Medicina antiedad, la última revolución
Parar el proceso de envejecimiento es imposible, pero ralentizar sus efectos y poder recorrer el camino en forma es ya realidad. Sofisticados análisis y terapias individualizadas consiguen mantener engrasado el motor de nuestro cuerpo
En España nos gastamos alrededor de 45 millones de euros anuales en cosmética, y somos líderes europeos en intervenciones de cirugía estética. El número de gimnasios aumenta de forma exponencial, y la fiebre spa se ha convertido en el virus más relajante, y también más rentable, de los últimos años. Resumiendo: existe preocupación por la fachada y ya se ha constatado que es un negocio en auge. Pero ¿qué pasa con el motor?, ¿cómo mimamos nuestro cuerpo por dentro para que acompañe a esa imagen de juventud tan perseguida?, ¿sabemos cómo cuidarnos para mantener nuestra maquinaria engrasada el mayor número de años posible?
Ésas son las preguntas que empezó a plantearse un grupo de médicos en distintas partes del mundo hace algo más de una década y las que han dado contenido a lo que se conoce como medicina antienvejecimiento. Una definición que muchos de los especialistas en este campo prefieren sustituir por medicina de prevención del envejecimiento. "Es una simple cuestión semántica", explica Mónica de la Fuente, catedrática de Fisiología de la Universidad Complutense y experta en sistema inmune y envejecimiento, "pero si se habla de antienvejecimiento da la sensación de que se puede parar, algo así como decir que podemos conseguir ser inmortales. Lo que se puede hacer es ralentizar el proceso, conseguir que el camino se recorra mejor".
¿Decepcionante? La realidad demuestra todo lo contrario. Es una apreciada promesa de mejora de calidad de vida para una población que hace sólo un siglo tenía establecido su horizonte vital en los 50 años en los países del llamado Primer Mundo y que hoy vive hasta los 80 de media. Un hecho al que se suma la tendencia creciente de haber superado la preocupación por aparentar ser más jóvenes para lanzarse de lleno a querer estar sanos por dentro. Aunque lo ideal sería que nos empezáramos a cuidar desde el momento en que comenzamos a envejecer (alrededor de los 20 años), los clientes potenciales de este tipo de terapias si sitúan en torno a los 40-45 años, y de ahí en adelante.
"La naturaleza tiene las cosas meridianamente claras, y cuando le sobramos nos quita de en medio", afirma Jesús Tresguerres, catedrático de Fisiología y director de la unidad antiaging de la clínica Novo Clinic. "En el ciclo vital, nosotros hemos cumplido nuestra misión cuando hemos crecido, nos hemos reproducido y hemos cuidado de nuestros hijos hasta una determinada edad. En ese momento, la naturaleza nos tacha; otra cosa es que estemos dispuestos a llevarle la contraria. No queremos hablar de longevidad, sino de incrementar la calidad de vida: que los años que vivimos, los vivamos bien".
De acuerdo, ya sabemos que no podemos dejar de envejecer; de hecho, es lo que hacemos desde que llegamos a la edad de reproducción, alrededor de los 18 o 20 años. Pero ¿cómo conseguimos hacerlo mejor y más lentamente? Para responder a esta pregunta, lo primero es saber por qué nos deterioramos.
Se han barajado muchas teorías al respecto, pero, de todas ellas, la más aceptada y la que no se ha podido echar por tierra, al menos hasta el momento, es la de la oxidación. "El organismo se deteriora porque nos oxidamos", explica Jesús Tresguerres. "Para vivir respiramos oxígeno, y, al respirar, una parte se pierde en calor. Cuando somos jóvenes tenemos un motor que funciona muy bien y se calienta poco, es decir, pierde poco oxígeno en forma de radicales libres, y además tenemos muchas sustancias antioxidantes. Cuando vamos siendo mayores, el motor funciona peor, produce más radicales libres, y nosotros tenemos menos sustancias antioxidantes".
El resultado es que las células se van deteriorando y con ellas todo el organismo, lo que se manifiesta interna y también externamente. Aquí es donde empieza la labor de los profesionales dedicados a esta especialidad, que en España todavía está en los inicios de su expansión, pero que ya es todo un boom de consumo en países como Estados Unidos. Las bases sobre las que se asienta esta medicina son casi de sentido común si se analizan de forma superficial: nutrición apropiada, actividad física moderada, eliminar los malos hábitos y mantener una buena actitud ante la vida. La complicación surge cuando se quiere sacar el máximo rendimiento a estas premisas aparentemente tan lógicas y sencillas. "Necesitamos la máxima información sobre cómo está funcionando todo a nivel molecular para intentar modificarlo y evitar que a la larga conduzca a un deterioro", afirma Julián Bayón, director de la unidad antienvejecimiento de la clínica Planas de Barcelona.
