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PRIMERA PARTE

Odisea Spacey

Actor de moda en el Hollywood de los noventa, premiado con dos Oscar. Pero un día decidió arriesgar y cruzar el charco para dirigir un teatro en Londres. Trabajo difícil. Ahora, Kevin Spacey se marca otro reto: es el coguionista, director y protagonista cantante de Beyond the sea

Pablo Guimón

Sobre una discreta puerta en una pared exterior del Old Vic, un farolillo blanco con las palabras stage door indica la entrada a las tripas de este teatro con casi 200 años de historia. El sol brilla esta mañana de septiembre en Londres. La puerta da paso a un rellano en medio de una vieja escalera. Detrás de un diminuto mostrador, un tipo entrado en años, con camiseta sin mangas, calzones y sandalias, habla a través de un viejo teléfono haciendo alarde de una fina ironía inglesa. De cuando en cuando mira con coña a la joven rubia que se ríe al otro lado del mostrador.

El visitante agradece que el recepcionista decida no desplegar su fina ironía cuando escucha de su boca el cacofónico nombre de la persona de contacto. El tipo anuncia que el contacto estará allí en cinco minutos. Pero al rato, el que aparece por la puerta no es él sino el propio Kevin Spacey, actor de Hollywood metido a director del teatro Old Vic. Lleva una americana, camisa, pantalón de pinzas y buenos zapatos ingleses. Saluda amablemente e indica con la cabeza el camino escaleras arriba hacia el interior del Old Vic.

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"Éste es mi camerino", anuncia. Se sienta en un viejo sofá y enciende el primero de los Marlboro Lights que fumará casi en cadena. De una pared cuelgan dos carteles de sendas obras de teatro de Eugene O'Neill con una importante carga sentimental para Spacey. Uno es de un montaje de El cometa de hielo, de 1998, y otro de un Largo viaje del día hacia la noche, de 1986. Dos montajes que le recuerdan al actor los dos anteriores trozos de vida que pasó en Londres, y que tienen mucho que ver con lo que Spacey está haciendo ahora. Acaba de arrancar su tercera temporada en el Old Vic con la obra Una luna para el bastardo, también de O'Neill. En ella, Spacey trabaja bajo la dirección de Howard Davies, el mismo que le dirigió hace diez años, en el mismo escenario, en El cometa de hielo. Pero es que, además, el personaje que Spacey interpreta ahora en el Old Vic es Jim Tyrone. Curiosamente, el mismo personaje que interpretó en aquel montaje de Largo viaje del día hacia la noche (ya que Una luna para el bastardo es una especie de secuela o spin off de ésta).

Y entre estos dos carteles hay otro de mayor tamaño y tampoco exento de significado. Se trata de uno de la película Otelo, en el que Laurence Olivier (Otelo) abraza a Maggie Smith (Desdémona). Además de uno de los mejores actores de todos los tiempos, Laurence Olivier es el predecesor de Kevin Spacey en la dirección artística del Old Vic. La Compañía Nacional de Teatro se instaló aquí, entre 1963 y 1976, bajo la dirección de Olivier. Y desde que él se fue no hubo un director artístico con una compañía estable en el Old Vic, hasta que en 2004 Kevin Spacey, un actor estadounidense ganador de dos Oscar (por Sospechosos habituales y por American beauty), decidió dejar a un lado su cómoda vida de estrella de cine para meterse en este fregado.

Spacey, nacido en Nueva Jersey hace 47 años, visitó por primera vez el Old Vic siendo un crío. Su padre, un escritor frustrado que se ganaba la vida redactando manuales didácticos, y su madre, una secretaria, trajeron aquí a sus tres hijos a ver una obra en la época en que Laurence Olivier dirigía el Old Vic. Y el pequeño de los hijos, Kevin, se quedó fascinado. De regreso a Nueva York acabó matriculado en una escuela de interpretación, y debutó en un teatro en 1981. Eso fue mucho antes de convertirse en uno de los actores de moda de los noventa gracias sus celebrados trabajos en Sospechosos habituales, Seven, L. A. Confidential y American beauty. Y aquí está otra vez, treinta años después, llevando las riendas del mismo teatro en el que, dice, despertó su vocación.

