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Reportaje:

Lula y Alckmin buscan a la clase media

El voto de uno de los sectores más castigados de Brasil, decisivo en las presidenciales de mañana

Jorge Marirrodriga

Sesenta millones de brasileños han centrado la atención de los candidatos que mañana se medirán en las urnas para dirimir quién será el próximo presidente de Brasil. Tanto Luiz Inácio Lula da Silva como Geraldo Alckmin han dejado a un lado a sus electores naturales, los trabajadores, en el caso del primero, y la burguesía acomodada en el del segundo, y han puesto el foco en la última semana sobre uno de los sectores más castigados desde hace décadas en Brasil: la clase media, que en la primera vuelta se reveló como la gran reserva de votos que pueden influir decisivamente en los resultados.

Para la segunda vuelta, el presidente, Lula, ha tenido que batirse a fondo ante un sector social que sólo durante el primer año de su mandato fue golpeado más duramente que en el peor año -1999, debido a la devaluación del real- de su antecesor, el socialdemócrata Fernando Henrique Cardoso. Desde 1870, cuando comenzaron a elaborarse estadísticas, jamás se había producido un retroceso tan fuerte de la clase media, pero el dato no es sólo achacable a la gestión del Gobierno del Partido de los Trabajadores (PT). De hecho, entre los años 1980 y 2000, unos 10 millones de personas perdieron la consideración de clase media.

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Según el ex ministro de Comunicaciones y ex director del Banco Nacional de Desarrollo Luiz Carlos Mendoça de Barros, las políticas sociales de Lula han dejado sentir sus efectos beneficiosos sobre todo en los brasileños con los sueldos más bajos, quienes apoyarán mañana mayoritariamente la reelección del presidente. Pero este porcentaje descenderá a medida que los salarios sean más altos, ya que la clase media, casi una tercera parte de los cerca de 188 millones de brasileños, ha perdido poder adquisitivo en los últimos años. "Los impuestos subirán durante el mandato de Lula, tal y como ya lo muestran las estadísticas", augura el ex ministro.

Y aunque la imagen exterior de Brasil combine la masiva pobreza de las favelas con el lujo desmedido -es el segundo país del mundo en número de helicópteros privados-, lo cierto es que el segmento de población cuyos ingresos oscilan entre los 195 y los 780 euros mensuales constituye el verdadero motor económico del país. Lula ha prometido mejoras en vivienda y educación, dos puntos en los que es palpable la brecha con la población más acomodada.

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"Brasil ha asistido en los últimos años al nacimiento de una nueva clase media con alto espíritu emprendedor, una clase media moderna con ganas de crecer y producir. En caso de ser reelegido, voy a dirigir una atención muy especial a este sector", subrayó el presidente en un mitin esta semana.

Pero la clase media brasileña se siente asfixiada con unos sueldos que no aumentan al ritmo de los impuestos. "No existe otro país del mundo con la renta per cápita de Brasil que tenga una carga impositiva tan grande", subraya Alexandre Mendoça, profesor de la Escuela de Economía de São Paulo de la Fundación Getulio Vargas (FGV), quien revela que durante el Gobierno del PT, los impuestos se han elevado del 35% al 38%.

"La clase media siente eso en su vida cotidiana, ya sea en la subida de los impuestos como en el bajo crecimiento de las oportunidades de trabajo, que son consecuencia del pequeño dinamismo de la economía", dice Mendoça. El equipo de Lula mantiene justo la teoría contraria, y subraya que el control de la inflación, la generación de 6,4 millones de puestos de trabajo y la caída de la tasa de paro por debajo del 10% han logrado frenar la pérdida de poder adquisitivo de una clase muy castigada y vital para la estabilidad del país.

Si en teoría se siente castigada, ¿por qué las encuestas señalan que la clase media votará mañana abrumadoramente a Lula? El líder del PT ha optado en la segunda vuelta por presentarse ante ella como el mal menor. Lula ha advertido en casi todas sus intervenciones de los males que aquejarán a la economía si los socialdemócratas vuelven al poder, destacando las dos quiebras sufridas por el sistema financiero en años anteriores, así como la política de privatizaciones, que la opinión pública percibe como una pérdida de soberanía nacional.

"La campaña del PT ha tenido un enorme éxito en presentar al neoliberal Alckmin como un demonio más peligroso que el traidor Lula", opina Luiz Carlos Mendoça de Barros. Anoche, el equipo del socialdemócrata ponía todas sus esperanzas en el último debate televisado, programado anoche (madrugada española). "Veo difícil que Alckmin pueda recuperar a estos electores", añade el ex ministro.

La televisión, la última tribuna

Veinticuatro puntos -que en Brasil se traducen en 24 millones de votos- es la distancia que ayer separaba en las encuestas a Luiz Inácio Lula da Silva de Geraldo Alckmin. Con esta perspectiva, ambos candidatos se disponían a acudir anoche (madrugada del viernes al sábado en España) al último e inusual debate televisado antes de las votaciones que se celebrarán mañana.

Inusual porque oficialmente la campaña electoral está cerrada desde la noche del jueves. Sin embargo, eso ya no es importante en un país donde la alta tecnología ha irrumpido en el proceso electoral con la urna electrónica y los estudios de televisión como principales protagonistas.

La cadena de televisión O Globo, la más importante del país, ha sido elegida como la última tribuna desde la que los dos candidatos a la segunda vuelta de las presidenciales se dirigirán a los electores.

Y aunque la distancia en los sondeos entre el ex sindicalista y tornero y el ex gobernador de São Paulo es considerable -62% de los votos para Lula, 38% para Alckmin-, anoche en Río de Janeiro, sede de la cadena, los equipos electorales de ambos contendientes eran conscientes de que varios millones de votos podían aún cambiar de signo en cuestión de una hora y media.

Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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