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Reportaje:

Generación rompedora

Los nuevos directores españoles irrumpen en el sector con ambiciosas -y exitosas- óperas primas

Elisa Silió

El verano de 2005, el británico Gary Oldman estableció su residencia en un apartamento con vistas a la playa de la Concha de San Sebastián. No venía a rodar otro Harry Potter o Batman, sino a ponerse a las órdenes de un desconocido: Koldo Serra (Bilbao, 1975). El realizador le había enviado su corto El tren de la bruja y el guión de Bosque de sombras y, ante su incredulidad, la estrella aceptó protagonizar su ópera prima, cuyo estreno se ha pospuesto a febrero.

Al reparto se unieron Aitana Sánchez Gijón y Virginie Ledoyen, y el presupuesto aumentó hasta los cinco millones de euros. Una cifra muy respetable para España. Volver, de Pedro Almodóvar, costó 6,4 millones. Así que Koldo se escandalizó cuando Oldman le espetó: "¡Cómo me gusta trabajar en una película independiente!". "Y yo: ¡Pero, mamón, que aquí esto es una superproducción!", prosigue contando Serra entre risas. Él ha sido el más afortunado en medios, pero la cosecha de primeras obras en 2006 está siendo excelente.

Dorronsoro: "Las productoras saben que podemos hacer películas solventes"

De tanto deambular de festival en festival con sus cintas, la mayoría de los cortometrajistas que están dando el salto al largo son amigos. Rondan la treintena, comparten sueños, una amplia formación y horas detrás de la cámara. Almacenan decenas de premios con cada uno de sus cortos -no es exageración- y en su consagración no están defraudando. Se necesita un recambio y ellos han conquistado a la crítica y al público. Siempre, claro, dentro de los exiguos números del cine español.

Los debutantes han contado con el dinero suficiente para levantar sus películas -una media de dos millones de presupuesto- y actores de primera fila se han implicado en sus proyectos. Azuloscurocasinegro, de Daniel Sánchez Arévalo, ha estado casi ocho meses en cartel; Lo que sé de Lola, de Javier Rebollo, ha ganado el Premio de la Crítica Internacional Fipresci en el London Film Festival, en el que también se ha visto La noche de los girasoles, de Jorge Sánchez Cabezudo, el primer filme español producido por la cadena francesa Arte.

"Van a ser unos goyas a director y película revelación muy disputados. No son películas para pasar el rato tontamente. Tienen contenido, mucho cine detrás. Sé que si hacen una segunda película no van a defraudar", afirma Enrique González Macho. El productor sugiere mirar la revista de la Academia de Cine de octubre. Entre las 15 películas españolas más vistas estaban las de cuatro debutantes: La noche de los girasoles (7ª), Azul oscuro (8ª), La distancia (14ª) y Lo que sé de Lola (15ª).

Cuando en septiembre terminó la proyección en el Festival de Venecia, fuera de competición, de Azuloscurocasinegro y La noche de los girasoles los aplausos no cesaron. Se habló entonces de la "frescura" de la nueva generación de cineastas españoles. ¿Por qué esta explosión de creatividad? "No sé, quizá porque muchos proyectos han estado retenidos por las televisiones, y los que han pasado han sido los que tenían más interés, los más frescos, y eso ha beneficiado a los que empiezan", razona Sánchez Cabezudo (Madrid, 1972).

Javier Rebollo (Madrid, 1969) no tiene la sensación de haber dado un salto con Lo que sé de Lola, que concursó en San Sebastián. "Es un paso orgánico y natural. La historia es quien te pide la longitud, y ésta requería 112 minutos". Al festival asistió también Iñaki Dorronsoro (Vitoria, 1968) con La distancia. Él habla del "movimiento pendular" del cine español: "Pasan dos años seguidos sin buenas películas y cunde la histeria. Por suerte ahora las productoras están más abiertas a otros géneros -terror, teenagers...- que hace tiempo funcionaban. Saben que podemos hacer películas solventes".

