Contra la dominación patriarcal
En periodos de profundas transformaciones sociales, cuando nos vemos expuestos a cambios en nuestra biografía afectiva, las propias creencias y hasta en el sentido de territorio, resulta un extraño privilegio contar con la obra de una intelectual comprometida: la filósofa Celia Amorós. El texto que ha recibido el Premio Nacional de Ensayo, La gran diferencia y sus pequeñas consecuencias... para las luchas de las mujeres, que sería preciso hacer extensivo a todo su trabajo, se inicia con el criterio que le llevó a elegir el título del libro. Lo toma prestado de Alice Schwarzer, que se pregunta cómo es posible que unas diferencias biológicas sirvan para justificar una jerarquía tan severa entre hombres y mujeres. Amorós añade a las consecuencias: para las luchas de las mujeres. Elude conceptos galantes, son luchas y son de las mujeres, y además en plural -no de "la mujer"-. No es casualidad. Amorós nos cuenta una doble faceta personal que va a distinguir todos sus escritos: la doble condición de militante y de filósofa. Miembro del Movimiento del Frente de Liberación de la Mujer, nos relata quiénes fueron sus referencias teóricas: Jean-Paul Sartre, al que le dedica su tesis de licenciatura, para seguir con una tesis doctoral sobre el concepto de mito en Claude Lévi-Strauss; su trayectoria docente, como titular en la UNED (1976), en la que hoy es catedrática de Filosofía, habiendo pasado por la Universidad de Valencia y la Universidad Complutense, o en Cambridge, compartiendo con Seyla Benhabib estudios de teoría política.
LA GRAN DIFERENCIA Y SUS PEQUEÑAS CONSECUENCIAS... PARA LAS LUCHAS DE LAS MUJERES
Celia Amorós
Cátedra. Madrid, 2006
472 páginas. 20 euros
Su extraordinaria erudición
dota a su obra de una permanente fuente de ideas, ya que su profunda comprensión de la filosofía clásica y contemporánea, a la que se suma una avidez de conocimiento multidisciplinar, le permite ofrecer una sólida interpretación de acontecimientos que definirán los debates del siglo XXI: la sociedad del conocimiento, la globalización, la polémica relación entre multiculturalidad y derechos humanos, entre identidad y principio de individuación, todo ello bajo el prisma de la teoría feminista.
Como maestra, quien enseña a pensar, tiene en la Ilustración su referente, porque de ahí se extraen categorías aún vigentes para lograr la emancipación de las mujeres: la ciudadanía, la autonomía, la noción de sujeto -aunque el discurso posmoderno lo quiera finiquitar- que aún queda como tarea pendiente, y no exenta de problemas para muchas mujeres, quienes al percibirse como individuos, con un proyecto vital en clave singular, reciben la connotación de egoísmo del que están exentos la mayoría de los hombres. El término teoría, subraya la autora, significaba en su origen hacer ver. Por ello, la teoría crítica feminista va más allá que otras teorías. Porque el feminismo, nos dice, "no es un paradigma al lado de otros, es el Pepito Grillo del resto de las teorías" al posibilitar una interpretación intransigente de cualquier sistema normativo. Analiza las categorías que sustentan las políticas de la identidad, interpelando las posiciones de Judith Butler, Jane Flax, Nancy Fraser, Luce Irigaray, Luisa Muraro, tomando argumentos de otras autoras, como Simone de Beauvoir, Amelia Valcárcel, Françoise Collin, Heidi Hartman, entre otras.
La gran diferencia y sus pequeñas consecuencias persigue, como todas sus libros, denunciar las condiciones en las que actúan los sistemas de dominación patriarcal, y cómo éstos extienden sus definiciones sobre "lo real", con el fin de que sean aceptados por una amplia mayoría. Un claro ejemplo de ello lo encontramos en el recurrente uso del masculino para nombrar cualquier referencia a lo genéricamente humano, rompiendo el necesario vínculo entre término y representación, dejando a las mujeres fuera de lo designado. Como nos advierte Amorós, este hecho delata "la impostura de los que se han apropiado de lo universal, en una maniobra fraudulenta". Nos aporta, además, una excelente interpretación del patriarcado -que para algunas corrientes feministas ha expirado- como un proceso de pactos que propician los hombres entre sí, no en tono conspirativo, sino como un mecanismo de mutuo reconocimiento que les otorga la condición de iguales y les garantiza proteger su hegemonía en los espacios públicos, en los de representación política, o de decisión económica o social.
Es cierto que la capacidad
de generar significados no está al alcance de todos. "No nombra quien quiere, sino quien puede". Frente a las posiciones de poder, además de observar sus contradicciones, se precisa refutarlas. Sólo las categorías del feminismo de la igualdad permiten transformar en dilema lo que tiene aspiraciones de normalidad. Los sistemas de dominación: "Sólo se hacen visibles a la mirada crítica extrañada, la mirada conforme los percibe como lo obvio". Ya no sirve cualquier análisis, es preciso impugnar la propia estructura de legitimidad de la que se nutren las relaciones de poder entre hombres y mujeres. Toda la obra de Celia Amorós emplaza a este compromiso.
Soledad Murillo de la Vega es secretaria general de Políticas de Igualdad.
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