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Crítica:DANZA | 'Nefés'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Talento, estilo, manierismo

Probablemente, nadie como Pina Bausch ha influido en nuestro tiempo sobre la actividad escénica y teatral, y esto ha sido posible a partir de dos elementos fundamentales: primero, su talento, y a continuación, la consecución de un estilo.

Un estilo distintivo es lo más difícil en cualquier manifestación artística. En la danza y el ballet del siglo XX lo tienen, por ejemplo, Béjart, Forsythe, Cunningham, algunos otros y Bausch. Pero el suyo está hecho de cerebralidad más que de gesto, de contraanálisis del movimiento más que de gestión dinámica bailada. El caso es que su sello resulta indeleble y golpeador.

Si vimos en su momento otras obras emblemáticas de su catálogo, Nefés se queda en el camino como un trámite doméstico menor entre sus obras menores. Hay cuatro creaciones consecutivas que cristalizan esa particular coralidad que en Nefés aparece de nuevo, y hablo del ciclo que empieza en 1980 con la obra homónima y que llega a 1989 con Palermo, Palermo. Hay en Nefés momentos emocionantes de gran lirismo y poesía, de verdadera belleza. Pero Pina, que nació en Solingen, la ciudad de las tijeras, debía llevar consigo una de oro para cortar lo que sobra pues esta pieza adolece de repetitividad y excesivo metraje, lo que le quita cohesión e impacto. El solo masculino acompañado de la desgarrada voz de Tom Waits es una obra maestra en sí mismo, pero se pierde en un todo de alambicadas secuencias y aforamientos injustificados que al final devienen en un todo manierístico donde el espectador se complace recurrentemente en la alta calidad de los intérpretes y en el pulimento de la puesta teatral.

Tanztheater Wuppertal Pina Bausch

Nefés. Dirección y coreografía: Pina Bausch. Escenografía: Peter Pabst. Músicas: Mercan Dedé, Astor Piazzolla, Tom Waits y otros. Vestuario: Marion Cito. Festival de Otoño. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 2 de noviembre.

En su momento, Bausch y sus espectáculos marcaron la estética del vestuario desde que apareció en la puerta giratoria del Café Müller con aquel discreto y anónimo camisón. Pero hoy día los vestuarios de Marion Cito son, simplemente, vulgares y resulta difícil relacionarlos con el nivel del resto de los componentes escénicos, como si aquí también a la hora de vestir a la plantilla los factores poderosos y ensombrecedores del estilo pudieran ejercer un dominio en detrimento del resultado.

De encargo

Nefés es una obra de encargo, y a pesar de que esto es una práctica que arrastra el ballet desde los tiempos fundacionales de Catalina de Medicis, no deja de ser un elemento perturbador que a veces distorsiona el fin último, aunque siempre existe la recurrente justificación de que sin el aporte de tales benefactores sería imposible llevar adelante los costes de estas grandes obras. El caso concreto de Pina Bausch es que ha sabido resolver con una elegancia ejemplar y una honestidad meridiana la asunción del encargo y, como no podía ser de otra forma, algunas veces sale mejor que otras. Así y todo, en todas estas obras la coreógrafa nunca ha eludido sus principales fantasmas: la muerte, la impotencia del artista ante el mundo real y la soledad. Estas cosas están en Nefés, una palabra que significa en principio y en turco "respiración" porque la pieza fue creada en Estambul e inspirada por la ciudad; pero ya en lengua alemana el vocablo puede verterse como "aliento". Y es precisamente el aliento demoledor de Pina lo que nos mantiene en la butaca tres largas horas.

En la plantilla vemos con alegría aún a la española Nazareth Panadero, que representa un ejemplo glorioso de la artista en su madurez, en posesión de su personalidad, sus recursos y su genio; su proyección es intensa y verdadera, transporta lo satírico al terreno clásico de lo irónico-simbólico con las maneras de una estrella. Para quienes llevamos más de dos décadas viéndola crear personajes distintos y poderosos junto a Bausch, Panadero es una heroína de la danza teatral más entregada, y ella pudo ser también esa mujer peonza que los hombres se pasan sin pausa al compás obsesivo de Mercan Dedé.

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