Llegados a este punto, las palabras claves son individualización y restablecer el equilibrio. Las normas generales sirven de algo, pero cada persona es una pieza única, y conocerla al detalle para saber cómo equilibrar su organismo es el objetivo. En cualquiera de las clínicas con unidades antienvejecimiento reconocidas que existen en España el procedimiento es similar. Se podría decir que cada paciente pasa una especie de chequeo profundo y sofisticado.
Primero se realiza una batería de pruebas a nivel funcional que tienen en cuenta los antecedentes de cada persona y sus hábitos de vida: visión, oído, función pulmonar, revisión cardiovascular, parámetros relacionados con la forma física, perfil psicológico (capacidad cognitiva, nivel de estrés, posibles depresiones o estados de ansiedad), etcétera.
Después llega el momento de las pruebas bioquímicas más específicas. "Con ellas buscamos cosas más raras", vuelve a explicar Bayón, "pero sólo son raras porque son más vanguardistas y menos conocidas". En esta categoría entran, entre otras, análisis del sistema inmunitario; el perfil de ácidos grasos, que está directamente relacionado con el tipo de alimentación; el perfil oxidativo, que permitirá saber si determinadas vitaminas o antioxidantes serán beneficiosos o perjudiciales; un estudio genético, que refleja algunos factores individuales y predisposiciones de cada organismo a que determinados hábitos sean más peligrosos para unas personas que para otras. Y, finalmente, las recomendaciones, cómo y qué tiene que hacer cada persona para obtener el mejor resultado de su cuerpo.
"Vamos en auxilio de la gente que se preocupa por su salud", afirma Julián Bayón. "Pero conseguir resultados supone realizar cambios muy importantes que no todo el mundo está dispuesto a afrontar. Con la cirugía estética, el resultado es inmediato; en medicina antienvejecimiento hay que tener paciencia. Manejamos datos objetivos que valoran cómo estaba una persona y cómo está después del tratamiento. Podemos tener frente a nosotros a un paciente que llega con un 85% de riesgo cardiovascular y comprobar que se lo has dejado en el 15%. Pero ¿cómo nota él ese valor? Lo sorprendente es que los pacientes enseguida te dicen que se encuentran mejor, y los datos objetivos lo corroboran".
La doctora Mónica de la Fuente apoya esta afirmación. Especialista en el sistema inmunitario, es una de las profesionales que, además de investigar, se dedican en España a realizar análisis que permiten centrar la edad biológica de cada persona; es decir, la edad que tiene realmente su organismo y no la que marca su carné de identidad. "Hace décadas que sabemos que los leucocitos son un buen marcador de salud, y en los últimos años también se ha llegado a la conclusión de que permiten determinar lo que va a vivir una persona en número de años. Nuestras investigaciones han valorado una serie de parámetros inmunológicos en ratones, que como viven una media de dos años se pueden analizar desde que son adultos hasta que se mueren. Lo que hemos observado es que administrándoles una dieta rica en antioxidantes y una serie de suplementos se consigue variar los parámetros y colocarlos a niveles de individuos mucho más jóvenes. Pero es que también viven más. La misma dieta y suplementos se los hemos administrado a personas, y el resultado ha sido similar".
Lo que sorprende es que si las herramientas para conocer cómo se encuentra el motor de nuestro cuerpo ya están inventadas y se sabe mucho de cómo mantenerlo a punto, ¿por qué no está generalizada la práctica de este tipo de medicina? La respuesta es económica: de momento, realizar estos estudios tan específicos resulta caro. Se trata de analíticas muy especiales que además precisan de unos especialistas que sepan interpretar correctamente los parámetros que se extraen de ellas. No existen máquinas que los estandaricen, y eso cuesta dinero. Por ahora, demasiado para el bolsillo medio. Entre 4.000 y 8.000 euros realizar la batería de pruebas, los informes y la lista de recomendaciones. Si además se precisan tratamientos o suplementos específicos, sume y siga.
Cuando se pregunta por qué el sistema sanitario español no generaliza este tipo de estudios, la respuesta más suave es una irónica sonrisa o "eso es ciencia-ficción". Si los profesionales interrogados pertenecen al sistema de la Seguridad Social y son entendidos en la materia, primero piden confidencialidad y finalmente concluyen diciendo que "el panorama es desalentador, casi te invita a tirar la toalla; se pueden hacer muchas cosas, pero todo se queda en buenas palabras".
Pero las bases están ahí para todos. Cuatro patas encargadas de sostener el equilibrio del complejo mecanismo que es nuestro cuerpo.