"Es algo sorprendente y delicioso", asegura. "Siento que todo lo que he hecho en la vida iba encaminado a esto. Somos unas 35 personas en la compañía. Es un puesto de una enorme responsabilidad. Para mí se trata de construir algo que es más grande que mi carrera personal. Ya no me interesa ésta. Me interesó durante mucho tiempo, pero ya no. Ahora me interesa esto otro. Siento que estoy haciendo un buen uso de toda la increíble suerte que he tenido. En lugar de sentarme en Hollywood al lado de mi piscina a contar mi dinero, yo vengo a trabajar cada día".

Las dos temporadas de Spacey al frente del Old Vic han sido de todo menos fáciles. Los críticos londinenses no se han mostrado especialmente generosos. Pero él se defiende: "Lo que estamos intentando hacer es construir un teatro para el público. No para satisfacer a once personas que resulta que escriben en periódicos. Porque si los pones a todos juntos, no llenarían ni una sola fila de nuestro teatro. Estamos aquí para un público, y el público ha estado aquí con nosotros. Escriben cosas como: 'Esperamos que regresen las esperanzas del Old Vic con esta nueva producción'. Y yo pienso: que os jodan. Nuestras esperanzas están bien, gracias. Tenemos 450.000 personas que han venido a este edificio en los últimos 18 meses. Y el teatro no había tenido un director ni una compañía en él desde 1976. Algunos críticos no estarían satisfechos a menos que yo hubiera llegado bajando Waterloo Road en caballo y llevando a hombros a Laurence Olivier. Honramos la historia de este teatro, pero no estamos maniatados por ella. Para mí, el aspecto más excitante de este sitio es su futuro". Y ese futuro incluye, entre otras cosas, una adaptación (aún sin fecha) de la película de Almodóvar Todo sobre mi madre.

Tampoco ha gustado a los tabloides el celo con que el actor, soltero y sin pareja conocida, protege su vida privada. Y no han ayudado a su popularidad episodios como el que le llevó a un hospital a las cuatro y media de la madrugada después de un incidente en un parque. Dijo que un caco le había golpeado en la cabeza para robarle el móvil, pero después cambió la versión y sostuvo que el golpe se lo había producido él mismo al tropezar con la correa de su perro. En otra ocasión se rieron de él cuando apareció en un estreno con una especie de maquillaje disimulando su calvicie. Alguna prensa malintencionada dijo que se había echado un spray, y le otorgó el cruel apodo de Kevin Spraycy. Y para rematar la faena, su hermano Randall concedió una entrevista a un periódico en la que dijo que el padre de ambos (fallecido en 1992) era un sádico neonazi que le pegaba y que le violó (a Randall) al llegar a la adolescencia. Trish, la mujer de Randall, le apoyó añadiendo que "todo lo que Kevin haya dicho en cualquier entrevista es una mentira".

Pero ése es un terreno en el que Spacey deja muy claro que no quiere entrar. "No me gusta la fama", dice. "Es asquerosa. Así que no quiero tener nada que ver con ella. Nunca airearé mi vida privada con nadie. Jamás. Hay una razón por la que se llama privada. Y punto. Nada más que añadir".

Spacey tomó la decisión de dirigir el Old Vic hacia finales de 1999. "Había pasado diez años haciendo películas y, ocasionalmente, obras de teatro", explica. "Mi experiencia en el cine iba mucho mejor de lo que nunca hubiera podido desear. Y un día me pregunté: ¿qué debo hacer en los próximos diez años? ¿Debo hacer película tras película y, de vez en cuando, algo de teatro? Y pensé: no va a ser así".

Por aquel entonces Kevin Spacey tenía entre manos una película en la que acabaría volcándose por completo. Un proyecto que es una de las razones por las que este mediodía ha hecho un hueco en su agenda para atender a un medio español. La película se llama Beyond the sea y se proyecta ahora en los cines de España, dos años después de su paso sin demasiado ruido por las pantallas estadounidenses. Se trata de la biografía de Bobby Darin, un crooner estadounidense que pudo hacer sombra a Frank Sinatra. Un cantante casi olvidado hoy por el público, pero protagonista de una azarosa vida que acabó prematuramente a los 37 años.

