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Obiang llama irracionales a la prensa y a los partidos, y a la oposición guineana

El dictador ecuatoguineano se despide regalando dinero a sus seguidores

Carlos E. Cué

Teodoro Obiang comenzó su accidentada visita a España con un desaire del Congreso y la concluyó despreciando a la prensa española, a los partidos que le han criticado y a la oposición ecuatoguineana. En la Embajada de su país, rodeado de fieles que le aclamaban, el dictador de Guinea Ecuatorial, en el poder desde 1979, sentenció que la prensa "siempre es irracional", pidió a los españoles que no sean "envidiosos", aseguró que en su país no se persigue a nadie y terminó blandiendo un sobre con 50.000 euros como "regalo" para los presentes.

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Durante el primer día de su visita, el pasado miércoles, Obiang logró ser protagonista sin pronunciar un solo discurso público. Para justificar la invitación, el Gobierno español se esforzó en trasladar los avances de democratización del dictador, y anunció el compromiso de Obiang de liberar a los presos políticos. Pero ayer Obiang ya no estaba limitado por la diplomacia. Pisaba territorio amigo, la nueva Embajada de su país. Rodeado de dos centenares de fieles entusiastas y apiñados, en vez de hacer un discurso protocolario, entró a todos los trapos. A su manera.

No dijo nada de los presos políticos. De hecho, aseguró que en su país hay "democracia pluralista y respeto a los derechos humanos". Nada que mejorar, entonces. Además, lanzó un mensaje a los opositores. "Digo a todos los que dicen ser de la oposición que vengan a Guinea Ecuatorial, porque allí no tendrán ningún problema. Y si tienen alguna causa judicial, que hagan una petición al Gobierno para ver si se les puede perdonar. Aquí no van a ganar nada".

Poco acostumbrado a escuchar reproches públicos, Obiang estaba molesto por las críticas a su visita que había podido leer en los periódicos españoles. "Como aquí en España hay libertad de prensa, cada uno dice lo que quiere", ironizó. "La prensa siempre es irracional y quiere demostrar que aquí hay una política de fragmentación, pero yo sé que hay una política realista porque estuve con el señor [Mariano] Rajoy, con el presidente del Gobierno y con sus majestades. Nos han recibido muy bien, digan lo que digan los periódicos. Aquí tengo a los amigos españoles", señaló mirando hacia los responsables de Exteriores que le acompañaban.

Obiang presumió del trato recibido, y despreció a quien le cuestiona. "Hemos sido muy bien acogidos por el Gobierno y su majestad. Esperamos que las fuerzas políticas así lo entiendan, porque la crítica no beneficia a nadie. Espero que la política de Guinea se haga allí y no en España. Digo a las fuerzas políticas y a todos los españoles que no deben formar parte de la oposición guineana porque eso es irracional. Hay que ser imparciales. Los partidos españoles deben seguir la política del Gobierno y de su majestad".

Todo el tiempo lanzaba mensajes contradictorios sobre la situación política en Guinea. Primero ofrecía árnica a la oposición, para después insultarles. Perdón y desprecio se alternaban de frase a frase. Sus seguidores lo aplaudían todo. "En España no hay ninguna oposición, sino un grupo de resentidos. También les invitamos a integrarse, aunque no queremos ningún tipo de desorden. No os asociéis con unos delincuentes, aunque nosotros, como dijo Jesucristo, estamos dispuestos a perdonar", insistía entre aplausos de sus fieles.

"Un remanso de paz"

En todo momento dejó claro que no tiene ningún temor. Y que las críticas internacionales a su régimen no le interesan. "Sois vosotros los que tenéis que juzgar y no los extranjeros", les dijo.

Después entró en algunos mensajes de política interna y de las relaciones con España, que con esta visita pretende obtener de Obiang el permiso para disfrutar de una parte del enorme pastel petrolero que controla el dictador. "No queremos ponernos nerviosos ni hacer caprichos como otros países que han descubierto petróleo. Guinea Ecuatorial es un remanso de paz, es la envidia de la zona. Están emigrando de otros países. No queremos xenofobia, pero sí apostamos por la emigración selectiva", sentenció.

"A los españoles les pido que no sean envidiosos", dijo sin explicar a qué se refería. Al final habló del verdadero contenido de la visita. "Yo doy trato preferencial a España, y ahora hace falta que responda", pero con condiciones, claro: "España debe hacer una política de transferencia de tecnología. Tiene que meter a guineanos en sus empresas y así demostrará que quiere a Guinea Ecuatorial".

Al final, y pese a que el público ya venía entregado de casa, se los metió en el bolsillo con dinero. "Os he traído un regalo", dijo mientras un ayudante le acercaba cuatro sobres. Escogió uno abultado y sentenció: "Os he traído 50.000 euros". La sala se caía. No los repartió, se los entregó al embajador. Pero a la salida la gente hacía cálculos. "Yo creo que nos puede tocar a mil euros...". Y así se fue, de vuelta a su paraíso.

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