La soberbia del virtuoso
Con sólo 26 años e instalado en la leyenda del famoso cheque del millón de libras por registrar sus temas para determinada compañía discográfica, el joven británico Jamie Cullum es, actualmente, una especie de rey del mambo en clave precoz. Domina el piano, canta con gusto -tampoco hay que exagerar-, manifiesta cierta querencia por los estándares de jazz y por convertir cualquier tonada en estándar de jazz, maneja con mano firme a un pedazo de grupo que, siendo poquísimos, a veces dan la sensación de ser toda una orquesta, hace versiones -mejor transforma en otra cosa- de pop y de rock... En fin, Jamie Cullum tiene todas las papeletas para constituirse en una leyenda de las de larga duración. Eso si su afán histriónico y su osadía no lo estropea demasiado, claro.
Jamie Cullum
Festival de Jazz de Barcelona. Auditori, 6 de noviembre.
En su actuación en Madrid, el cantante e instrumentista dio, francamente, una de cal y otra de arena. Por un lado estaba su personalidad de subversor de otros géneros en favor de la materia de los crooners, fabricando impensables lecturas de Hendrix, Massive Attack o Neptunes. Por el otro, su voluntad de homenajear a los grandes del jazz de siempre, que no da siempre buenos resultados, porque oírle cantar a él I get a kick out of you y recordar a Sinatra es dejarle en muy mal lugar. Pero también tiene una vena de compositor de temas que resbalan por el funky, sin abandonar del todo el pop, que, en principio y sin tanta voluntad de notoriedad, son con mucho lo mejor del concierto.
Apabullante
Concierto que dura dos horas y en el que Jamie, a excepción de quemarse a lo bonzo, hace de todo: se sube en el piano para cantar, echa al batería para ponerse él, toca solo -y no lo hace nada mal- algunos temas a la guitarra, se marca un solo de percusiones aporreando la tapa del piano, se lanza en una frenética espiral tropical de percusiones para acompañar el famoso coro inicial del Mais que nada... Toda una exhibición de soberbia a cargo de un virtuoso superdotado para hacer sonar cualquier objeto a su alcance. ¿Excesivo? Tal vez.
Pero lo que hace Jamie Cullum, lo hace tan bien y la música que toca es tan agradable que el balance final resulta favorable. Al menos eso le pareció al público que abarrotaba la sala y que seguía con palmas e, incluso, cantando las letras en inglés las evoluciones de Jamie Cullum.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.