"Este año se han estrenado siete u ocho óperas primas y nunca hay tanto hueco. Me hace mucha ilusión, pero hay que llamar la atención sobre los cortometrajistas que están llamando a la puerta. Me he adelantado a gente con más trayectoria y calidad. La industria es cosa de impulsos, y yo he tenido suerte", opina con humildad Sánchez Arévalo (Madrid, 1970), ganador hace unos días del Festival de Óperas Primas de Tudela (Navarra).

Desde hace años dos productoras apuestan por los noveles. Tesela -Alberto Rodríguez, Achero Mañas y Santi Amodeo debutaron con ellos- y Gona Films, que va a filmar los trabajos de dos mujeres: Teresa Marcos y Lucinda Torre. "Saben lo que es el cine, eso que llaman el producto y que a mí no me gusta. En mi generación estábamos más perdidos", dice Juan Gona. Por libre va el actor Carlos Iglesias (Madrid, 1955), que en su paso a la dirección ha triunfado: 290.000 espectadores.

Son descarados. No les acompleja dirigir a un reparto con caras conocidas. "Han hecho mi película porque les interesó el guión. Creo que alguno, incluso, ha actuado por debajo de su caché", explica el autor de La noche de los girasoles, a quien arroparon, entre otros, Carmelo Gómez y Celso Bugallo. "El actor agradece las indicaciones cuando casi siempre se tienen que buscar la vida", razona Sánchez Arévalo. Mientras, Serra confiesa que le daba más miedo chapurrear inglés en el rodaje que dar directrices a stars. "Lo que tenemos nosotros es que le echamos morro. Se piensa que Hollywood es un sueño y, en realidad, Gary está al otro lado del teléfono", asegura.

Dorronsoro y Rebollo siguen de promoción, Serra toma fuerzas para lo que le espera, Sánchez Arévalo estos días rueda un nuevo corto, Traumalogía, y Sánchez Cabezudo escribe la adaptación de una novela. Mientras, otros cortometrajistas esperan el estreno o el rodaje de sus guiones: aguarda Nacho Vigalondo tras pisar la alfombra roja de los Oscar; Borja Elgea, con Guillermo del Toro como productor; Félix Viscarret apadrinado por Fernando Trueba... Y ojo a Álex Pastor, ganador en la categoría de cortos en Sundance 2006 con La ruta natural.

Fotograma de <i>Azuloscurocasinegro,</i> de Daniel Sánchez Arévalo.
Fotograma de Azuloscurocasinegro, de Daniel Sánchez Arévalo.

Ocho largos meses en cartel

El director de Azuloscurocasinegro, Daniel Sánchez Arévalo, autor de cortometrajes y guiones televisivos, nunca pensó que su película de dos millones de euros se mantendría casi ocho meses en la cartelera. En total, 172.000 espectadores, una cifra considerable si se compara, por ejemplo, con la alabada y premiada con cuatro goyas La vida secreta de las palabras -entre ellos mejor película-, de Isabel Coixet, que arrastró al cine al mismo número. O con la superproducción de 10 millones de euros La fiesta del Chivo, de Luis Llosa, que congregó tan sólo a 75.000 personas. Alatriste, con tres millones de entradas vendidas desde septiembre, o Volver, con dos millones, juegan en otra división.

El productor José Antonio Félez, de Tesela, no muestra tanto entusiasmo: "Una película tan fácil de ver y con tan fantásticas críticas deberían haberla visto cientos de miles. Los que empiezan interesan porque hablan de cosas que conocen muy bien y que llegan a los jóvenes". Tesela da la oportunidad ahora a Tristán Ulloa, que está adaptando la novela Pudor, y a Álvaro Begines, que estrena hoy el osado musical ¿Por qué se frotan las patitas?

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Sobre la firma

Elisa Silió
Es redactora especializada en educación desde 2013, y en los últimos tiempos se ha centrado en temas universitarios. Antes dedicó su tiempo a la información cultural en Babelia, con foco especial en la literatura infantil.

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