Verdades y mentiras
Abordar las alcantarillas del poder es algo que siempre ha fascinado al cine criminal, incluso al europeo. No debe extrañar que, tras el éxito de Lobo, su filme anterior, Miguel Courtois se acerque al tema del GAL y su secuela de asesinatos en busca del éxito inmediato: la trama, la verdad, se las trae y da para mucho más que para una peliculilla de buenos y malos. Otra cosa es cómo lo hace; y otra más, el porqué aquí y ahora.
Ante todo, GAL es un thriller político que huele a conocido por todas partes: no falta la eterna pareja de periodistas heroicos con una historia de amor pendiente, ni el director de periódico que los protege, ni los policías corruptos que se toman por la encarnación de la justicia; ni los políticos que los cobijan en su proceder. El saber por qué el director del periódico no se llama Pedro J. Ramírez, el policía corrupto José Amedo, el presidente de Gobierno, aunque hable con acento andaluz, Felipe González, o el primer secuestrado Segundo Marey tal vez sea un detalle, pero no cabe duda de que huele mal: si tan seguro se está de que lo que se cuenta fue como se muestra, en honor de la necesidad de mantener "la memoria histórica" que ventila el productor, Melchor Miralles, en los papeles promocionales del filme, se impone el no esconder a los personajes reales tras seudónimos.
GAL
Dirección: Miguel Courtois. Intérpretes: José García, Natalia Verbeke, Jordi Mollà, Bernard Le Coq, Ana Alvarez, José Ángel Egido, José Coronado. Género: drama criminal, España, 2006. Duración: 110 minutos.
Pero es que, además, la película cuenta verdades, sí, pero también mentiras; o para decirlo con precisión, oculta detrás de la palabra de algún personaje juicios sumarios, de modo que el ministro del Interior queda, ante los ojos de quien vea la película y no conozca la historia, no como alguien condenado por mal uso de fondos reservados, sino como el organizador de los GAL... porque el aquí llamado Paco Ariza así lo afirma ante la cámara y nadie lo contradice.
Así actúa, en general, la película: como una intensa operación de destape histórico, pero al tiempo de ocultamiento y de manipulación de los responsables políticos, siempre vistos como arteros culpables. Y de ocultamiento, en fin, de otras verdades. Por ejemplo, que ese mismo diario cuya redacción muestra el filme también jaleó, antes de denunciarlo, al grupo criminal que la película historia. Y en el fondo, mostrar la trama del GAL como la de una gran conjura en la sombra orquestada por responsables políticos es seguir abonando una planta, la de la conspiración del 11-M, que tanto gusta cuidar a la redacción heredera de la que aquí se muestra tan arrojada.
Babelia
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