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Columna
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Falsos amigos

Me ha hecho gracia conocer a través de Internet a un esforzado grupo de detectores de pifias en la literatura y el cine que nos llegan traducidos, a veces, de mala manera. Porque algunas empresas reducen el gasto más chico, y no entienden que una buena traducción custodia una obra, y que una mala la desvirtúa y hasta destroza.

Cuentan que un falso amigo mal trasladado por Jesús Hermida en una de sus crónicas para TVE dio origen a una imprecisión ya asentada para siempre en la prosa periodística. El intrépido reportero aplicó a los sanctuary (refugios) del Vietcong la acepción de "santuarios", y desde entonces hablamos muy piadosamente de santuarios de ballenas, de virus...

Otra famosa y piadosa corresponsal, la vaticanista Paloma Gómez Borrero, decía que los italianos blandos (mórbidi) eran "morbosos": Freud habría tenido algo que explicar.

Por ahorrar en profesionales, muchos textos se convierten en galimatías ininteligibles. Quizá es que se conforman con pasarlos por algún programa informático, de esos que convierten "lo siento" en sit down. Y mal. Mal si se trata de instrucciones para una batidora, pero aún peor si se publicita una actividad cultural. He leído atrocidades en los muy barbudos museos de Dusseldorf. Y hasta en la Bolsa de Futuros de Chicago, que tanto ha deslumbrado al president Camps: "Cuidado especial se ha tomado al preparar esta publicación, pero no hay garantía o representación expresa o implícita....en cualquiera de los mercados de futuros descriptos en esta publicación...los individuos son bienvenidos...se requieren reservaciones..." Esto de las reservaciones es un palabro muy común en todo lo relacionado con viajes. También en el Moma de Nueva York, que anuncia "un fino restaurante" y "un área más casual", en un folleto-plano mal titulado Plan Español. En otro librito, sobre los monumentos, museos y galerías de Praga, presumen de que la ciudad "se encuentra registrada en la Lista de la herencia mundial cultural y natural de Unesco" (heritage como herencia, no como patrimonio. Artículos engullidos, mayúsculas caprichosamente recrecidas...)

Por otra parte, no sé qué es más preocupante: que nos cierren el grifo de los medicamentos necesarios o que no haya traductores en los juzgados. Hace tiempo que la Generalitat no paga puntualmente a muchos funcionarios y a empresas suministradoras de bienes y servicios. Justicia, por ejemplo, parece estar al límite, dicho por el presidente del Tribunal Superior Juan Luis de la Rúa. No sólo por escasez de personal y el consiguiente colapso, que provoca la suspensión de juicios y el retraso en la ejecución de condenas. También hay que contar con el impago (nada menos que dos años de demora) a la empresa de traductores que facilita que una parte cada vez más importante de la ciudadanía entienda y sea entendida. Aquí y en la consulta médica, más que en ninguna otra área, una mala interpretación puede provocar enormes errores conceptuales. Y no será la primera vez que los equívocos hayan llevado a fallar un diagnóstico y tratamiento, o a motivar una sentencia.

Y si hay problemas en actividades tan nobles como la medicina, la cultura, las finanzas o la justicia, si las chapuzas apuñalan incluso a premios Nobel, ni decir lo que ocurre en el turismo playero puro y duro. No me resisto a copiar parte de un hallazgo veraniego, colgado en el tablón de un hotel ibicenco de cierta categoría: "Todos los mañanas detrás de la bar piscina masaje y cosmetica son cosa de confianza. Jarmilla Fabianova, currículo y tambien prevalece haber trabajado en Grecia de bodywork. Masaje sueca (tradicional). Tambien la formación de muchos años no pueden reemplazar el talento, la gestión de la sensibilidad".

Vale, un anuncio de salón de belleza o un aviso de excursión no serán la Divina Comedia, pero por qué se tiene que considerar un lujo ofrecer a la clientela una prosa medianamente inteligible y correcta. Será porque se trata de letras. Pueden apostar que en los números de la factura no se equivocan tanto

En fin, cuídense de las malas traducciones y de los falsos amigos. Que en lenguas, como en la vida misma, tienen bastante más peligro que los declarados enemigos.

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