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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Olmert en Washington

El primer ministro israelí, Ehud Olmert, está en Washington para tomar el pulso de una Administración que ha sufrido un duro castigo en las elecciones al Congreso, donde el Partido Republicano ha perdido el control del Senado y de la Cámara de Representantes. Se impone por ello que el aliado más íntimo de Estados Unidos en el mundo se persone para cerciorarse de que nada ha cambiado en tan estrecha alianza.

El propio Olmert, que el domingo cenó con la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, y ayer se reunió con el presidente Bush, ya había dicho con la confianza que permite un patronazgo sostenido por una Administración tras otra, y generoso por valor de miles de millones de dólares al año, que no había que temer un viraje de la política norteamericana. Mejor todavía, los demócratas han sido, históricamente, de una fidelidad si cabe aún mayor a Jerusalén que los republicanos, aunque Bush ha puesto el listón muy alto.

La posición de Olmert es conocida: ni soñar en negociar con el gobierno de Hamás en tanto que el movimiento terrorista palestino no reconozca a Israel y destierre la violencia. El otro gran asunto que le ha llevado a la capital americana ha sido el dossier iraní. Israel no quiere renunciar a administrar un castigo ejemplar a Teherán si Irán persiste en su aparente tentativa de obtener el arma nuclear. Y si Bush ya no puede ser el ángel exterminador por su debilidad política, que nadie dude de que Israel está dispuesto a tomar el relevo.

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Hamás y Fatah negocian, paralelamente, la formación de un Gabinete de tecnócratas que formalmente dejaría de estar integrado por miembros del partido, con la esperanza de persuadir así a Estados Unidos y la UE de que reanuden una ayuda económica sin la cual la Autoridad Palestina no puede pagar ni el recibo de la luz. Ya hay acuerdo sobre el jefe de Gobierno, Mohamed Subair, ex rector de la universidad islámica de Gaza, científico formado en Estados Unidos e islamista independiente. Pero aún queda todo un Gabinete por decidir y Hamás, que ya ha tenido que tragar sapos y culebras con la renuncia de Ismail Haniye, no tiene margen para muchas más concesiones.

Israel quiere que le renueven un cheque en blanco, y lo más que le pedirá Washington será que se demore algo en cobrarlo. Todo ello es pésima noticia para la paz en Palestina; para apaciguar los ánimos en Irak; para debilitar al islamismo criminal; para el crédito de la ONU; y sobre todo para el pueblo palestino, acostumbrado a que ningún cambio, aun de envergadura, como la derrota electoral de la Casa Blanca, sirva nunca de nada.

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