El proyecto llevaba más de 15 años en los despachos de algún gran estudio de Hollywood. Era escrito y reescrito, arrancado y aparcado, una y otra vez. Hasta que Kevin Spacey oyó hablar de él, se interesó por los derechos y acabó escribiendo la versión definitiva del guión, dirigiendo la película, encarnando a Bobby Darin, cantando sus canciones y hasta haciendo con ellas una gira por EE UU acompañado por una big band. "Nunca fue mi intención dirigir la película", asegura el actor. "Yo sólo deseaba interpretar a Bobby Darin. Pero los directores que yo quería no podían hacerla en el próximo año y medio, y no podía esperar, tenía que empezar en el teatro Old Vic".

Bobby Darin vivió deprisa y se negó a poner límites a su ambición. Quiso ser el más grande de la música y, cuando estaba en lo más alto, se puso a hacer películas. Incluso se metió en política en las filas demócratas. Un perfil que recuerda al del propio Kevin Spacey, no sólo porque también es simpatizante demócrata (y amigo personal de Bill Clinton), sino porque no se conformó con ser una estrella de Hollywood. Y, al igual que el crooner, el actor también ha tenido que escuchar críticas por extralimitarse. "Es cierto, y no alcanzo a entender cómo el deseo de una persona de expandirse y asumir retos es visto como arrogancia", dice. "No sé por qué no es visto como un no conformarte con lo que hace mucha gente, que es ganar dinero haciendo la misma puta cosa año tras año. Después de un tiempo, ¿para qué te levantas por la mañana? ¿Qué sentido tiene? Si eso se ve como arrogancia, entonces soy un arrogante. Pero yo lo veo como que la vida es un banquete y, como ser humano, se te debería permitir explorar. A veces ocurre que, si causas una impresión muy fuerte en las personas cuando te descubren, entonces así es como te quieren. No quieren que seas nada más. ¿Y sabes qué? Que les follen. De verdad, que les follen. No es asunto suyo. Es mi vida, no la de ellos. La mía. Así que seguiré mi propio camino".

Se hace de noche y el público llena el Old Vic. Mil personas van a asistir a una de las primeras funciones de Una luna para el bastardo, obra que abre la tercera temporada de Spacey al frente del teatro. Es la primera semana de funciones, un rodaje antes de que acudan los críticos. En las páginas del Time Out se preguntan: "¿Será Spacey capaz de ganar el respeto de los críticos y salvar su teatro de la ruina artística?".

Sobre el escenario, Eve Best, Kevin Spacey y Colm Meaney mantienen la tensión del público que, al final, aplaude a los actores puesto en pie. Unos días más tarde llega la sentencia de la crítica. En el Daily Telegraph, cabecera que no ha sido especialmente elogiosa con el actor, Charles Spencer escribe: "Ha sido un viaje accidentado desde que Kevin Spacey asumió el cargo de director artístico del Old Vic hace dos años. Y después de la ignominiosa debacle del Resurrection blues, de Arthur Miller, en febrero y del cierre del teatro en verano, se necesitaba desesperadamente un éxito. Afortunadamente, eso es exactamente lo que el teatro ha logrado con esta tremenda, a menudo demoledoramente poderosa producción de Una luna para el bastardo, de O'Neill (…). Y lo que es más, en el extraordinario duelo interpretativo de Spacey y Best tengo la fuerte corazonada de estar mirando a los ganadores de los premios al mejor actor y la mejor actriz de 2006".

'Beyond the sea' se ha estrenado el pasado fin de semana en España.

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Sobre la firma

Pablo Guimón
Es el redactor jefe de la sección de Sociedad. Ha sido corresponsal en Washington y en Londres, plazas en las que cubrió los últimos años de la presidencia de Trump, así como el referéndum y la sacudida del Brexit. Antes estuvo al frente de la sección de Madrid, de El País Semanal, y fue jefe de sección de Cultura y del suplemento Tentaciones.

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