El penúltimo récord
Jackson Pollock acaba de conseguir con su obra No. 5, 1948 un nuevo récord: 109 millones de euros. Pero menos de cinco meses antes, Ronald Lauder pagó por un klimt 105,7 millones. Los récords se pulverizan antes de que la tinta vertida sobre ellos en la prensa haya llegado a secarse. ¿Por qué cuadros contemporáneos alcanzan estas cifras? Porque son únicos, son excelentes y son raros. Pero ya en 1989 Casimiro Porro explicó en el Giornalle dell'Arte que el mercado del arte contemporáneo siempre ha sido más caro que el antiguo. En su época, Turner costaba más que un maestro del XVIII, y un fragonnard en la suya más que una bella tela del XVII.
Vendedores y compradores son supermagnates como David Geffen y David Martínez. Las subastas se suceden y se suceden los récords. Las obras inoxidables (obras vendibles incluso en un periodo crítico) se guardan para otros tiempos. El mercado del arte es una fiesta, y sus agentes juegan fuerte. Estamos en un ciclo de expansión económica y se cumple la teoría de los expertos en este campo: lo primero que sube es el mercado inmobiliario, éste pasa a la Bolsa y termina asentando un nuevo ascenso en el mercado del arte. A esto debemos añadir el precio actual del dinero: nunca había estado tan barato. El arte forma parte de los productos incluidos en las carteras diversificadas de los más ricos del mundo desde hace años, no sólo porque es una forma de inversión interesante, sino porque una vez añadidos metros de eslora a los yates, y adquiridos inmuebles diseñados por los grandes arquitectos, en la pirámide de deseo, la diferenciación viene sólo por lo que los demás no pueden poseer. Y el número de pollocks excelentes, por supuesto, es limitado.
El mercado del arte, que no es lo mismo que el arte, es idéntico a todos los mercados
El mundo del arte tiene sus indicadores y sus claves: es un mercado que cuenta con su propio índice, al igual que el Dow Jones o el Ibex en nuestra Bolsa. El Mei and Moses Fine Art Index analiza el mercado sin predecir su comportamiento, al igual que la clasificación de artistas del Kunstkompass crea una relación precio / valor que viene a ser lo que el PER de las compañías en las bolsas. El antiguo director de la Feria de Basilea (la feria de las grandes obras y las grandes ventas) Lorenzo Rudolf explicaba del siguiente modo por qué el arte vale lo que vale: "Si tres personas quieren una manzana, ésta vale mucho más que si sólo hay una persona interesada en ella".
El mercado del arte es sofisticado y difícil. Hay que conocer el entramado de galerías y dealers y su funcionamiento, quiénes mueven los hilos de las casas de subastas y quiénes forman los lobbies de la trilateral del gusto. Los artistas como Pollock cumplen una serie de requisitos imprescindibles para que se logren esos precios por las obras: están muertos, su obra cambió una forma de hacer arte y sólo algunos grandes museos la poseen. Hoy existe una generación de artistas de 40 años que se ha posicionado en el mercado con precios que, en determinados casos, ya superan los dos millones de dólares. Para comprender los mecanismos que rigen este mercado y sus precios, se debe saber que las fluctuaciones son producto de intereses y acciones concretas, nunca de desconocimiento por parte de quienes compran. Para que estos precios se alcancen, se deben dar lo que se denominan las tres emes, que los blue chips de este mercado ya han cumplido: museos, medios y mercado. Las galerías cuidan a sus artistas: no venden a quien está dispuesto a pagar, sino a quienes no aprovecharán el momento inmediato de subida, para desprenderse de la obra y volverla a ofrecer en subasta; eligen las colecciones en las que debe entrar la obra, tratan con los museos que consolidan carreras, y cuidan en extremo los precios de salida y cotización, para que no sufra una burbuja especulativa. Las subidas son producto de una alquimia compleja en la que participan todos los actores de este entramado: artistas, galeristas, museos y medios de comunicación. Hay que dejarse de hipocresías y reconocer que el paso de un artista por un gran museo duplica o triplica sus precios.
Debemos considerar, además, que los grandes artistas son un monopolio y, por ende, sus marchantes tienen todo el poder sobre él mismo. Cada gran artista ya ha sido confirmado por sus cualidades excepcionales. Un cuadro excelente de un gran artista es único en su clase. Determinados compradores pueden tener información, incluso privilegiada. Tanto desde su posición en los museos (como patronos) o clientes VIP de las grandes galerías (a veces tienen más información que los propios marchantes). Si mayor cantidad de información confiere poder sobre el precio, en el vértice de la pirámide del mercado del arte está el coleccionista. Así que el mercado del arte, que no es lo mismo que el arte, es idéntico a todos los mercados.
De la misma manera que en un día concreto un valor de la Bolsa española puede subir el 87%, en el mercado del arte, las cotizaciones de determinados artistas pueden ponerse por las nubes. Esto puede suceder, pero los blue chips, tanto del arte como del mercado, valen lo que cuestan. Todos los críticos de arte desprecian a Hirst o Cattelan, pero Steve Cohen (que lo mismo compra un gran picasso que los nenúfares de Monet) ha pagado 9,44 millones por un tiburón en formol de Hirst, posiblemente para donarlo al MOMA. Los tiburones de las finanzas no se dejan engañar por los tiburones del arte...
La venta del pollock de Geffen no ha hecho sino que la efervescencia y la expectación ante las subastas de este mes, entre los más ricos de los ricos, aumenten. Su confianza en el mercado se incrementa, y su deseo corre en paralelo. Obras maestras de Picasso, Gauguin, Cézanne, Klimt, De Kooning y Warhol (el duelo de warhols entre Christie's y Sotheby's promete) inundan las sesiones.
Los economistas Frei y Pommerhene, estudiosos del mercado del arte, confirman que está fuera de cualquier fundamento que las cotizaciones de arte moderno no tengan ninguna relación con su valor artístico, y concluyen que las cotizaciones más elevadas las reciben los artistas que son más apreciados en el ambiente artístico.
Estos precios no son sino un reflejo de nuestra época, un síntoma de nuestra sociedad. Por algo un artista tan inteligente y fuera del mercado como Peter Friedl declara con ironía: el capitalismo es la mayor forma de arte contemporáneo.
Lola Garrido es coleccionista y directora de la revista Colectionart.
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