Nutrición. No excesiva y lo más rica posible en antioxidantes: frutas, verduras, cereales, menos carne, menos grasa, aceite de oliva
Actividad física. Se lleva una vida demasiado sedentaria, e incorporar la actividad física moderada a nuestra rutina es absolutamente necesario. Y atención a la palabra moderada, porque el exceso de ejercicio provoca oxidación, y la oxidación, envejecimiento.
Según datos del estudio Hábitos y frecuencia de consumo de alimentos, realizado por el Instituto Flora, el 77% de los españoles no practica ningún tipo de actividad física a diario. El mismo estudio establece que son los jóvenes entre 25 y 34 años quienes tienen un estilo de vida más sedentario.
Joaquín Figueroa, especialista en ciencias de la actividad física y el deporte, afirma que "es necesario reeducar a la gente; existen unas premisas de actividad física generales y otras específicas para cada persona, pero es importante saber cómo se encuentra uno para conocer el tipo de ejercicio más adecuado a cada situación".
En términos generales, Figueroa aconseja prevenir a partir de los 35 años y, si hay signos de declive, tratamiento a partir de los 45. Una buena pauta general a seguir es realizar 20 minutos de ejercicios cardiovasculares más media hora de tonificación muscular, tres días a la semana. Si se adereza con la práctica de algún tipo de relajación, más ases en la manga para nuestro correcto mantenimiento.
Cambiar los hábitos. Intentar dejar de fumar, beber con moderación (el alcohol en exceso es malo; pero, por ejemplo, dos copas de vino tinto al día son buenas porque el vino lleva un flavonoide que es antioxidante), y, muy importante, dormir bien. "Es fundamental tener un sueño reparador", especifica Mónica de la Fuente. "No se trata de la cantidad de horas, sino de la calidad y también de cuando se duerme. Existen estudios antiguos que demuestran que el momento del sueño es importante porque hay determinados factores que se producen durante las primeras horas. Las personas que sistemáticamente tienen descontrol en el sueño, ya no disfrutan de los mismos beneficios aunque duerman después la misma cantidad de tiempo".
Una buena actitud ante la vida. Optimismo, motivación, tener ganas de vivir Si hay estrés, angustia, depresión, etcétera, el sistema nervioso manda una información distinta a las células inmunológicas y se deterioran. "Existen bases científicas que avalan esta afirmación", afirma Mónica de la Fuente, que incluye entre sus investigaciones las relaciones entre el cerebro y el sistema inmunológico. "Diferentes estudios", continúa, "ya han demostrado que la ansiedad, la depresión o el estrés tienen relación directa con la aparición de infecciones o cánceres. Por eso hay que dejar claro que cuando el estado de ánimo decae, hay que tomar medidas para evitarlo, buscar ayuda psicológica, tomar pautas de vida para animarse Y saber que no se hace porque sí, sino porque es una necesidad".
En esta línea, Julián Bayón insiste en los beneficios del "ejercicio psicológico". "Conocemos el ejercicio para potenciar el bíceps", señala, "pero olvidamos que el cerebro es exactamente igual. El potencial que tiene el cerebro es desconocido, pero grande. Con el ejercicio adecuado se puede estimular la zona que se quiera y conseguir efectos estupendos". La neuropsicóloga Ana Díez Bolaños va más allá. "El envejecimiento", detalla, "convierte a los adultos sanos en sujetos frágiles desde el punto de vista físico y también psicológico. Pero todos hemos visto cómo algunos individuos han podido retrasar, controlar o incluso eliminar esa fragilidad. El único secreto es el entrenamiento físico y mental".
Como ocurre con cualquier revolución científica, la medicina antienvejecimiento cuenta con fans y escépticos. Unos lo ven clarísimo, los otros tardan en asumir sistemas nuevos que exigen conocer, hacerse preguntas y complicarse en la práctica diaria. Jesús Tresguerres pertenece al grupo de los convencidos: "La prevención del envejecimiento no es el futuro; existe y es real, sólo es cuestión de tiempo que se convierta en práctica cotidiana".
Vitaminas, hormonas y ejercicio mental
Los suplementos de vitaminas y de hormonas no son la panacea de la medicina antiaging, pero sí algunas de las herramientas que manejan los especialistas para contrarrestrar los efectos del paso del tiempo. También constituyen uno de los elementos más polémicos de este tipo de tratamientos, a tenor de la vehemencia de sus defensores y detractores. Los investigadores en envejecimiento suelen ser prudentes al respecto. La opinión más generalizada es que el organismo está estructurado para mantener unos niveles de hormonas y vitaminas, e igual de perjudicial es tenerlas en exceso que en defecto. Por tanto, la clave reside en manejar estudios detallados de cada paciente para saber qué suplementos necesita y cómo tomarlos, y recomendar su ingesta sólo cuando los beneficios superan a los inconvenientes.
