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Reportaje:

Merkel aprueba fuera y suspende en casa

La canciller alemana pierde la popularidad que tenía hace un año, cuando llegó al cargo

La popularidad de la canciller democristiana alemana, Angela Merkel, no pasa por su mejor momento. Cuando se cumple un año de la jura de su cargo al frente de la gran coalición de Gobierno entre democristianos y socialdemócratas, las encuestas revelan que el 40% de los alemanes desaprueba el trabajo de esta alianza política y sólo el 36% considera positiva la gestión del Ejecutivo, según el barómetro político de la televisión pública ZDF. No siempre fue así. Hace un año, el 59% veía con buenos ojos al nuevo Gobierno y la popularidad de la canciller era muy alta. La euforia inicial se debió a los éxitos de Merkel en la política exterior y a que la canciller no había tenido aún ocasión de perder puntos dentro del país.

Merkel tiene más problemas en su partido, la CDU, que con los socialdemócratas

"La política exterior de Merkel es mucho más exitosa que la interior, donde se tiene que mover entre primeros ministros ambiciosos de los länder (todos de su propio partido) y su socio de coalición", asegura Leonard Novy, un experto de la Fundación Bertelsmann. "En lo que se refiere a la política interior, tanto la confianza en la gran coalición como en la política y la democracia en general resultan preocupantes, y eso no lo podrá compensar una buena política exterior", dice el experto. Novy opina además que las grandes expectativas sobre la presidencia alemana de la Unión Europea a partir del 1 de enero no se cumplirán. "El Gobierno alemán no podrá resolver la crisis de la Constitución", sostiene.

Los primeros viajes de Merkel al extranjero estuvieron marcados por una nueva seguridad en sí misma que la política alemana no había mostrado hacía décadas. En Washington mejoró la relación con Estados Unidos, que había quedado maltrecha después de la oposición a la guerra de Irak de su antecesor, el socialdemócrata Gerhard Schröder. Pero no todo fueron buenas palabras: Merkel también fue la primera jefa de Gobierno que pidió a George W. Bush el cierre de Guantánamo.

En Moscú, Merkel mantuvo distancias con el presidente ruso, Vladímir Putin, le pidió cuentas sobre el respeto a los derechos humanos y se reunió con las ONG peor tratadas por el Kremlin. Merkel resituó los intereses geopolíticos de Alemania, se acercó más a EE UU, puso fin al compadreo con Rusia y dejó claro a Francia que el eje París-Berlín no debe servir para marginar a otros.

En el plano europeo, Merkel se estrenó logrando un compromiso que ya parecía imposible en torno al presupuesto de la UE. "Ese acuerdo fue definitivamente un gran éxito, aunque fuera pagando a Polonia", asegura Markus Jachtenfuchs, experto en política europea del Hertie School of Governance de Berlín. Pero el mayor logro de Merkel en la política exterior es, para Jachtenfuchs, la actividad del Ejército alemán en las misiones internacionales "sin que cada vez tenga que celebrarse un debate fundamental sobre ello". Para este experto, no es tan relevante que en Líbano las tropas alemanas vean los toros desde la barrera, es decir, desde el mar a seis millas de la costa, y que en Afganistán se mantengan en la región menos peligrosa. "Sólo nuestra presencia allí es un triunfo que hace 10 años no hubiese sido posible. Una mayor implicación sólo es cuestión de tiempo", asegura.

Que el Gobierno alemán haya tenido más éxito en el exterior que en el interior lo atribuye Jachtenfuchs a las diferentes expectativas que se crearon en uno y otro terreno. "En la política interior la decepción fue relativamente grande, mientras que en la exterior no había grandes expectativas y tampoco grandes debates", sostiene el experto.

La decepción en la política interior comenzó con la subida del IVA del 16% al 19%, que entrará en vigor el próximo 1 de enero. Mientras que la reforma del sistema federal fue acogida como un avance por dar mayor margen de maniobra al Bundestag (Parlamento), la reforma de la sanidad dio al traste con la reputación de la coalición. Un supuesto acuerdo sobre esta reforma acabó convirtiéndose en objeto de regateo entre el Gobierno y los primeros ministros democristianos de los länder (Estados federados).

Si hasta entonces alguien consideraba a Merkel una canciller con autoridad, el conflicto en su propio partido por la sanidad dejó al descubierto que las mayores ataduras de Merkel para gobernar no las tensan los socialdemócratas, sino los dirigentes de los länder democristianos. El resultado de la reforma sanitaria fue un mínimo común denominador diluido por la acción de los diferentes grupos de presión. Si la idea era una sanidad más asequible y solidaria, en lugar de recortar costes se aumentó la contribución y se permitió que los asegurados privados, los más ricos, siguieran sin contribuir a mantener la salud pública.

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