Refugio de espátulas y flamencos
Paseos por la marisma del río Odiel, donde habitan hasta 300 especies de aves
Los cursos fluviales de la sierra de Aracena pierden brío al llegar a la Tierra Llana onubense y quedar convertidos en la pampa aluvial que define las marismas del río Odiel. Situadas en el litoral suratlántico de la Península, estas marismas andaluzas rozan con sus aguas las inmediaciones de la ciudad de Huelva, allá donde confluyen las aguas del Tinto y del Odiel. Se trata de un estuario formado por barras arenosas costeras y una serie de islas de diferentes tamaños, entre las que se encuentran la del Burro, Bacuta, de Enmedio y de Saltés. Los indudables valores ecológicos de este enclave natural hicieron que la Unesco lo declarara reserva de la biosfera en 1983, a lo que se sumó la figura de paraje natural desde el año 1989.
Los principales ambientes están protagonizados por las marismas mareales, las playas de dunas y los bosques litorales, donde se pueden observar hasta 300 especies de aves entre residentes e invernantes. La conformación alargada sobre el curso del Odiel de este complejo marismeño permite distinguir dos ecosistemas característicos, motivados por la diferente salinidad de sus aguas. La zona norte -donde se encuentran las marismas del Burro y de las Yeguas-, al estar mucho más alejada de la desembocadura, no recibe el influjo de las mareas, por lo que sus aguas son casi totalmente dulces. En esta franja son habituales las especies de avifauna típicas de los aguazales menos salobres, entre las que se localizan el aguilucho lagunero, las garzas imperial y real, la garceta común, el charrancito y la cigüeñuela. El otro ecosistema lo forman las islas que se hallan más al sur y próximas a la desembocadura, con una concentración salina muy alta. Éste es el lugar preferido por la espátula, donde se encuentra una de las mayores colonias de cría de Europa. Esta especie sólo se reproduce en Holanda, Doñana y las marismas del Odiel.
Las aves son, por tanto, el principal valor faunístico de estas marismas, que durante la invernada acoge, además de las especies sedentarias, una abundante demografía de limícolas, como correlimos comunes, correlimos gordos, chorlitejos chicos o agujas colinegras.
Las actividades humanas desarrolladas tradicionalmente en todo el estuario son un claro ejemplo de aprovechamiento sostenible de los recursos naturales. La pesca, el marisqueo y la extracción de sal han sido, desde tiempos remotos, los usos de la marisma, a los que se les ha sumado la acuicultura extensiva en esteros naturales. Todas estas labores artesanales comparten el paraje natural con la fauna salvaje de manera armónica.
Caminos y centro de visitantes
Para conocer bien los entresijos del aguazal existen una serie de rutas. El Centro de Visitantes Anastasio Senra, situado en el área recreativa de Calatilla, dispone de los mapas y la información necesaria para disfrutar sin pérdida de todos los recorridos del paraje.
Una primera ruta indispensable es la del sendero denominado Calatilla de Bacuta, que comienza en las cercanías del centro de visitantes y realiza un trayecto incomparable entre las salinas de Bacuta y Aragonesas. La senda camina por la orilla del caño de Calatilla, en la confluencia de dos canales que durante la bajamar se convierten en lenguas de fango, muy querenciosas para una gran variedad de aves limícolas. Al alcanzar la unión entre el caño de Bacuta y el canal de la Majarrera, se despliegan ante la vista las grandes balsas salineras frecuentadas por algunas de las colonias pajareras más importantes de la Península. En las láminas más profundas son habituales los somormujos, los cormoranes y la inconfundible figura rosada de los flamencos, mientras que en los aguazos someros se verán con facilidad las grandes agrupaciones de gaviotas, junto a charranes, archibebes, cigüeñuelas y zarapitos. Pero la visión más particular de estas marismas se encuentra en la isla de Enmedio, donde se asienta la colonia de cría de espátulas, que fluctúa entre las 500 y las 1.000 parejas nidificantes, y que durante el periodo invernal mantiene una densa población.
Otra de las rutas más interesantes discurre por el bosque de la Cascajera, un gancho arenoso situado en la isla de Saltés. Lo primero que llama la atención de este enclave es la espesura de la vegetación, formada por sabinas, pinos piñoneros, mirtos y acebuches. Las aves que se observan en este sector son de tierra firme, como la paloma torcaz, la perdiz roja o la tórtola común, además de algunas rapaces y muchos conejos. El topónimo de esta zona se debe a la gran cantidad de conchas de bivalvos que tapizan el suelo.
A lo largo de la carretera del dique Juan Carlos I existen otros senderos que muestran distintos aspectos de la singularidad de este espacio natural, como los de El Almendral, El Acebuchal y Cabeza Alta. Los observatorios de la Gravera de Puntales y la Gravera del Halcón son otros de los puntos desde donde se puede apreciar la riqueza del entorno.
Las marismas del río Odiel se hallan vinculadas a otros parajes naturales muy cercanos con los que comparten buena parte de su fauna, constituyendo una unidad geomorfológica y ecológica. Los enebrales de Punta Umbría y la laguna de El Portil, las lagunas de Palos y las Madres, el estero de Domingo Rubio, las marismas de Isla Cristina, las marismas del río Piedras y la Flecha del Rompido forman un conjunto de ecosistemas ligados al océano Atlántico en una línea costera de unos cincuenta kilómetros que merece la pena conocer detenidamente.
La ruta colombina
Emplazados en la capital onubense, es recomendable hacer un recorrido por los lugares emblemáticos desde donde partieron las carabelas en busca del nuevo mundo, hace 500 años. Las poblaciones principales de esta ruta colombina son Palos de la Frontera y Moguer, donde todavía se localizan numerosos vestigios que recuerdan aquella gran aventura.
En Palos es imprescindible la visita al paraje de La Rábida, donde se ubica el monasterio de Santa María, el muelle de las Carabelas y el Jardín Botánico José Celestino Mutis. También en este mismo enclave se sitúan varios monumentos conmemorativos del descubrimiento de América. Desde aquí se contempla, en la confluencia de los ríos Odiel y Tinto, el monumento a Colón.
Un poco más al norte se encuentra Moguer, con un fabuloso patrimonio histórico, como el monasterio de Santa Clara, del siglo XIV; el convento de San Francisco; el castillo almohade; la casa del premio Nobel Juan Ramón Jiménez, actualmente convertida en museo, o el antiguo muelle moguereño donde se construyó la carabela Niña.
GUÍA PRÁCTICA
Cómo llegar- Desde la autovía A-497 (Huelva- Punta Umbría), tomar la salida que indica Marismas del Odiel, que lleva a la carretera del dique Juan Carlos I. Antes de llegar al puente del Cañode la Calatilla se encuentra a la izquierda el centro de visitantes.Comer- Las Meigas (959 27 19 58).Avenida de Guatemala, 44. Huelva. Unos 40 euros.- Las Candelas (959 31 83 01). Avenida de Huelva, s/n. Aljaraque. Cocina marinera. Unos 35 euros.Dormir- Hotel Tartessos (959 28 27 11). Avenida de Martín Alonso Pinzón, 13. Huelva. La doble, desde 49 euros.- Hotel Monte Conquero (959 28 55 00). Avenida de Pablo Rada, 10. Huelva. Situado en el centro de la ciudad. Habitación doble, entre 75 y 100.Información- Centro de Visitantes Anastasio Senra (959 50 90 11). Carretera del dique Juan Carlos I, kilómetro 3.- Oficina de turismo de Huelva(959 25 74 03).- www.juntadeandalucia.es.
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