En el proceso de envejecimiento, tal y como explica Jesús Tresguerres, son también muy importantes las hormonas. "Algunas de ellas", continúa, "presentan en sí mismas acciones antioxidantes (los estrógenos, la melatonina, la DHEA) y otras estimulan la síntesis de los enzimas antioxidantes, como es el caso de la hormona del crecimiento (GH). En cualquier caso, la ingesta de antioxidantes exógenos y de hormonas puede ser buenísima o malísima. Lo que resulta vital es tomarlas en las dosis adecuadas para cada uno, estar en manos de especialistas que sepan manejarlas y valorar la forma en que se
suministran para que sean más efectivas y se eviten los efectos secundarios".
Una quimera por el momento en España, al menos en lo que se refiere a hormonas como la melatonina (inductor del sueño y antioxidante potentísimo) o la GH, ya que ambas
no están autorizadas por el Ministerio de Sanidad para este fin. Situación que no ocurre en otros países, como EE UU, Australia o el Reino Unido, donde están reconocidas como medicamento para el envejecimientos, entre otras indicaciones.
Otra gran arma frente al envejecimiento es el cerebro. Saber y poner en práctica técnicas preventivas de entrenamiento está demostrado que retrasa el envejecimiento cerebral, y con él el del resto de los órganos del cuerpo. Dentro de estas técnicas tienen gran importancia las terapias antiestrés. Como explica la neuropsicóloga Ana Díez Bolaños, miembro del equipo de Novo Clinic, "se trata de prevenir y superar las reacciones nocivas que se producen cuando nos enfrentamos a situaciones que consideramos peligrosas, y que pueden provocar problemas como palpitaciones, trastornos de sueño, cefaleas, problemas digestivos, falta de atención ".
También se obtienen grandes beneficios del entrenamiento mental como práctica habitual. Para conseguir los mejores resultados, Díez Bolaños afirma que "lo mejor es contar, como ocurre con el entrenamiento físico, con un método que fije la forma y manera más conveniente para cada organismo y con un entrenador capaz de sacarle el máximo partido posible. Antes se utilizaban exclusivamente técnicas de papel y lápiz, y ahora se puede contar con las ventajas de las técnicas multimedia".
Alimentación antioxidante Garantía de juventud "Somos lo que comemos", asegura una frase que hemos oído en multitud de ocasiones. Pero la realidad es que en España seguimos alejándonos de la que era una de nuestras garantías de salud: la dieta mediterránea. No hay 'alimentos milagro', pero sí formas de comer que se convierten en la mejor prevención para evitar determinadas patologías, como distintos tipos de cáncer, afecciones del sistema nervioso, enfermedades cardiovasculares y la temida oxidación. "Las sustancias antioxidantes", explica Marta Olmos, nutricionista y miembro del equipo del Programa de Nutrición y Salud de la firma Danone (NUSA), "se encuentran de forma natural en los alimentos, y su principal función es bloquear el efecto perjudicial de los radicales libres sobre el organismo". La principal norma a seguir es elegir alimentos frescos y a ser posible de temporada. Y tener en cuenta que la manipulación, el pelado o troceado y la forma de cocinar los alimentos frescos puede provocar una pérdida de vitaminas y minerales que oscila entre el 25% y el 60% según la técnica que se utilice. Para intentar en lo posible obtener de los alimentos lo que el cuerpo necesita y no tener que recurrir a suplementos de antioxidantes, lo mejor es conocer cuáles son los principales nutrientes antioxidantes y de dónde se obtienen:
Vitamina C. En frutas y verduras frescas y crudas: kiwi, cítricos, fresas, pimientos, tomates, col
Betacaroteno. En frutas como albaricoques, cerezas, melón, melocotón , y en verduras de color verde o coloración rojo-anaranjado-amarillento, como calabazas, zanahorias o espinacas.
Vitamina E. En el aceite de oliva, frutos secos, vegetales de hoja verde, germen de trigo
Zinc. En las carnes, vísceras, pescados, huevos, legumbres y cereales completos.
Flavonoides. En la familia de las coles, en las verduras de hoja verde, en las frutas rojas y moradas y en los cítricos.
Selenio. Está en carnes, pescados, mariscos, cereales, huevos, frutas y verduras.
Isoflavonas. En la soja, tofú, 'tempeh' (semillas de soja a las que se añade un tipo de hongo).
Luteína. Se encuentra en gran cantidad en espinacas, acelgas, aguacates, brócoli, maíz y yema de huevo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.