahí la importancia de los estudios que dirige desde la universidad alemana de Tubinga el profesor Frank Schaeffel, coordinador del grupo europeo que investiga el tratamiento de este defecto visual y que ha recibido 3,3 millones de euros de la Unión Europea para esta tarea. Schaeffel, que lleva 20 años trabajando en su laboratorio de la Universidad de Tubinga, en el sur de Alemania, reveló en Valladolid que ya están ensayando en humanos unas gafas especialmente diseñadas para frenar el desarrollo de la miopía.

Se trata de una lente cuya graduación exacta sólo existe en el centro, mientras que en la periferia hay otra graduación diferente para impedir que la miopía continúe desarrollándose. El objetivo, explica Schaeffel, es "bloquear la capacidad de enfoque y obligar al ojo a comportarse de otra manera". El profesor alemán utiliza el símil del ojo como una pequeña antena, "una especie de prolongación del cerebro con vida propia", hasta el punto de que continúa haciéndose miope incluso cuando se le corta el nervio óptico. Schaeffel está convencido de que "la retina, que es la que origina la miopía, se comporta como un minicerebro".

Frank Schaeffel expuso este novedoso tratamiento en Valladolid durante el simposio sobre miopía organizado por la universidad pública de la capital castellana, coincidiendo con el sexto centenario de la creación de su facultad de medicina. Sheraz Daya, del hospital Queen Victoria del Reino Unido, es otro de los investigadores que han dado a conocer algunos de sus trabajos sobre este problema en el encuentro internacional, que ha sido coordinado por Jesús Merayo, investigador del IOBA, el Instituto de Oftalmobiología Aplicada de la Universidad de Valladolid.

El IOBA realizó en 2003 uno de los principales estudios epidemiológicos sobre la influencia de la miopía en la población española. Para realizar el mismo se tomó como muestra la provincia de Segovia. La conclusión fue que el 25% de las personas sometidas al estudio necesitan gafas para la visión lejana. La extrapolación de los datos ha permitido estimar que el 32% de los españoles son miopes, pero con una distribución territorial desigual porque en la miopía se observa un fenómeno muy curioso: la enorme variabilidad de la incidencia. Así, en algunos países europeos el 40% de la población tiene miopía, pero este porcentaje está muy alejado del 75% que se registra en la ciudad Estado de Singapur. En cambio, en Nepal sólo hay el 1% de miopes.

El estudio epidemiológico del IOBA apunta a la misma conclusión que algunos realizados en otros países del mundo: que la miopía es una anomalía visual esencialmente urbana. Y aunque al día de hoy varios grupos de científicos de todo el mundo siguen estudiando cuál es el mecanismo que vuelve miope a un ojo, entre los mecanismos sospechosos de favorecer su desarrollo están la lectura, ver muchas horas la televisión o la pantalla del ordenador, una iluminación deficiente y la presencia de edificios que impidan mirar a lo lejos. Todas estas situaciones tienen en común la pérdida de horizontes lejanos y pueden hacer que progrese el defecto.

Merayo recuerda que en algunos casos la miopía es "algo más que ser corto de vista, ya que un porcentaje elevado de quienes la padecen corren riesgos ciertos de sufrir cataratas, desprendimientos de retina, problemas en la mácula y glaucoma". Hasta el momento, la lucha contra la miopía se ha centrado en la utilización de gafas y lentillas y, de unos años a esta parte, en las operaciones realizadas con láser, método que siguen utilizando decenas de miles de miopes y astígmatas, que han mejorado sustancialmente su calidad de vida.

El láser, muy denostado en sus orígenes por algunos científicos, ha demostrado ser una herramienta eficaz que ha sustituido en muchos casos a gafas y lentes de contacto sin aumentar los riesgos. "El láser ocupa el lugar que hace 15 años estaba reservado a las lentes de contacto, y el tiempo está demostrando que es más seguro que aquéllas", señala Sheraz Daya.

Mientras que los expertos en genética continúan buscando soluciones para cambiar el comportamiento del ojo miope, el grupo que dirige el profesor alemán, formado por británicos, alemanes, franceses y españoles, ensaya en humanos desde el pasado octubre esas gafas especiales. Por su parte, distintos laboratorios trabajan para poner a punto el colirio que en combinación con los lentes podría convertirse en una eficaz estrategia contra la miopía.

Sin perder la prudencia, el coordinador del simposio, Jesús Merayo, se atreve a vaticinar: "Si todo va como esperamos, en unos pocos años podremos frenar la miopía en los niños utilizando a la vez cristales especialmente graduados y un fármaco".

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