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Tribuna:LA REPRESIÓN FRANQUISTA EN MÁLAGA
Tribuna
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Memoria y justicia

El debate abierto desde que el Gobierno anunció la remisión a las Cortes Generales del proyecto de ley llamado popularmente de Memoria Histórica, produce, según voces de la derecha, nuevamente la división entre los españoles y un apasionamiento poco recomendable. Nada importa en los tiempos actuales recordar, dice, si los árabes vinieron a España en el 711-el que no hayan pedido perdón por ello, según Aznar, resulta cuando menos sorprendente, sin que no nos haya aclarado por ejemplo si Italia también debe hacerlo-, o si hubo una República o una guerra civil y, por tanto, hay que olvidarlo.

No se trata de desenterrar el hacha cainita. Ejemplo han dado de ello los españoles. Todos han volcado sus mejores sentimientos en todos aquellos que murieron en el frente de una contienda fratricida que ensayo fue de la segunda conflagración mundial y a quienes fueron asesinados en una y otra zona.

Más, expuesto lo anterior, ha de decirse que nunca podrán olvidarse ciertas cosas. Por ejemplo, que, todavía hoy, haya miles de personas que no sepan donde están enterrados sus ascendientes o familiares cercanos, o las diferencias de trato que los excombatientes recibieron según estuvieran en una zona u otra. Intolerable e inhumano que ocurrió en la mal llamada paz franquista.

Hay cosas, en efecto, que nunca se podrán olvidar, sin tener nada que ver la reconciliación y convivencia entre los españoles conseguida ejemplarmente en 1978 con las víctimas que murieron o sufrieron durante esa falsa paz, lo que según los golpistas tenía lugar desde el mismo momento en que sus tropas conquistaban una ciudad o en las que la sublevación triunfó desde el primer instante.

Y difícil es olvidar el oprobio y la mentalidad represora que en todo momento exhibió, al someter a todo un pueblo bajo su bota, dejando de ser europeo de primera clase. La pésima educación que mi generación recibió, el odio que siempre inculcó hacia los perdedores de la guerra, guerra cuya llama siempre viva estuvo hasta su desaparición. Nunca podrá olvidarse. El general ferrolano comenzó matando y matando acabó su vida. Triste es decirlo, pero cierto.

No ha de olvidarse de otro lado que en la guerra existió una profunda diferencia entre los dirigentes de una zona y otra. En la republicana, nunca su Gobierno alentó a asesinar, aunque no pudo y no supo impedir acciones de todo punto condenables de una serie de incontrolados que tanto dañaron su prestigio y que no estaba en la mente de ese Gobierno legítimo. Pero Franco, nada más llegar a Tetuán, ordenó el fusilamiento de varios militares, entre ellos un familiar suyo, que leales a la República fueron. Lo hizo para demostrar que no le temblaría la mano, siguiendo así las instrucciones que impartió el que era director de los golpistas, general Mola, el 19 de julio, cuando no se sabía todavía que el golpe de Estado iba a fracasar y degeneraría por su traición en una guerra al afirmar que "era necesario implantar el terror y eliminar sin escrúpulos a los que no pensasen como ellos". Así de claro.

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En la paz franquista fueron ejecutadas cerca de cincuenta mil personas. Millares de buenos españoles, por las purgas decretadas, perdieron sus empleos, maestros, catedráticos, funcionarios, obreros, escondiéndose muchos de ellos durante años, incluso algunos hasta que murió el general. No pocos tuvieron que realizar trabajos forzados, construyendo cárceles, carreteras, viviendas y, para rematarlo, el gran insulto del Valle de los Caídos. La miseria y el miedo rodeó a gran número de esas personas durante una buena parte de su vida.

De la gran represión, no se salvó, claro está, Andalucía. Sin perjuicio de lo que nos ilustran los historiadores, los andaluces de edad avanzada hoy, fueron víctimas, vivieron o presenciaron las andanzas y paseos de los golpistas nada más conquistar las ciudades y pueblos de esta parte de España tan golpeada en sus clases más modestas a lo largo de los siglos. Dejo para el final, tal vez por vivir y disfrutar hoy de ella, a Málaga.

Al parecer, ha de olvidarse todo lo que acaeció en esa ciudad nada más entrar los nacionales en ella. Debido a lo ocurrido en otros lugares y a las palabras nada tranquilizadoras del auténtico virrey en Andalucía, como era el general Queipo, unos cien mil defensores de la República y sus familias huyeron hacia Almería, andando la mayoría de ellos, miles de mujeres, niños y ancianos. En una acción que no mejoraría Himmler, los buques Cervera y Baleares disparaban a los acantilados rebotando las balas que mataban así a quienes no podían defenderse y cuando tal barbarie cesaba la aviación fascista bombardeaba y ametrallaba sin piedad. Tres mil murieron en lo que puede considerarse un auténtico exterminio o asesinato masivo. Desde febrero de 1937 hasta finales de abril de 1939 fueron ejecutados en Málaga dos mil republicanos. Centenares murieron en los campos de concentración de hambre y enfermedades hasta bien entrados los años cuarenta. ¡La paz!

Recibí la educación propia de la época, pero, al ingresar en la carrera fiscal, pronto cambié, social y políticamente, de forma de pensar al descubrir las injusticias, mentiras, falsedades y crueldad del franquismo, lo que, al parecer, ha de olvidarse. Creo que la derecha ha de condenar de una vez en el Parlamento la dictadura, lo que todos los auténticos demócratas hacen sin esfuerzo y tener en cuenta que en ningún lugar de Alemania o Italia existen estatuas o monumento alguno en homenaje a Hitler y Mussolini e, igualmente, que la barbarie no puede ni debe olvidarse.

Bienvenido sea el proyecto de ley que tal vez peca de excesivamente cauto, pero el Gobierno, que ha de procurar el consenso con todos los grupos, comprenderá que es susceptible de ser mejorado y dejar las cosas en su justo lugar.

Dice Ian Gibson que "una nación que se niega a querer conocer su propia historia, se condena al peligro de volver a vivirla algún día". De eso se trata, de evitarlo.

Juan José Martínez Zato fue vocal del CGPJ y Teniente Fiscal del Tribunal Supremo.

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