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Paskaljevic presenta en la Seminci una cruda visión de la Serbia de hoy

Ganó hace un par de años el Premio Especial del Jurado en San Sebastián con la terrible Sueño de una noche de invierno, y la Espiga de Oro de Valladolid unos años antes, en 1995, con La otra América. Sus películas suelen beber tanto de las tradiciones del fenecido cine yugoslavo como, más genéricamente, del rico acervo cultural europeo: en esta ocasión, su inspiración no es otra que el Cándido de Voltaire. Con Optimistas, Goran Paskaljevic firma una irónica, dolorida reflexión sobre la realidad moral de su país, en lo que él mismo denomina una "película-ómnibus", cinco historias entrelazadas que dan cuenta de una Serbia desgarrada por la violencia y la prepotencia del dinero, pero también por la proliferación de tontos útiles.

Que a Paskaljevic no le gusta su país tal como es hoy, parece fuera de toda duda: ya en Sueño de una noche de invierno se dejaba claro. Ahora, aunque en un registro más superficialmente benévolo, el cineasta arremete contra la irresponsabilidad de sus conciudadanos, que pueden gastarse en las tragaperras el dinero de un entierro, convertirse, con sólo 12 años, en expertos degolladores de cerdos o violar con toda impunidad a una empleada amparándose en el poder del dinero. Con un actor prodigioso, Lazar Ritovski, Paskaljevic denuncia sin piedad y deja a sus conciudadanos literalmente en mantillas. Es un filme valiente, lúcido y triste, a pesar de las sonrisas.

Buena muestra de la vitalidad del documental español contemporáneo es Goodbye, América, producción de Elías Querejeta dirigida por el brasileño Sergio Oksman. Goodbye, América es un retrato personalísimo de uno de los más veteranos activistas del movimiento izquierdista norteamericano, que aunque parezca mentira es Al Lewis, el entrañable abuelito de la serie televisiva Los Monsters. Una sesión de maquillaje con un Lewis anciano (falleció con 83 años el pasado mes de febrero) y una lucidez y un sentido del humor demoledores es la ocasión para un recorrido por las luchas por los derechos humanos y la denuncia de la irracionalidad de la Administración de Bush, concentradas en un personaje que es algo así como la encarnación de los más dignos ideales del progresismo estadounidense.

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