"Busco la reflexión frente a la banalidad"
Recién llegado en tren desde Barcelona, acompañado como siempre de su esposa, Teresa, Antoni Tàpies se pasea entre los 15 cuadros de gran formato que a partir de mañana se podrán ver en la galería Soledad Lorenzo de Madrid (Orfila, 5, www.soledadlorenzo.com). Hoy, el artista inaugura también, en Barcelona, una exposición en un instituto de educación secundaria, un espacio nada habitual para mostrar obra original, y en el que con esta muestra inicia un proyecto educativo impulsado por su fundación barcelonesa.
En esta última obra que presenta en Madrid, el artista catalán vuelve a buscar respuesta a conflictos tremendamente próximos y dolorosos. En una de las piezas más sorprendentes, Lligat (2006), reflexiona sobre el tormento al que son sometidas víctimas indefensas y que se pueden identificar con el escarnio de los iraquíes torturados en Abu Ghraib. La materia pictórica habitual de su trabajo está llena de muescas y arañazos que contrastan con la riqueza de la figura que preside la obra y que se exhibe con las manos atadas. Otra pieza, Mà foradada (2006), muestra una mano coronada por una cruz y rodeada por un gusano. Tres orificios vuelven a denunciar la violencia y la crueldad.
"Yo he vivido la Guerra Civil y nunca he dejado de ver sufrimiento"
"El artista no debe dejarse influir ni por galeristas ni por críticos ni por modas"
El tema de la violencia ha sido reiteradamente denunciado por este creador. "Siempre me ha interesado", explica, "provocar la reflexión del espectador frente a la realidad banal y ficticia. Estamos rodeados de tragedias que nos influyen forzosamente. Cuando trabajo, yo no voy con un pensamiento previo. Lo que hago me sale de manera automática. El tormento que sufre la gente tiene que influir a la fuerza. Tenga en cuenta que yo he vivido la Guerra Civil y nunca he dejado de ver sufrimiento".
Tàpies intentó muy pronto relajar su espíritu en las civilizaciones orientales. "A finales de los cincuenta sentí una profunda decepción por la civilización occidental. Pero entonces había dificultades hasta para viajar. Todo eran barreras para el conocimiento. Cuando conseguí el pasaporte, empecé a estudiar en París el budismo, el taoísmo. Descubrí, por ejemplo, la caligrafía china, de una belleza enorme poco conocida entonces".
Recuerda Tàpies que en la búsqueda del humanismo y la filosofía oriental coincidió con sus colegas del expresionismo abstracto norteamericano. "En esencia nos unía la misma forma de buscar una clase de paz a través de una estética influida por Oriente". Desde esa paz, Tàpies contempla con estupor la agitación que vive un mercado del arte en el que los récords de ventas se superan cada día. "Esas cosas me hacen sonreír. No me interesan nada. Son temas ajenos a la creación".
Lo que sí cree el artista catalán es que el creador tiene que ganar lo suficiente como para crear con tranquilidad. "Desde principios de los sesenta he podido vivir de mi obra. Fue Joan Miró quien me aconsejó que firmara con una gran galería ya entonces, Maeght, y desde ese momento he seguido con ellos o sus herederos. El artista no debe de dejarse influir por nadie. Ni por los galeristas, ni por los críticos, ni por las modas".
A sus 85 años, y con dificultades en la vista, Tàpies sigue trabajando a un ritmo que sólo depende de las ganas que tenga. En lo que va de año ha rematado más de 50 obras. "No trabajo con reloj. Me pongo ante la obra cuando me vienen las fuerzas y paro cuando me canso". "Y las fuerzas tienen que ser muchas", añade entre risas, "porque yo utilizo grandes escobas y mucho material. Ahora, con el frío, trabajo mucho menos". A la hora de crear, le enriquece el contacto con las personas. Su estudio en Montseny está siempre abierto, aunque algún colega le aconsejó en su momento que nunca mostrara su obra a otro artista. "Yo no hago caso. Esas miserias no van conmigo".
Cuando no pinta, lee. "Más bien releo a los místicos castellanos y catalanes, que también tenemos, como Ramon Llull, uno de los hombres de ciencia más importantes de la historia".
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.