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El primer ministro turco tendrá un breve encuentro con el Papa

Benedicto XVI viaja hoy a Turquía entre problemas políticos y religiosos

Enric González

El papa Benedicto XVI y el primer ministro de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, mantendrán hoy un breve encuentro en el aeropuerto de Ankara. El Vaticano confirmó ayer que Erdogan había decidido retrasar unas horas su desplazamiento a Riga, donde se celebra una cumbre de la Alianza Atlántica, para recibir al Pontífice y acabar con las especulaciones sobre una supuesta "descortesía" en la difícil visita papal. El viaje de Benedicto XVI a Turquía, que comienza esta mañana y durará hasta el viernes, es considerado muy difícil por razones políticas, religiosas y, sobre todo, de seguridad.

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El padre Federico Lombardi, director de la Oficina de Prensa del Vaticano y portavoz oficioso, anunció que el Papa y el primer ministro se verían durante 15 minutos en la Sala VIP del aeropuerto Esemboga de Ankara, la capital turca. "Es una señal muy positiva y un gesto de atención hacia el Santo Padre que agradecemos profundamente", comentó Lombardi. El vuelo papal aterrizará en Ankara a las 13.00 (12 del mediodía en la España peninsular) y será recibido a pie de escalerilla por un ministro y otras autoridades locales, que le acompañarán hasta la sala del aeropuerto donde le esperará Erdogan. Tras la entrevista, Erdogan volará hacia Letonia.

La agenda del viaje ha estado abierta hasta última hora. El domingo se confirmó que Benedicto XVI visitaría la Mezquita Azul de Estambul, como muestra de respeto hacia el islam. Y ayer se incluyó el encuentro con Erdogan. El ministro de Exteriores, Abdullá Gul, envió la semana pasada una invitación a cenar para la noche del 30, en compañía de otras personas. La iniciativa de Gul fue muy mal acogida en el Vaticano por su tono informal, y se rechazó con seca cortesía: se le hizo saber al ministro que el Papa "no participa en acontecimientos mundanos".

La visita de un Papa a Turquía no es ninguna novedad. Ya lo hicieron Pablo VI y Juan Pablo II. Pero las circunstancias han cambiado mucho desde 1979, cuando Karol Wojtyla hizo su viaje. Turquía, el único país de mayoría musulmana con una Constitución estrictamente laica, tiene hoy un Gobierno islamista. Ya no existe la Unión Soviética, y el territorio turco ha dejado de marcar una de las fronteras de la guerra fría para convertirse en bastión de la OTAN en una región más convulsa que nunca.

Acercamiento cristiano

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También ha cambiado el Papa, y eso es importante: el cardenal Joseph Ratzinger se ganó las antipatías turcas cuando declaró que la Unión Europea no podría acoger jamás a un país "formado en la lucha contra el cristianismo, principio fundacional de la civilización europea". Ya como Pontífice, el malinterpretado discurso de Ratisbona, en septiembre, empeoró la imagen de Benedicto XVI en el mundo islámico.

Desde el punto de vista del Vaticano, el objetivo principal del viaje es el acercamiento con los cristianos ortodoxos, que Ratzinger señaló como máxima prioridad de su pontificado. El patriarca de Constantinopla, Bartolomé I, representa a una pequeñísima comunidad en Turquía, pero se atribuye la herencia bizantina y es considerado una de las grandes figuras de la ortodoxia.

Bartolomé I, en declaraciones al diario griego Kathimerini, calificó ayer de "crucial" la visita de Benedicto XVI. "Desde un punto de vista histórico", dijo el Patriarca, "este viaje representa una piedra miliar en el lento y doloroso camino hacia la reconciliación. Por muchos siglos nuestras iglesias no han mantenido ningún contacto, especialmente tras el gran cisma del siglo XI. Las breves ocasiones de encuentro y diálogo ocurridas en los siglos XIII y XV dejaron a los cristianos ortodoxos orientales más sentimientos de amargura que de esperanza". "La visita del Papa al Patriarcado ecuménico puede no parecer gran cosa a ojos de muchos espectadores", agregó Bartolomé I, "pero es un paso crucial hacia el restablecimiento de relaciones normales y fraternas. Es un hecho que habría resultado inconcebible hace apenas 50 años".

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