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Sony recrudece la guerra entre las consolas

Patricia Gosálvez

Santa Claus romperá un par de corazones estas Navidades. Muchos de los niños y mayores que pidan la PlayStation 3 se van a quedar sin ella. La nueva consola de Sony acaba de lanzarse en Japón y Estados Unidos con un número limitado de unidades, y no saldrá en Europa hasta marzo de 2007. Pero el cacharro ya ha desatado la locura. En Japón, miles de personas hicieron cola durante días y agotaron las 100.000 unidades puestas a la venta.

En EE UU, el lanzamiento de 400.000 unidades estuvo salpicado de violencia. El caso más grave se dio en un Wal-Mart de Connecticut, donde un hombre fue herido de bala cuando dos ladrones atracaron a la gente que hacía cola a las tres de la mañana con el dinero listo. En la tienda virtual Amazon.com las existencias se agotaron en 18 minutos, y en páginas de subastas online la consola (que se vende en dos versiones por entre 390 y 470 euros) ya alcanza hasta seis veces su precio.

¿Pero qué guarda la caja que les vuelve locos? Crearla ha costado seis años de trabajo y miles de millones de dólares. Sony asegura que la inversión merece la pena porque su máquina está hecha "a prueba de futuro". Antecedentes de resistencia no le faltan: la PlayStation se mantuvo fuerte durante 10 años y la compañía controla actualmente el 70% del mercado con PlayStation 2, de la que ha vendido 106 millones de unidades desde 2000.

Pero Sony también tiene problemas. Microsoft le lleva un año de ventaja. Su Xbox 360 salió las navidades pasadas y tiene una parroquia fiel (esperan alcanzar los 10 millones de máquinas vendidas para finales de 2006), un precio de unos 300 euros y más de 160 juegos (Sony sale con una veintena de títulos).

Nintendo, la tercera en discordia, lanza en todo el mundo a principios de diciembre (en España el día 9) Wii por 249 euros. La máquina de la casa que inventó la Gameboy es, simplemente, otra cosa. Incapaz de competir con el poderío tecnológico y económico de Sony y Microsoft, Nintendo ha optado por el pensamiento paralelo. Su máquina se controla con un mando inalámbrico que responde al movimiento. Los jugadores, de pie ante la tele, saltan, hacen que golpean una raqueta o blanden en el aire espadas imaginarias. Puede que sus juegos no sean tan cinematográficos como los de sus competidores, pero cualquiera que no haya cogido un mando en su vida, puede animarse a echarse una partida.

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Sobre la firma

Patricia Gosálvez
Escribe en EL PAÍS desde 2003, donde también ha ejercido como subjefa del Lab de nuevas narrativas y la sección de Sociedad. Actualmente forma parte del equipo de Fin de semana. Es máster de EL PAÍS, estudió Periodismo en la Complutense y cine en la universidad de Glasgow. Ha pasado por medios como Efe o la Cadena Ser.

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