Las remesas sostienen América Latina
Los envíos de los inmigrantes han pasado de 855 a 43.000 millones desde 1980
Las remesas, el dinero que envían los inmigrantes a sus países de origen, han pasado en los últimos 25 años de 855 millones de euros a 43.000 millones en América Latina, según datos de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Las transferencias de dinero se han duplicado cada cinco años desde 1980 y en al menos cinco países centroamericanos ya representan entre el 10% y el 15% del producto interior bruto (PIB), mientras que para países como Bolivia y Ecuador suponen ya entre el 5% y el 6%, y más del 3% para Colombia.
La importancia que están teniendo las remesas en las economías nacionales fue clave en la última cumbre iberoamericana, celebrada hace una semana en Montevideo. "Debemos facilitar el envío de remesas, reduciendo su costo y garantizando el acceso a los servicios bancarios. Procuraremos incentivar oportunidades que motiven el mejor aprovechamiento de esos flujos en actividades productivas y de inversión que favorezcan a las familias y comunidades de origen de los emigrantes", reza la declaración final de la reunión, suscrita por 22 países.
El BID pretende que el dinero que no se destine a necesidades básicas se invierta en la producción
Las remesas representan ya entre el 5% y 6% del producto interior bruto de Bolivia y Ecuador
Los dólares que mandan los inmigrantes triplican el monto de las divisas provenientes de la inversión extranjera directa en casi todos los países receptores. No obstante, aún no está claro que las remesas, además de aliviar las necesidades básicas (alimentación, vestido, vivienda, servicios) de los que las reciben, ayuden al desarrollo social de una región o un país.
Los analistas coinciden en que todavía no hay suficientes datos sobre el flujo de dinero y, dentro de lo que se sabe, se ha constatado que la mayor parte de esos fondos sólo alcanza para paliar la pobreza de 20 millones de familias en América Latina. Poco es lo que sobra, poco es lo que esas familias tienen de más para invertir en el sistema productivo de un país.
En la creciente diáspora mundial, el BID calcula que ya hay 25 millones de emigrantes latinoamericanos y caribeños en todo el mundo (mayoritariamente en EE UU y la UE) y al menos la mitad de ellos envían regularmente dinero a sus familias. Cada uno manda unos 300 dólares (233 euros) mensuales, "aunque en esta cifra no se incluyen las llamadas remesas en especie (ordenadores, electrodomésticos), ni el dinero transferido personalmente", explica Greg Watson, analista del BID.
El banco de crédito ve en las remesas una oportunidad para el desarrollo del país receptor: "Calculamos que el grueso de las remesas -entre el 80% y 85%- se utiliza para cubrir necesidades básicas, mientras el resto puede ahorrarse o invertirse. Para lograrlo, los bancos tienen que ofrecer instrumentos financieros para que ese capital de las remesas se incorpore al sector productivo", dice Watson.
Hay algunas entidades que ya hacen lo que Watson sugiere: por ejemplo, el Banco Solidario, en Ecuador, da microcréditos a las familias de los inmigrantes que presenten al menos tres comprobantes de remesas enviadas desde las cajas de ahorro españolas o italianas.
El BID reconoce, no obstante, que para que las remesas se conviertan en una herramienta más para el desarrollo, primero es necesario que haya políticas de regularización de los inmigrantes y que se sigan abaratando las transferencias de dinero. Hace cinco años, el coste medio para enviar dinero suponía el 15% del valor de cada operación. Hoy ese coste se ha reducido a la mitad y las familias cuentan con 2.300 millones de euros más cada año.
Paul Isbell, experto en Economía y Comercio Internacional del Instituto Elcano, cree que las remesas son buenas para paliar la grave situación de millones de personas en América Latina, a menudo habitantes de regiones remotas y socialmente deprimidas, pero opina que no son la respuesta al desarrollo. "Las remesas son parte del problema, no de la solución. Son un síntoma del fracaso de las políticas de desarrollo aplicadas hasta ahora. No son un nuevo modelo de desarrollo", enfatiza Isbell. "Me parece bien que haya políticas locales para sacar el mayor provecho a las remesas y que se minimicen los escapes de este flujo de dinero, pero el aumento de las remesas no solucionarán la falta de desarrollo derivada de la falta de voluntad política ni de la mala gestión económica", añade.
En la CEPAL son también muy cautelosos a la hora de ponderar las cualidades de las remesas. "Aún es necesario conocer mucho más detalladamente qué efectos en la estructura del ingreso, en el nivel de pobreza y en el consumo generan las remesas. Lo que se sabe es que la mayor parte de las remesas cubre las necesidades de consumo de los hogares y una fracción se destina a la inversión en salud y educación. A largo plazo, ello propiciaría la formación de capital humano y de allí que las remesas puedan tener un impacto positivo para el desarrollo", dice Jorge Martínez, experto del organismo. "Pero las remesas no suplen las obligaciones de los gobiernos. Pueden ser complementos de la inversión pública, pero en ningún caso los gobiernos pueden pensar en las remesas como fondos de inversión", añade Martínez.
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