Salarios y beneficios
Hacía tiempo que las empresas no gozaban de un clima tan favorable a su actividad y a la generación de excedentes. Aunque las que cotizan en Bolsa no sean las más representativas del censo nacional -y menos las del selectivo índice Ibex 35-, sus espectaculares resultados sí dan una idea de esa bonanza general. En los nueve primeros meses de este año se han registrado beneficios récord, con 29.844,8 millones de euros, que suponen un aumento del 33,6% sobre lo obtenido en el mismo periodo de 2005. En la contribución a los mismos hay que destacar el dinamismo de los negocios ordinarios, de forma muy destacada los realizados internacionalmente, y las plusvalías derivadas de la venta de participaciones y otros activos. También se incluyen los aumentos de escala derivados del incremento medio de la dimensión de las empresas, de las fusiones y adquisiciones.
En la medida en que lo que cotiza en Bolsa es esa capacidad para generar beneficios, no debe extrañar el comportamiento igualmente destacable del mercado de valores español. En ausencia de perturbaciones imprevistas, ese índice volverá a registrar este año crecimientos sin precedentes. Esto es bueno para la extensión de dichos mercados como alternativa diversificadora en el patrimonio de los españoles y para la continuidad de la inversión empresarial, al tiempo que contribuye a nutrir las arcas de la Hacienda pública.
Pero bueno sería también que, para completar estos excelentes resultados, la distribución de los ingentes beneficios encontrara cauces y facilidades para tener una repercusión más generalizada. Y producir así, mediante la actividad de la Hacienda pública, inversiones modernizadoras de la economía, de forma destacada en la educación. Sería asimismo deseable un tratamiento más favorable de las rentas que proceden exclusivamente del trabajo. Éstas han perdido peso específico en la distribución nacional de la renta durante los últimos años, de la mano de la intensa creación de empleo en sectores poco intensivos en valor añadido y en gran medida por la continuada oferta de mano de obra procedente de la inmigración, que, con todas sus grandes repercusiones positivas sobre la creación de riqueza general en España en el último lustro, han venido ejerciendo una innegable presión hacia la baja de los salarios.
Se trataría ahora de aprovechar esta gran bonanza general para dar un salto en la cualificación y en la calidad. Difícil será encontrar mejor ocasión que la que refleja el comportamiento excepcional de los beneficios empresariales.
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