Bombas en Palomares
Cuarenta años después de la caída de dos bombas atómicas procedentes de un bombardero estadounidense accidentado sobre la costa de Almería, que provocaron la contaminación radiactiva de una amplia zona, las autoridades españolas y de Estados Unidos colaborarán en un plan para garantizar la definitiva descontaminación de los terrenos afectados.
Fue el 17 de enero de 1966; dos de las cuatro bombas que cayeron fueron recuperadas intactas, pero las otras dos se incendiaron al chocar con el suelo dejando escapar su carga letal en forma de fragmentos y polvo radiactivo. La presencia de plutonio y uranio implicaba un grave peligro para las personas, caso de ser inhalados o incorporados al organismo mezclados con alimentos. Expertos y soldados norteamericanos recogieron hasta 1,6 millones de toneladas de tierra contaminada que trasladaron a EE UU. Todo pareció quedar en orden, y para acreditarlo se fotografió el entonces ministro de Información, Manuel Fraga, bañándose en la orilla del mar en compañía del embajador estadounidense.
Desde entonces, la Junta de Energía Nuclear, y más tarde el Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT), han venido siguiendo la salud de la población potencialmente afectada, sin ningún incidente reseñable. También ha venido haciendo análisis de contaminación radiactiva. Pero no se hizo un estudio en profundidad de lo que quedaba enterrado bajo la superficie, y años después, cuando en la zona hubo movimientos de tierras para construcción de viviendas o usos agrícolas, aparecieron indicios de contaminación soterrada. Tras diversas propuestas, parece que se ha optado por buscar una solución definitiva, empezando por un estudio que incluya zonas a las que el viento haya podido trasladar partículas contaminadas.
Para realizarlo se ha expropiado la zona más directamente afectada y se han establecido limitaciones de uso en un radio más amplio. El Departamento de Energía de EE UU aporta medios técnicos y especialistas en descontaminación radiactiva, que colaborarán con los españoles del CIEMAT. De lo que ha trascendido hasta el momento puede deducirse que estamos en el inicio de un proceso que requiere tiempo, dada la complejidad y la amplitud de las tareas a abordar. Pero parece abrirse la perspectiva de saldar una deuda con los habitantes de la zona que venía prolongándose ya durante demasiado tiempo.
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