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Análisis:ANÁLISIS | La campaña electoral en Cataluña
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Movilizados y perplejos

Enric Company

Lo que va de campaña muestra a un entorno de CiU movilizado y a un entorno de las izquierdas todavía sumido en distintos grados de perplejidad. No es una sorpresa, visto el final de la legislatura. A finales de 2003, el programa puesto en pie por el tripartito de izquierdas era para dos legislaturas, ocho años. Sus dirigentes se las prometían muy felices pensando que CiU emprendía una travesía del desierto de la que saldría tan adelgazada que la haría irreconocible. Incluso soñaban con una ruptura de la federación nacionalista.

La movilización del entorno de CiU puede resultar insuficiente para aupar a su candidato a la presidencia de la Generalitat, pero indica que durante los tres años que ha estado en la oposición Artur Mas ha logrado mantener cohesionada e ilusionada a su gente. Ha hecho su trabajo y ha llegado en condiciones de disputar su segunda oportunidad.

A la inversa, la perplejidad entre los electores de izquierda se debe a que la perspectiva inicial de ocho años no ha dado ni para acabar una legislatura. El mayor de los partidos que han integrado la alianza, el socialista, ha cambiado de candidato a seis meses de la cita electoral. El segundo partido que formó la alianza, Esquerra Republicana (ERC), se declara ahora igualmente predispuesto a gobernar con la derecha que con la izquierda. Y finalmente, sólo el tercer socio, Iniciativa Verds-Esquerra Unida, defiende la validez y continuidad de la fórmula.

Esta situación se refleja en los sondeos sobre intención de voto, que coinciden en señalar tendencias a la baja del conjunto de la izquierda frente a una tendencia de CiU al alza. También se trasluce en una cierta euforia en la campaña de los nacionalistas y una menor asistencia a los actos electorales de la izquierda en comparación con 2003. La renuncia del PSC a su clásico mitin en el Palau Sant Jordi de Barcelona no es sólo un cambio de táctica, es una exigencia de la realidad.

Sobre este fondo se plantea la pregunta básica de estas elecciones: ¿hay que dar otra legislatura a la izquierda para que culmine el programa de ocho años? La respuesta depende de que se haya logrado mantener la mayoría política y social que emergió de las urnas en 2003. Fue claramente de izquierdas. Contabilizada en votos, sumaba 1.816.941, frente a 1.417.588 que recibieron los dos partidos que había formado la anterior mayoría de gobierno del centro derecha. En diputados sumaba 74, frente a 61.

La inclinación hacia la izquierda se reafirmó e incrementó en las elecciones generales de marzo de 2004. De manera que lo que ahora está sobre el tapete electoral es si la obra de gobierno del tripartito ha respondido a las aspiraciones de esta mayoría social o no, si poner el acento en la escuela pública, los servicios sociales, el rigor presupuestario y la reforma del Estatuto de Autonomía pesa en la percepción política de esta mayoría más que la eficaz tarea de descalificación llevada a cabo por la oposición durante este periodo.

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