Sudores
El último tramo de la campaña electoral ha generado litros de sudor. En el spot de CiU, realizado para destacar el liderazgo de Artur Mas y rodado siguiendo los ya tópicos preceptos visuales acumulados en JFK, de Oliver Stone, vemos al candidato sudar en blanco y negro y en color. Luego, el primer plano nos muestra cómo nace y desciende esa gota de sudor, patilla abajo, como el manantial de un futuro río patriótico que no tolerará ser trasvasado ("Estimem aquest país. Estimem Catalunya"). Mientras tanto, a Montilla le pilló una gripe de caballo que también le ha hecho sudar lo suyo. No pudo acudir a algunas entrevistas y las concedió por teléfono. Su voz, prodigiosamente monocorde, destilaba sueño atrasado, una dieta desordenada y ese sudor convaleciente que uno intenta aplacar con sobredosis de antipiréticos. En cuanto a Carod Rovira, si se compara su tono público con el que desplegó en las anteriores elecciones, se observa una disminución del énfasis, una contención de la energía y cierta prudencia expresiva provocada, supongo, por la angina de pecho que le dejó, durante unas semanas, fuera de juego (en algunas personas el corazón resulta ser más racional que el raciocinio). El desgaste al que se someten los candidatos es, pues, contraproducente para la ciudadanía. A más campaña, más erosión, más chorradas en público, más sermones reduccionistas, más entrevistas íntimas con las esposas (¿si fueran maridos, se dejarían?) y más arengas paternalistas y besos a los niños. Resultado: menos capacidad para asumir unas hipotéticas responsabilidades de gobierno en un país que necesita urgentemente una inversión de sensatez y trabajo. No estaría mal que, en el futuro, la campaña electoral no se convirtiera en un ejercicio de ruleta rusa en el que algunos acaban perdiendo la salud y la vocación. Y no lo digo sólo por ellos, que al fin y al cabo parecen disfrutar con esos baños de egolatría endogámica y entusiasmos partidarios, sino por nosotros, que los observamos sintiendo un inquietante sudor frío.
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